Unos 80 montes de Gipuzkoa y 140 en Euskadi están coronados por cruces o elementos religiosos que comenzaron a proliferar a finales del siglo XIX y, sobre todo, en la primera mitad del XX en todo Europa occidental. Muchas están ya completamente integradas en nuestro paisaje, pero los sabotajes como el del monte Udalatx, han abierto de nuevo el debate. ¿Merecen protección legal las cruces de los montes por ser un parte de nuestro legado cultural y social o hay que erradicarlas? ¿Salvamos algunas? ¿Y las ermitas? ¿Y los buzones? ¿O deben estar limpias nuestras cumbres? ¿Quién decide? ¿Y en función de qué?

Cruz de Irimo en 1960. . | FOTO: N.G.

El debate ha llegado al parlamento guipuzcoano, y con él, posturas enfrentadas. El reciente sabotaje y corte de la cruz del monte Udalatx en Arrasate, un emblema levantado en 1971 en homenaje a los montañeros fallecidos, ha puesto de nuevo en el foco esta realidad. No es la primera vez que se sabotean cruces en Gipuzkoa. Cuando se derriban, rara vez se restauran. Y quien las corta, lo sabe. Siempre gana.

Cruz derriba del monte Buruntza en Andoain. | FOTO: N.G.

Disensión política

Las Juntas Generales de Gipuzkoa aprobaron recientemente, con los votos del PNV, el PSE y el PP una propuesta de resolución cuyo objetivo es “preservar las cruces situadas en los montes vascos, así como el de otros elementos de las cimas”. No es vinculante. Solo una posición del parlamento guipuzcoano por mayoría en su configuración actual.

El texto se ha topado con el rechazo de EH Bildu y un apoyo parcial de Elkarrekin Podemos, que sí está de acuerdo con que se haga “un estudio con perspectiva de Patrimonio Cultural sobre el estado de las cruces” y se elabore un “inventario o catálogo de su estado de conservación”. Pero no con que “el Gobierno Vasco analice la posibilidad de protección de la integridad material y significado de las mismas” como “parte de la cultura vasca y sus costumbres”.

“El Gobierno Vasco analice la posibilidad de protección de la integridad material y significado de las mismas” como “parte de la cultura vasca y sus costumbres”.

La Federación Guipuzcoana de Montaña asegura que estamos ante un tema “sensible y delicado”, ya que entre sus 19.100 federados y federadas existe un amplio abanico de sensibilidades. Por ello, han evitado pronunciarse por iniciativa propia, pero responden a la petición de NOTICIAS DE GIPUZKOA:

19.100 federados: “Tema delicado”

“La GMF (Gipuzkoako Mendi Federazioa) defiende que las montañas y sus cumbres son patrimonio de toda la ciudadanía y no de un sector en concreto. Las cumbres como vértice de una montaña deben albergar de forma discreta por medio de un buzón o similar, información técnica referente a sus coordenadas geográficas y el topónimo”.

Desde la federación, recalcan que “defendemos el respeto a las señales geodésicas y todo lo relacionado con los monumentos arqueológicos e históricos que tengan la declaración BIC, Bien de Interés Cultural”.

La pregunta es: ¿Qué requisitos necesita un elemento para ser coniderado BIC? La definición de patrimonio cultural es la siguiente: “Conjunto determinado de bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, a los que se les atribuyen valores a ser transmitidos, y luego resignificados, de una época a otra, o de una generación a las siguientes”. El Gobierno Vasco, por ejemplo, ha declarado este año el bertsolarismo como bien de interés cultural. ¿Debería hacer lo propio con las cruces?

Restauración ambiental

Una de las tesis más sólidas en contraposición a la solicitud de protección de estos elementos, la defiende el colectivo ecologista Eguzki, que subraya la “evidente necesidad de despejar las cimas de nuestros montes de elementos ajenos al medio natural”.

Supuso un hito en su día la limpia que hicieron los ayuntamientos del entorno del monte Hernio en Gipuzkoa, despejando la mayoría de cruces y placas que daban a esta cima el aspecto de una especie de cementerio público. La cima luce diferente desde 2014.

Eguzki admite que “no se trata de reclamar ahora la eliminación de todas y cada una de las cruces”, pero incide en que “en la cima de los montes sobra cemento y retirarlo contribuye a la restauración ambiental, a recuperar el perfil original de los montes”.

La batalla ideológica

Sin embargo, el colectivo ecologista también incide en el aspecto político e ideológico y subraya que estas cruces “no son mera consecuencia de una devoción popular espontánea, sino fruto de un tiempo histórico no tan lejano en el que fueron impulsadas expresamente desde el poder religioso y político”.

Un claro ejemplo de la ideologización en torno a este debate es el derribo de la cruz de Buruntza en diciembre de 2021 a manos del colectivo Ernai. Aquella cruz se levantó como encargo de la Falange en la época franquista, tal y como acreditó el Gobierno Vasco, pero el propio Ejecutivo reconoce la existencia previa de otra cruz que gozaba de gran devoción y respeto en el pueblo. Fue el franquismo el que la sustituyó.

