Empujados por los cambios en los hábitos de consumo, Alex Albisua e Irene Bernabé se ven abocados a cerrar Alex Kirolak. Esta histórica tienda de deportes de Zumarraga la abrieron los padres de él, hace casi 50 años. Es la tienda de deportes más antigua de Zumarraga y Urretxu y la noticia ha apenado a muchos vecinos. No en vano, para muchos fue su primera tienda de deportes.
El padre de Albisua era panadero, pero estaba muy vinculado al mundo de la pelota y decidió abrir una tienda de deportes junto con su mujer. “De niños, mis hermanos y yo pasábamos mucho tiempo en la tienda. En las familias que tienen una tienda, ésta siempre está presente. Nuestra madre siempre estaba en la tienda y vivíamos alrededor de ella”.
En 1991, Albisua tomó el testigo a sus padres. “Para ellos era ya demasiado y decidí coger el negocio. Surgió la oportunidad, me animé… y para cuando me he dado cuenta han pasado un montón de años. Intenté darle mi toque a la tienda. Hice dos obras: la primera al poco de coger la tienda y la segunda hace 20 años”.
Ha trabajado a gusto. “En este trabajo tienes más trato con la gente que en otros. Además, no es un trabajo monótono. Tratas de estar al día, siguiendo el ritmo que te marca la sociedad. Las renovaciones no las hice porque me iba muy bien, sino porque tienes que dar un empujón a la tienda, renovar su imagen…”.
El oficio ha cambiado mucho estas últimas décadas. “En la época de mis padres no había centros comerciales. Y estos últimos años han llegado Internet y las redes sociales. Las crisis económicas las pasé bien, pero estos últimos años no he sido capaz de avanzar. Sobre todo, tras la pandemia. Nunca he sido amigo de las redes sociales y puede que eso me haya penalizado. Además, han cambiado los hábitos de consumo. La gente da prioridad a otras compras. No da para todo y, además, Internet ofrece la oportunidad de comprar más barato”.
Albisua tiene solo 52 años. “Me quedan unos 15 años para la jubilación y no veía posible seguir durante tanto tiempo”. Pero tomar la decisión de cerrar ha sido muy duro. “Confías en que llegarán tiempos mejores, en que lo que estás haciendo dará sus frutos, pero… Además, llevamos mucho tiempo y eso pesa. Pero al final hemos tomado la decisión. Me costó mucho poner el cartel en el escaparate, pues una vez que pones el cartel no hay vuelta atrás. Ha venido mucha gente, extrañada. No creían que esto fuese a pasar nunca. Pero la pena y la trayectoria no dan de comer. No tenemos fecha de cierre, pero queremos cerrar cuanto antes. Lo marcará el ritmo de las ventas”.
Quiere dar las gracias a los vecinos. “Hemos vivido gracias a la gente. Solo podemos estar agradecidos. Cuando se cierra una puerta, se abre otra. Nos veremos en algún otro lado. Tampoco quiero olvidarme del que era mi suegro: siempre estaba dispuesto a ayudar. Es lo que tiene el pequeño comercio: siempre le pides ayuda a la familia”.
De cara al futuro, no quiere mostrarse excesivamente negativo. “Hay muchos locales vacíos. El comercio ha cambiado. Es muy difícil abrir un negocio como el nuestro, sin el apoyo de un grupo. Hay que alquilar o comprar el local, decorarlo, renovar el género cada seis meses… Creo que el comercio de los pueblos será más pequeño que hasta ahora y estará unido a las necesidades de cada momento. En su día hubo locutorios, después pusieron fruterías, hoy en día se están abriendo tiendas de artículos para los móviles y de cuidado de uñas… Además, cuando la gente va a una fábrica pregunta por el horario y el sueldo. En el comercio no tenemos ni horario ni sueldo fijo. Para abrir una tienda tienes que tener muy claras las cosas y mucha ilusión. Además, los jóvenes de hoy en día tienen otra filosofía de compra”.