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Zumarraga: Una casa racionalista pegada a una forja

Zumarraga: Una casa racionalista pegada a una forjaAsier Zaldua

La rehabilitación de Kalebarren (Zumarraga) ya está en marcha. Poco a poco, derribarán las viejas fábricas y la mayoría de las casas y construirán nuevos edificios de viviendas. Entre las que se salvarán hay una muy especial: la que construyeron los hermanos Pedro, Martina y Juan José Arrizabalaga hace 80 años.

Estos tres hermanos vivían en Agiña: en el caserío que había donde después se construyó la casa del bar. Uno a uno, bajaron de Agiña al casco urbano a trabajar. De allí a unos años, se unieron y abriron una carpintería en Kalebarren (en el edificio que había junto a la casa). Después, hace unos 65 años, pusieron en marcha la empresa Forjas Zumarraga (detrás de la casa). La casa se construyó antes que la forja.

María Ángeles Arrizabalaga (hija de Pedro), las hermanas Agurtzane y Garbiñe Basabe (hijas de María Ángeles) y Eli Zaldua (nieta de Martina), han hablado sobre la casa y las dos empresas.

María Ángeles comenta que ella es más joven que la casa. “Nací en 1941 y me trajeron a esta casa cuando tenía 14 meses”. La casa la construyó Felipe Mendiola, pero no saben quién fue el arquitecto.

El edificio tiene cuantro plantas. La planta baja acogió el almacén y las oficinas de la empresa Forjas Zumarraga y encima construyeron tres viviendas: una para cada hermano. Construyeron una buena casa, pero en el camino se encontraron con dificultades. “Querían hacer dos baños en cada vivienda, pero el alcalde no les dejó. Les dijo que teniendo en cuenta cuánto se comía, con un solo baño era suficiente. ¡En aquellos tiempos los alcaldes tenían mucho poder! En el lugar reservado para el segundo baño hicieron una despensa, pero después hicimos el segundo baño. Es una buena casa. Siempre he oído que tiene muy buenos cimientos”, cuenta María Ángeles.

Su hija Garbiñe le da la razón. “Además, es una casa muy grande. Cada piso tiene 167 metros cuadrados. Y tiene una terraza muy grande en su parte trasera”. Por si fuera poco, la cubierta es plana y en la misma da el sol las 24 horas del día. Es un lugar ideal para tomar el sol y durante la pandemia lo utilizaron para pasear.

Muchos vecinos les dicen que es una casa muy especial. El arquitecto urretxuarra Josu Maroto es de la misma opinión. “Es de estilo racionalista. Las ventanas redondas, las líneas rectas, las curvas de los balcones, la carpintería... es una casa muy bonita”.

Como era carpintero, Pedro Arrizabalaga hizo las camas de su casa. En la carpintería de los Arrizabalaga hacían mesas, sillas, costureros, percheros... En la forja, piezas para diversas empresas. Muchas eran para la automoción.

El ruido

Vivir junto a una forja no es sencillo, pero ellos se acostumbraron. “Empezaban a trabajar a las seis de la mañana. Si el martillo no se ponía en marcha, mi abuela se despertaba”, recuerda Eli. “¿Qué ha pasado? Hoy el martillo no ha golpeado, solía decir. En vez de despertarse con el golpe del martillo, se despertaba cuando el martillo estaba parado”.

Normalmente, había ruido de sobra. “Yo vivo enfrente y cuando me trasladé a mi casa la forja todavía estaba en marcha. Una vecina me dijo que le resultaba imposible dormir con el ruido de la forja”, comenta Agurtzane.

La empresa llegó a tener 35 trabajadores, pero en 2006 tuvo que cerrar sus puertas. “Se quedo obsoleta y las grandes empresas siempre suelen recibir más ayudas que las pequeñas”, se lamentan.

Kalebarren ha cambiado mucho estos últimos 80 años: el tren del Urola, el matadero, el Tiffany’s, las inundaciones, las fiestas de San Antonio... son historia. Dentro de poco, también desaparecerán los pabellones de Forjas Zumarraga y se construirán 120 viviendas y una gran plaza. La moderna casa que construyeron los tres baserritarras de Agiña será uno de los pocos edificios del viejo Kalebarren que quedará en pie.