El edificio de las escuelas de San Pedro ha cumplido esta semana 100 años desde su inauguración. El edificio construido por el arquitecto Gaiztarro acogió las Escuelas Nacionales durante el franquismo y en los años 80 pasó a ser ikastola. Por él han pasado varias generaciones de pasaitarras.

Evento conmemorativo

Para recordar su recorrido, el viernes por la tarde se llevó a cabo un evento en el que se colocó un tótem junto al frontón. Esta celebración estuvo organizada conjuntamente por la Semana Coral de San Pedro y Pasaia Lezo Lizeoa, con la colaboración del Ayuntamiento de Pasaia.

Dos mujeres miran el tótem que recoge la historia del edificio de la ikastola de San Pedro Aitziber Muga

Además, en el pórtico de la ikastola organizaron una pequeña exposición de dibujos que han hecho los niños y niñas de educación infantil, que hoy en día dan vida al edificio.  

Asimismo, aprovecharon el evento para realizar fotografías intergeneracionales de aitonas y amonas, padres y madres y niños y niñas que han iniciado su andadura educativa en este mismo edificio.

Primeros maestros

En el tótem se recuerda a los maestros y maestras que se encargaron de la docencia de los sanpedrotarras. Entre los maestros de los primeros años de andadura de la escuela destacan la labor de D. Ernesto Rodríguez, quien ejerció la profesión durante más de treinta años hasta que se jubiló. Asimismo, en el tótem se señala que en los inicios también “despuntaba una joven ayudante de maestra que enseñaba labores y que no era otra que Carmen Antía quien luego se hiciese cargo hasta su jubilación de la educación de muchas, hoy mujeres, sanpedrotarras”.

Pero fue con Dña. Conchita cuando cayó definitivamente el muro que separaba a los niños y las niñas, al principio de los años 70. 

Abandono del edificio

Unos años después, los alumnos pasaron a la escuela del Poblado, y el edificio de San Pedro quedó vacío.

A finales de los 60 y principios de los años 70 comenzó el movimiento a favor de las ikastolas, para que los niños pudieran estudiar en euskera. 

Pilartxo

Así, la ikastola de San Pedro había comenzado su andadura en el curso 66/67 con la andereño Pilartxo y 17 niños y niñas. Desde entonces, la aventura de las familias que optaron por que sus hijos e hijas se educaran en euskera pasó por un sin fin de edificios. Al principio en casa de la propia Pilartxo, después en lo que fue la biblioteca, en la casa del cura, en el asilo de las monjas de la caridad de entonces (la residencia de ancianos de hoy)...

El número de familias que apostaron por el proyecto popular de la ikastola para la enseñanza en euskera aumentó considerablemente en esos años y la falta de un espacio en condiciones era cada vez más evidente. 

Vuelta al edificio de San Pedro

Así, la ikastola comenzó el curso 73/74 en los bajos cedidos por el Ayuntamiento de la calle Esnabide. Poco después, la ikastola de San Pedro se reunió con otras ikastolas de la bahía en 1976, momento en el que la Asociación de Familias Gaztelutxo fundó el Liceo Pasaia.

La consolidación del proyecto de la ikastola hizo, por tanto, que en 1982 el Ayuntamiento autorizara el uso de las antiguas escuelas para realizar una oferta integral de Educación Infantil en el distrito. 

40 años de ikastola

Desde entonces, durante estos 40 años, cantidad de niños y niñas de San Pedro y Trintxerpe se han educado en euskera dentro de este edificio, que ahora cumple 100 años.

“Son muchos los y las niñas que fueron alumnas y hoy en día son padres y madres de la ikastola. Otros muchos aitonas y amonas que en su día fueron niños y niñas de las Escuelas Nacionales se acercan a la ikastola en busca de los y las txikis de casa”, señalaron desde la comunidad educativa y añadieron: “Esperamos que este edificio que está en el centro del pueblo, siga siendo el centro de la educación del pueblo durante al menos 100 años más”.

Arquitectura

Este edificio se empezó a construir en 1922 y en él llaman la atención los grandes ventanales dispuestos para favorecer la ventilación e iluminación de las aulas y el pórtico columnado que funciona a modo de zócalo, permitiendo jugar a los alumnos en días de lluvia. El cuerpo superior se sitúa sabiamente retranqueado, aumentando su visibilidad y carácter monumental. Además, estaba separado en dos mitades simétricas destinados a ambos sexos, incluso con accesos independientes.