El lasarteoriatarra Yeray Rodríguez Martín nació hace trece años con un problema intestinal que le impide asimilar todos los nutrientes de los alimentos. Sin embargo, hace un año en una visita a su médico en Madrid (la patología de Yeray debe ser tratada allí porque aquí no existe esa especialidad) este les recomendó que le suministraran hormonas del crecimiento.

“Para recibir este tratamiento nos derivaron a Osakidetza, porque aquí sí que le podían dar el tratamiento”, explica Patricia Martín, madre de Yeray. “Nosotros pensábamos que la baja estatura de mi hijo se debía a su problema intestinal y a algo más, pero en Osakidetza no vieron necesario hacerle más pruebas y achacaron todos sus problemas al intestino”, critica Martín.

Ante este panorama, los padres decidieron pagar de su bolsillo una analítica que arrojó el dato de que la hormona del crecimiento de Yeray estaba por debajo de los niveles recomendables para un chaval de casi catorce años. “Tanto el médico de Madrid como en una consulta privada nos dijeron que había que suministrarle la hormona cuanto antes, ya que una vez que se le cierren los huesos, ya no hay nada que hacer”, señala la madre.

Así las cosas, para no perder tiempo empezaron a comprarle las hormonas del crecimiento, mientras esperaban el visto bueno de Osakidetza. “Estábamos seguros de que nos la iban a conceder, después de tener varias pruebas que aseguraban que Yeray podía mejorar con la hormona del crecimiento”, apunta.

Sin embargo, los hechos no se sucedieron tal y como imaginaron los progenitores. Recibieron una negativa tras otra.

“El tratamiento de las hormonas le va muy bien, llevaba ocho meses sin crecer ni medio centímetro y desde que le damos la hormona ha crecido cuatro”, asegura Martín. A Osakidetza también aportó otra prueba: una foto de Yeray con sus amigos del colegio, en la que es fácilmente reconocible por su baja estatura. Hoy en día Yeray ronda los 1,30 metros, mientras que la altura media de los chicos de catorce años se sitúa actualmente en 1,70 metros.

“Ahora ya nos han dicho que van a hacer un silencio administrativo de seis meses, y luego podremos interponer una denuncia”, asevera.

Jornada solidaria para recaudar fondos

Hoy en la plaza Zumea de Andoain durante todo el día se llevará a cabo una jornada solidaria para recaudar fondos para Yeray. “Todo surgió en una comida con mis amigas de la infancia del barrio de Karrika. Les conté mi situación y dijeron que algo había que hacer. Sin embargo, no tenía mucha fe, ya que todos decimos que tenemos que movilizarnos y hacer algo, pero al volver al día a día se nos va olvidando”, recuerda Martín.

Sin embargo, esta vez no sucedió lo mismo y un día sus amigas le llamaron diciendo que ya estaba todo organizado para el día de hoy.

“Me he sentido muy arropada y abrumada no, abrumadísima. Se ha hecho una bola muy grande y todo el pueblo se está volcando. Una chica con la que estudié ha diseñado unas mochilas para donar lo que se consiga con su venta. También me han llamado de muchísimos medios de comunicación”, relata.

No sólo Andoain se está volcando. Lasarte-Oria también se ha sumado a esta ola de solidaridad, ya que allí, los padres, Patricia Martín y David Rodríguez, y Yeray son muy conocidos. No en vano, regentan el gimnasio Saito.

Es la primera vez que se va a hacer un acto solidario a favor de Yeray. Pero la buena acogida que está teniendo ha insuflado ánimo y fuerzas a toda la familia. “Si toda esta gente está apoyando la causa de Yeray, ni su padre ni yo vamos a dejar de luchar y vamos a denunciar a Osakidetza en el Juzgado de lo Social para que se hagan cargo de su tratamiento”, afirma.

Hoy en día, las hormonas les cuestan 500 euros al mes, pero la dosis va en aumento, por lo que los padres calculan que en unos meses tendrán que desembolsar 1.000 euros al mes.

Martín también agradece a su hijo las lecciones de vida que le ha dado desde que nació y que le hizo madurar a marchas forzadas y dar un giro de 180º a su modo de pensar.

“Yeray lleva toda la vida con una vía central y le ponemos todas las noches una bolsa de comida artificial, le pinchábamos todos los días con otro medicamento y ahora lo hacemos con la hormona del crecimiento. Está muy acostumbrado”, explica Martín.

“Yeray es un niño que no se queja de nada, es duro y le hemos hecho duro. Siempre se lo hemos contado y explicado todo”, indica, aunque reconoce que también hay momentos malos y que “la cruz se lleva por dentro”. “La gente no se puede poner en nuestro lugar si no le ha tocado vivir algo similar”, señala.

De hecho, Yeray ha pasado por el quirófano once veces y “lleva toda la vida luchando por sobrevivir porque aprecia mucho la vida”.

A pesar de todo ello Martín asegura: “No cambiaría a Yeray por nada del mundo, ni por un hijo sano, porque, si no, no sería Yeray. Él me ha enseñado lo que es vivir. Es un niño especial y todoterreno”. “No ve la vida como todos los demás niños, por desgracia para él, porque no da importancia a contratiempos que el resto de niños si les da, como es el hecho de romper un vaso o darse un golpe”, concluye.