El rey Alfonso XI firmó la Carta Puebla que concedió el derecho a constituirse como villa a los moradores del enclave conocido como Sant Martín d’Ahezcoytia de Yraurgi el 4 de enero de 1324. Aquel acto burocrático supuso el nacimiento de oficio de lo que hoy es Azkoitia, pero lo cierto es que este enclave atravesado por el río Urola ya estaba siendo habitado sin necesidad de ninguna firma real muchos años antes de aquel día de enero de 1324. Para constatarlo no hay más que recorrer el poblado fortificado de la Segunda Edad de Hierro de Munoaundi, como hicieron las personas que participaron en la visita guiada programada por Aranzadi a finales del pasado mes de julio. 

Localizado en 1995, Munoaundi está siendo objeto de distintas excavaciones para conocer los secretos que atesora este enclave desde que fue ocupado por sus primeros moradores a caballo de los años finales del siglo V a. de C. y el comienzos del IV a. de C., hasta que fue abandonado en el siglo I a. de C. El yacimiento, que está datado en la Segunda Edad de Hierro, se ubica en una colina situada a 400 metros de altura con amplias vistas sobre el valle de Iraurgi. Ocupa siete hectáreas y, desde que fue descubierto, los técnicos de Aranzadi no han parado de recopilar datos que les han permitido tener una visión más nítida del día a día de sus habitantes. 

El eje del poblado era un muro de 500 metros presidido por dos torres en la zona de acceso al recinto. Parte de esa estructura defensiva ya es visible, como comprobaron las personas que participaron en la visita guiada programada por Aranzadi. El variopinto grupo formado por una treintena de personas estaba compuesto por aficionados a la historia y personas con inquietudes culturales llegados desde Donostialdea, Elgoibar, Eibar, Azpeitia, Azkoitia y otras localidades.

¿Cuántos habitantes tuvo Munoaundi?

Tras reunirse en Abaraxka, iniciaron una marcha de unos 20 minutos a pie hasta Munoaundi para dar comienzo a un recorrido por el yacimiento de la mano de Antxoka Martínez e Izaro Quevedo. Allí tuvieron ocasión de ver los restos de la muralla, una construcción de dos metros de ancho formada por piedras de gran tamaño tanto en su parte exterior como en la interior, a la que se le sumó una zona de relleno de pequeñas piedras en la zona central.

Las casas que ocupaban los ganaderos, agricultores, cazadores y recolectores que vivían en Munoaundi se levantaron al lado de la muralla, dejando un pasillo entre ella y las viviendas y, curiosamente, no se repartían por igual a lo largo del enclave.

“Hemos constatado que parte del poblado estaba ocupado por viviendas, pero hay otras zonas del asentamiento que, aparentemente, estaban vacías. No hemos localizado restos de casas y todavía tenemos que encontrar el significado de ese hecho”, manifestó Antxoka Martínez. Otro misterio por desentrañar es cuántas personas pudieron vivir en Munoaundi en su época de mayor apogeo. “Los estudios de superficie y las catas nos dan una información limitada. No sabemos cuantas viviendas pudo haber, ni cuál podía ser su ocupación: ¿500 personas? ¿1.000? ¿2.000?...A día de hoy todo son especulaciones”.

Hallazgos

Las excavaciones de este año se han prolongado por espacio de tres semanas. Una veintena de jóvenes, en su mayor parte estudiantes, han colaborado con los miembros de Aranzadi en la búsqueda de respuestas a los secreto que guarda el poblado. Mientras los voluntarios seguían con su minuciosa labor a la búsqueda de restos, los visitantes continuaron con su recorrido por el yacimiento, atentos a las explicaciones de Martínez y Quevedo sobre la historia del asentamiento y los restos localizados hasta la fecha. En ese material se incluyen elementos como piezas cerámicas hechas a mano y con torno, cuentas de collares, un molino de vaivén, puntas de lanza, una fíbula (hebilla) y pesas que confirman la existencia de actividad comercial en el enclave. De entre esos hallazgos, brilla con luz propia una pieza cerámica recuperada íntegramente, algo que constituye un hito en los yacimientos de la Edad de Hierro de Gipuzkoa.

”Las particularidades del suelo sobre el que se asienta Munoaundi juegan en contra de la conservación. El suelo es muy ácido, tiene un pH muy alto, y daña mucho a las piezas cerámicas que puede haber en el subsuelo, lo que dificulta las excavaciones”, indicó Izaro Quevedo.

Pese a estos problemas, Aranzadi y los voluntarios que participan en las excavaciones siguen adelante con su labor de estudio. Cada campaña suele venir acompañada de nuevos descubrimientos que ayudan a conocer mejor cómo era el día a día de los pobladores del valle del Urola hace más de 2.500 años, y seguro que la que se ha llevado a cabo este verano no será una excepción.