Jean Carlos Mejías (Ecuador, 1992) es el chamán de los canes. Una persona con un don especial hacia los animales. Destaca su vínculo sobrehumano con los perros; y es que los tiene a todos encantados. Le siguen, le obedecen y le quieren. Ellos disfrutan de él, y él disfruta de ellos; de la mano y en manada. Los educa en grupo, al aire libre, y respetando su instinto salvaje.

¿Qué te inspiró a convertirte en educador canino?

Ocurrió por casualidad. Un día, mientras mi perra Luna jugaba en un parque de Beasain con otros perros, un dueño preguntó si alguien paseaba perros, y me ofrecí voluntario. El verdadero desafío surgió cuando me di cuenta de que ese perro tenía varios problemas. A partir de ahí, mi interés por la educación canina creció, hasta que finalmente decidí dejar todo atrás para dedicarme por completo a ellos.

¿Siempre has tenido cariño por los animales?

Desde siempre me han gustado los animales. He compartido mi vida con ellos. Además, mi vínculo con mi perra Luna siempre ha sido muy especial; nuestra conexión es única y casi la siento como una hija.

¿Por qué elegiste educar y guiar perros al aire libre y en manada?

La idea surgió cuando los perros mostraron la necesidad de estar libres, sin ataduras. Si esta libertad hubiera sido perjudicial para ellos, habría evitado este enfoque. Sin embargo, vi que esta dinámica beneficiaba a los perros, creando una simbiosis única. Elegí esta forma de trabajar porque era dedicada a los perros, no a las personas; y se convirtió en algo diferencial, así como en la base de lo que hago. No obstante, siento que los métodos tradicionales priorizan más al humano que al bienestar del perro.

¿Trabajas con perros de todas las razas y tamaños?

Sí, en su mayoría trabajo con perros de todas las razas, incluidos los considerados potencialmente peligrosos. Sin embargo, evito aceptar perros pequeños si presentan debilidades genéticas, ya que su fisonomía podría dificultar su manejo y desarrollo en entornos naturales.

¿A cuántos perros beneficias con tus conocimientos actualmente?

Bueno, eso es algo que varía. Por lo general, trabajo con entre 17 y 20 perros en cada sesión. Tengo el grupo completo los lunes y viernes, los días en los que realizo las clases de estructuración y educación. Los miércoles de excursión, en cambio, no siempre estamos al máximo, aunque en general tenemos un buen número de asistentes perrunos, los cuales disfrutan de juegos como el pilla pilla o la piscina de hojas. En agosto, suelo centrarme más en las residencias, ya que manejo tanto una lista de clientes para las sesiones en grupo como para estancias residenciales.

Trabajar con perros, especialmente al aire libre, implica una gran responsabilidad. ¿Cómo abordas la seguridad y el bienestar de los perros bajo tu cuidado durante las sesiones en la montaña?

La responsabilidad es significativa, dado que cada perro tiene una personalidad única. Utilizo diversas medidas para abordar la seguridad. Estar conmigo o con Luna (perra guía) para evitar escapadas es una de ellas. La correa de 20 metros es otra opción en función de la capacidad del perro. En última instancia, un examen de cinco pruebas determina si un perro está listo para integrarse plenamente en la manada.

¿Podrías compartir una historia de éxito que resalte tu método de trabajo?

En realidad, cada vez que veo a un perro prosperar en el entorno montañoso, considero que es un éxito. Ver a un perro corriendo libremente, disfrutando del entorno y adoptando la estructura de la manada es un logro en sí mismo. No obstante, lo que realmente destaco son los casos en los que los perros llegan con problemas de agresividad o comportamientos graves. Por ejemplo, recuerdo a una perra que casi no salía de casa debido a su etiqueta de agresiva. Pero después de unirse a la manada y socializar con otros perros, su transformación fue sorprendente. A través de interacciones positivas, especialmente con Luna, esta perrita pasó de ser temida a ser una compañera completamente normal.

¿Cuál es tu propósito como educador y guía canino?

Mi perspectiva hacia los perros es realista: los acepto tal como son. Si un perro es salvaje, así lo es. Intento gestionar sus emociones de manera adecuada. Mi objetivo es guiarlos para que puedan convivir con los humanos sin dificultades.