Lo llamativo es que los restos de la cruz derribada sigue todavía allí, en el monte, utilizado a modo de escombrera, lo que tres años después sitúa en el ámbito del vandalismo cutre este acto y denota las dificultades de la propia Administración para proteger y/o restaurar estas construcciones.

Restaurar y proteger

Otras cruces como la del monte Usurbe, en Beasain, levantada por iniciativa de grupos montañeros locales en 1953, fue restaurada por un grupo de voluntarios y montañeros de la sociedad mendizale Aizkorri de Beasain en agosto de 2016, después de que un helicóptero del ejército español la golpease con su hélice en 1996 en un episodio envuelto en la polémica. ¿Fue un accidente o una temeridad del piloto que intentaba cercenar la ikurriña que coronaba la cruz?

El sentir popular percibió aquel incidente del helicóptero militar como una ofensa entonces, con reprobación institucional. No han pasado ni nueve años desde la restauración de la cruz, y las pintadas ya deslucen este emblema de nueve metros de altura.

Surge otra pregunta: ¿Se puede declarar un bien a proteger algo que no se puede proteger por falta de medios y es víctima fácil de sabotajes? Ya sean derribos o pintadas. Hasta dónde deben protegerse? ¿Y cuáles? ¿Podemos asumir su coste?

La mirada científica

Podemos considerar a Juantxo Agirre un experto en este campo. Licenciado en Geografía e Historia y máster en patrimonio arqueológico y artístico, este investigador de la Sociedad de Ciencias Aranzadi explica los orígenes y las claves que rodean a esta coyuntura. Y su exposición, de nuevo, evidencia la complejidad de un asunto que unos pocos solucionan por cuenta propia con una rotaflex.

“Desde finales del siglo XIX y, sobre todo a principios del siglo XX, toda Europa occidental y también impulsado por la Santa Sede, se comenzaron a colocar cruces en las cimas de los montes”, asegura Agirre.

Y ello coincidía y “recogía de alguna manera una tradición mucho más antigua de colocar sitios devocionales o ermitas en las puntas de los montes”. Ahí están los ejemplos de San Miguel de Aralar, Aitzorrotz o San Donato. Y más modesta, pero presente, la ermita de la Cruz junto a la cima del monte Aizkorri.

“Son decenas los montes de Euskal Herria en cuya punta se han colocado ermitas. Y es así porque el ser humano desde que comenzó a tener creencias religiosas de todo tipo, vinculó también la punta de los montes con la cercanía al cielo”, explica este investigador.

Antigüedad, valor y motivación

Por lo tanto, para saber si una cruz u otro elemento es patrimonio, “primero hay que ver la antigüedad de la cruz; habría que tener en cuenta su valor artístico, si es simplemente unos tubos de acero inoxidable soldados o si es una obra de arte de cierta entidad; y luego también la motivación por la que fue a hecha”.

Agirre señala que “durante estos diez últimos años”, y siguiendo las directrices del Gobierno Vasco, “se han eliminado de zonas de monte cruces levantadas por el franquismo en gloria a los caídos por Dios y por España”. Por ejemplo, en Larrabetzu, donde tuvo lugar un desagraciado accidente al derribar la cruz.

En manos del municipio

Lakua recomienda retirar aquellas que ensalcen en franquismo u ofendan a las víctimas, pero con respecto a las cruces aisladas o con otro tipo de motivación, “lo deja en manos de cada municipio”. Agirre señala el caso del monte Hernio, donde en 2014 se retiraron la mayoría de las cruces. Sin embargo, se decidió mantener otras de más de 100 años de antigüedad e indudable valor artístico e histórico. Allí, asegura, “existe una cruz de arenisca con unos aros de hierro, que es un testimonio etnográfico y cultural de gran valor y que nos acerca a aquellas creencias en la mente popular vasca. Por eso cuando se sube a Hernio se pasa por el cuerpo esos aros, a modo de sanación. Esto es un patrimonio etnográfico de primer orden”, afirma.

Para Juantxo Agirre, también podría ser otro ejemplo claro de Bien de Interés Cultural la cruz del monte Gorbea, que “por su diseño y por haber sido una iniciativa ciudadana y con gran amparo social en su momento, se ha convertido también en el símbolo del propio monte”. Por lo demás, no es amigo de cruces y emblemas en los montes.

Detener los recordatorios

En su opinión, “siempre tiene que haber una visión desde el punto de vista del patrimonio, una visión un poco más científica, que valore cronología, valor artístico y motivación”, y añade que también “hay que detener la construcción de recordatorios también”, porque algunos montes “parecen cementerios”.

En opinión de Agirre, el monte es “un espacio de todos y que ha de estar libre de elementos antrópicos. Pero respetando lo que tiene su valor patrimonial por antigüedad y por motivación social. Somos herederos de nuestro pasado y en torno a las cumbres de los montes hemos generado una serie de elementos que forman parte de nuestro patrimonio cultural, desde ermitas, castillos y algunas cruces que tienen su valor por antigüedad, por patrimonio y por arte”. El debate está servido.