Punto neurálgico de buena parte de la vida social e icono de Arrasate, el Portal de Abajo o Portalón es, sin duda, uno de los elementos arquitectónicos más emblemáticos del Casco Histórico y, por ende, del municipio. Un vestigio en pie del recinto amurallado de la villa medieval de Mondragon, que disponía de seis puertas de entrada y salida.

Acusa el paso del tiempo

Este testigo mudo de siglos de historia acusa el paso del tiempo. Las señales que alertan de que algo no va bien son evidentes. En agosto de 2022 se desprendieron algunas piedras, y aunque afortunadamente no hubo incidentes que lamentar, el imponente arco lanzó un SOS. “La estructura está agrietada y en los últimos años ha crecido vegetación, y esto aumenta el problema de las grietas”, advierten desde el Ayuntamiento.

Conservar y proteger el patrimonio histórico-artístico en buen estado es uno de los objetivos que se han marcado los responsables municipales dentro de su Plan de Gobierno. La idea es ir subsanando de manera periódica y programada, con actuaciones de mantenimiento planificadas año tras año, los desperfectos que presentan estos significativos exponentes de la historia local; herencias del pasado.

Portalón

El Portalón recuperará su salud de cara a 2025, que es cuando está previsto acometer la intervención que pondrá en forma a este acceso que siempre ha recibido la consideración de puerta principal de entrada al Casco Antiguo. Esta distinción protagoniza un curioso episodio histórico. Y es que originalmente el arco que preside el Portal de Abajo perteneció a la puerta de Gazteluondo. Construido en agosto de 1768 fue tallado con piedra de Zaraia y Bergara, tal y como narra en algunos de sus escritos el cronista local José Letona (1908-1987). Sin embargo, para los mondragoneses de la época resultaba bastante ilógico que esta elegante construcción luciera en Gazteluondo, mientras que el Portalón, el lugar más representativo de la villa, se tenía que conformar con un arco más tosco y ordinario. Letona fecha en el año 1780 la resolución municipal de permutar ambos elementos arquitectónicos; una operación que costó 2.390 reales.

La antigua cerca perimetral que rodeaba al Casco Histórico, desde 2016 simbolizada por la escultura Harresi ezkutua del artista arrasatearra Iñigo Arregi, es actualmente poco más que un recuerdo histórico avivado por algunos pocos vestigios asimilados por las edificaciones que bordean el corazón de la villa. Las puertas que permitían la entrada al núcleo urbano primitivo han corrido mejor suerte. La mitad de estos portales conservan su arco: el Portalón, Zurginkantoi (reformado en 2018) y Kontzezino, y los tres restantes desaparecieron: Zerkaosteta, cantón de Olarte y Gazteluondo.

‘Arco’ de la cerrajera

Y de este escaparate de tiempos medievales a los restos y huellas del patrimonio que refuerza, aún más si cabe, el carácter industrial de Arrasate. La reparación de las losas, pilares y vigas del pabellón de entrada –del que solo queda una estructura en forma de arco– a la antigua empresa Unión Cerrajera se afrontó en la pasada legislatura, y este año se rematará la actuación con las labores de pintado que, según avanzan desde el Consistorio, está previsto que se materialicen “en los próximos meses”.

En esta tarea por preservar la riqueza patrimonial se incluye también la recuperación del antiguo horno de Telleria (Uribarri), una construcción que se vio afectada cuando se derribó el caserío del mismo nombre, en cuyo interior se encontraba esta instalación utilizada para la producción de materiales cerámicos como tejas, ladrillos o baldosas. Sin embargo, el informe realizado en 2002 por la Sociedad de Ciencias Aranzadi concluye que el estado de conservación de este horno es “bastante bueno”, y que constituye “uno de los mejores ejemplos” de este tipo de infraestructuras productivas que se mantienen en Gipuzkoa, comparable a otras como Bostaitzeta (Zerain), Uriberri Berri (Usurbil) y Altzibar (Zemaga). Su particularidad, reza el citado estudio, reside en que el horno de Telleria se encontraba dentro del desaparecido caserío que ha permitido preservarlo. Hoy en día este testigo y memoria viva de la extinta industria artesanal se levanta en el centro del polígono industrial de Markulete. En este momento en manos privadas, en los próximos meses pasará a ser de propiedad pública, tal y como adelantan desde el Ayuntamiento, y será entonces cuando este conjunto se integrará dentro del patrimonio local protegido. La intención de los responsables municipales es adecuar el horno como un centro de interpretación abierto a las visitas y disfrute de la ciudadanía. La ejecución de este proyecto, dentro del cronograma del plan de Gobierno, se enmarca entre este año y 2025.

Caserío gomestio

Este apartado dedicado al patrimonio pone el foco, igualmente, en el caserío Gomestio, cuya demolición en 2020 destapó el esqueleto medieval de esta construcción que data del siglo XV. Los elementos originales del armazón de madera se encuentran en el repositorio que la Diputación Foral de Gipuzkoa posee en Agorregi (Aia). La idea es armar la estructura restaurada de este caserío, enclavado en su día en el barrio de Uribarri (próximo a la antigua serrería de Atxa), como testimonio histórico-monumental de uno de los baserris más antiguos de la villa. No obstante, volver a levantar el caserío implica una importante inversión a la que se quiere hacer frente con la colaboración entre diferentes instituciones públicas a través de una financiación compartida.

Sobre el futuro emplazamiento, desde el Consistorio señalan que no “está decidido cuál puede ser el lugar más adecuado”, y recalcan que el objetivo es reconocer el valor histórico-patrimonial de la estructura medieval de Gomestio y ponerla al alcance de las y los arrasatearras. “Todavía es muy pronto; en los próximos años iremos conociendo los detalles del proyecto”, sentencian los responsables municipales.