El caserío Amillubi y los terrenos que lo rodean se han convertido en el símbolo de un proyecto colectivo de agricultura ecológica liderado por Biolur que aspira a convertirse en un espacio de referencia para los productores y las productoras que apuestan por este tipo de cultivos. El proyecto busca, a su vez, reivindicar la necesidad que tenemos como sociedad de proteger las tierras de cultivo así como de ayudar a las personas que trabajan en ellas para garantizar una alimentación saludable en nuestro territorio. Otra de las metas que persigue es revertir la pérdida de suelos de calidad para el cultivo que está sufriendo el sector primario vasco, lastrado por una práctica centrada en el aprovechamiento de las tierras de labranza como espacios para el desarrollo de proyectos urbanísticos (viviendas, polígonos industriales,...), que terminan convirtiéndolas en un bien especulativo. “El reto”, afirman desde Biolur, ”es seguir avanzando en el camino hacia una soberanía alimentaria basada en la producción de alimentos saludables cultivados por productores locales y alejada del modelo actual, en el que la práctica totalidad de la producción viene de fuera de nuestro territorio. Todo ello sin perder de vista otras metas, como conseguir recuperar el atractivo del campo como espacio para desarrollar un proyecto de vida, dando respuesta de este modo a uno de los problemas más serios que arrastra el sector agrícola, la falta de relevo generacional”.

El entramado conceptual que sustenta el proyecto que tiene como eje al caserío Amillubi. Ubicado en Zestoa, junto al meandro que el río Urola hace en las proximidades del barrio de Iraeta, se trata de una construcción de tres plantas y 514 m2 de superficie que cuenta con 9 hectáreas de terreno a su alrededor. La calidad de sus suelos para el cultivo y su ubicación animaron a Biolur a poner en marcha un proceso de compra tras llegar a un acuerdo con los propietarios. El acuerdo establecía un precio de 330.000 euros que Biolur se comprometió a hacer efectivo en el plazo de dos años. Con el fin de afrontar el desembolso, Biolur puso en marcha una campaña de crownfounding en la que el objetivo era recaudar 150.000 euros para hacer frente a los primeros pagos y acometer las obras de acondicionamiento del caserío. La campaña finalizó el pasado mes de mayo con un balance de 144.000 euros, cifra que, sumada a las aportaciones realizadas por miembros de Biolur y agentes vinculados al proyecto, y al dinero recaudado en los diferentes actos que Biolur ha llevado a cabo en los últimos meses para dar a conocer Amillubi, da como resultado una recaudación total de 190.000 euros que invita a mirar con optimismo el futuro.

La búsqueda de financiación es responsabilidad de uno de los tres grupos dinamizadores creados para hacer posible la materialización del proyecto. 15 personas -dos con contrato de media jornada y 13 más voluntarias- se reparten las tareas en el grupo financiero, en el grupo responsable de proyectos y en el de comunicación. Al trabajo de estas 15 personas se le suma el de otros miembros de la asociación Biolur y el de los voluntarios, que no dudan en participar en la labores necesarias para acometer obras de mejora como las que se vienen llevando a cabo en el caserío en estos últimos meses con la fórmula de auzolan, fieles a la idea de proyecto colectivo que define a esta iniciativa.

Estas labores también están teniendo reflejo en los trabajos que se están haciendo actualmente en los terrenos de Amillubi. Una de las prioridades de esta iniciativa es servir de apoyo a proyectos de producción de alimentos para la ciudadanía que ya están en marcha. De hecho, hoy en día ya se está trabajando en esos viveros y se están empezando a obtener los primeros resultados. “Estamos cultivando plantas de puerro para ofrecérselas a los productores que forman parte del Biolur y, en caso de haber excedentes, al conjunto la ciudadanía. También estamos cultivando especies locales de judías y maíz con el mismo fin, y otro tanto sucede con unas semillas de alubias que también hemos plantado. Estamos dando los primeros pasos, pero vendrán más en el futuro más inmediato”, manifestó Ane Rivas, componente de Biolur.

Desarrollo del proyecto

Mientras la fase de compra continúa y el caserío Amillubi y los terrenos que lo componen se van llenando de cultivos, Biolur y las agentes colaboradores que participan en el proyecto tienen por delante la labor de concretar cuáles serán sus próximos pasos para consolidar su estrategia y alcanzar los fines que persiguen. Se trata de un proceso que se va a llevar a cabo a lo largo de los próximos meses y en el que, tal y como manifestó Ane Rivas, cuentan con un modelo de referencia en el que mirarse, el proyecto Lurzaindia. Esta iniciativa vio la luz en Iparralde en 2013, animada por el objetivo de frenar la especulación de las tierras de cultivo. Su estrategia se sustenta en medidas como la compra de terrenos para impulsar y apoyar pequeños proyectos agrícolas de carácter local, tal y como se quiere conseguir con la iniciativa que Biolur ha puesto en marcha en Zestoa. “El proyecto que Lurzaindia lleva a cabo en Iparralde es un ejemplo de lo que buscamos, pero a diferencia de lo que sucede en nuestro territorio, en el Estado francés hay una legislación consolidada que da pie a poner en marcha estrategias para frenar la especulación de los terrenos y destinarlos directamente a la producción de alimentos”. 

En ese mismo ámbito se sitúa también el encuentro sobre soberanía alimentaria que prevén realizar los días 22 y 23 de noviembre bajo el título Utopien Topaketak. Con este encuentro buscan reforzar las redes entre diferentes agentes, compartir conocimientos y experiencias con otros proyectos e intentar trazar la ruta a seguir para alcanzar los objetivos fundamentales de proyecto, entre los que se incluye el relevo generacional, en colaboración con las personas productoras y agentes implicados.