El único comercio que aún sobrevive en la calle Mayor de Irun está a punto de bajar la persiana. Calzados Pombar cerrará para siempre el próximo 31 de diciembre, tras más de 80 años siendo una tienda de referencia en la comarca del Bidasoa y fuera de ella. Pombar ha calzado a varias generaciones y ha visto crecer a niños y niñas que en su día la frecuentaban con sus padres e incluso abuelos, y que en la actualidad acuden con sus nietos.

Lo mismo ha sucedido al otro lado del mostrador. Fue Luis Pombar quien en 1940 puso en marcha la tienda. Previamente había regentado en el mismo local un comercio en el que vendía artículos de diversa índole, como productos de droguería, juguetes, utensilios de plástico que comenzaban a comercializarse por aquel entonces, etc. Sin embargo, él era zapatero remendón, por lo que aquel año decidió centrarse en ofrecer exclusivamente calzado.

Sus hijos crecieron, por tanto, entre cajas de zapatos. Cuando tuvieron edad suficiente, José Luis, Miguel y Jesús tomaron las riendas del negocio. Tras el fallecimiento del segundo y la jubilación del mayor, al frente del mismo quedaron Jesús, y su mujer, Inma Ariztia.

Han pasado más de dos décadas desde entonces, pero Calzados Pombar, regentado ahora por Inma y su hijo Óscar, sigue manteniendo la misma esencia. Los productos estrella continúan siendo, además de las zapatillas de casa, las alpargatas, que atraen a clientes de numerosas localidades de Gipuzkoa, Navarra e Iparralde. Una clientela que se ha mantenido fiel a lo largo de los años y para la que Ariztia solamente tiene palabras de agradecimiento. “Cuando enviudé la tienda me dio la vida, porque aquí me sentía bien. Y si pudiera les daría las gracias a todos los clientes, porque han sido fieles, gente maravillosa que me está dando mucho cariño ahora. Muchísima gente me está diciendo que les da pena que me vaya”.

Como ejemplo, Ariztia relata que recientemente ha visitado la tienda un madrileño que cada verano se acerca a comprar alpargatas. “Cuando le dije que cierro en diciembre se le saltaron las lágrimas. Me emocioné yo también, porque es un señor que sólo viene una vez al año, pero desde hace muchísimo. Después me dijo, ¿y dónde voy a comprar yo ahora las alpargatas?".

Es la misma pregunta que se hacen cientos de bidasoarras acerca de las alpargatas para fiestas. Y es que, tal como señala Óscar, “comprar las alpargatas de sanmarciales en Pombar se ha convertido en una tradición”. A ello contribuye, sin duda, el cariño con el que madre e hijo atienden a los clientes, explicándoles cada año cuál es la mejor forma de atarlas y cosiendo o cambiando las cintas en el momento si resulta necesario. Para esta última tarea utilizan una aguja que pertenece a la familia Pombar desde hace más de un siglo, puesto que antes de que se abriera la tienda, la madre del fundador la utilizaba para coser colchones de lana. “¡La de cintas que habremos cosido con ella!”, exclama Ariztia, asegurando a continuación que tras su jubilación la guardará “como oro en paño”.

Será una herramienta que sin duda extrañará mucha gente, ya que, tal como cuenta la viuda de Pombar, “muchos me han grabado en vídeo para saber cómo se cosen las cintas de las alpargatas”.

Todas estas muestras de cariño hicieron que el día de San Pedro a ambos se les saltaran las lágrimas al cerrar. “Nos pesaba el cuerpo pensando que era el último San Marcial en la tienda”. Y es que, a pesar de que el mes de junio resulta el más duro en cuanto a la intensidad del trabajo, “son días en los que te afloran muchos sentimientos y en los que hemos acumulado muchas vivencias. La gente está alegre y te lo contagian”, dice Óscar.

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Calzados Pombar de Irun echa el cierre en diciembre Javi Colmenero

Este jueves, el último San Ramón

Con la misma mezcla de sentimientos afrontan la llegada de San Ramón, que se celebra este jueves. Y es que Calzados Pombar también ha realizado una gran aportación a las fiestas de la calle Mayor, con el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Alpargata, una invención de Jesús Pombar. “Cuando comenzaron a celebrarse las fiestas, en 2002, a mi marido se le ocurrió lo del lanzamiento de alpargata. El primer año no se animó nadie, tuvimos que convencer a nuestros amigos para que se apuntaran”, recuerda Ariztia.

Pero el certamen no tardó en popularizarse y actualmente constituye el evento más importante del día. “La cola que hay ahora para lanzar es increíble, algunos años ha llegado a haber más de 400 participantes”.

Lo que no ha cambiado es la alpargata que se utiliza para el lanzamiento, que continúa siendo la misma que en los inicios. “Es auténtica, de las primeras que se hacían a mano, y sólo pesa 100 gramos. Por eso, aunque parece fácil, lanzarla es muy difícil. Muchas veces se ha quedado en balcones, y a más de una cabeza también ha ido a parar”, relata divertida la responsable de Calzados Pombar, quien recuerda además que su marido tuvo otra idea para fiestas que nunca les llegó a confesar, dado que falleció un año después de la primera edición del campeonato.

Una despedida agridulce

Pensando en el cierre definitivo y con la emoción reflejada en la mirada y en la voz, Ariztia confiesa que le da “muchísima pena”, pero al mismo tiempo admite que es lo que debe hacer. En este sentido, su hijo señala que “ahora mismo resulta insostenible seguir con una tienda de este estilo, y montar otra en los alrededores es imposible”.

Y aunque con tristeza, cuando el mediodía del 31 de diciembre bajen para siempre la persiana, lo harán con la satisfacción de quien sabe que ha hecho un buen trabajo. “Este es un final feliz. Nos vamos contentos, porque creemos que hemos hecho un gran trabajo, y eso se ve en que la gente está con pena de que cerremos”, señala el nieto del fundador.

En este sentido, Pombar considera que “el trato aquí no es frío como puede ser en otras tiendas de hoy en día. Empatizamos mucho con la gente, les damos conversación, nos reímos… La gente echa de menos eso. También que les asesoren. Los clientes que vienen a la tienda ni miran el escaparate, directamente preguntan y nos dejan a nosotros que les saquemos lo que consideremos”.

Un servicio “a la vieja usanza” que seguirán ofreciendo todavía durante cuatro meses, tiempo que aprovecharán para despedirse de todos aquellos clientes que con los años se han convertido en amigos.