Subir al monte Irimo de Urretxu es un bonito plan para estas vacaciones. Se trata de una cumbre accesible, desde su cima se disfruta de un bonito paisaje y en sus faldas hay un bar-restaurante con albergue y un museo sobre el interesante mundo de las abejas. Pero la gran joya de Irimo es Ipeñarrieta: pocos montes pueden presumir de contar con un palacio de 400 años en una de sus laderas.
Ipeñarrieta se integró perfectamente en el paisaje y se ha convertido en la principal seña de identidad de este monte. Irimo sin Ipeñarrieta sería como Santa Clara sin su faro o Gorbea sin su inconfundible cruz.
Los Ipeñarrieta ostentaron cargos importantes en la corte española. La casa de Ipeñarrieta la fundó Juan de Ipeñarrieta y el primer familiar que trabajó en la corte fue Cristóbal (1556-1612). Este urretxuarra fue secretario privado de Felipe III y miembro del consejo de Hacienda. De él desciende el título de conde de Mora. Hacia 1605 ordenó construir el palacio que lleva su apellido.
575 metros cuadrados Se trata de un coloso rectangular de 575 metros cuadrados de planta, con la fachada principal y la torre de piedra labrada traída desde Zumaia. El resto del edificio, que está declarado monumento, es de mampostería y los escudos están hechos con mármol blanco de Carrara.
Un hermano de Cristóbal fue abad de Santillana, otro, asesor de Felipe III y un tercero, secretario privado de Felipe IV. Sus hijos también se movieron en las altas esferas, ya que uno fue caballerizo mayor de Felipe IV y otra fue retratada por el propio Velázquez. Este cuadro está en el Museo del Prado y en 1989 se expuso en el Museo Metropolitano de Nueva York.
Pero los Ipeñarrieta no conservaron el palacio. El edificio, que ha pasado por varias manos fue adqurido en 1956 por la familia Izagirre, descendiente directa de los que siglos atrás habían entrado como sirvientes. La casa la adquirió Juan Joxe Izagirre y en la actualidad residen en ella su hijo Inixio y su familia.
En el mismo lugar donde ellos duermen, lo hicieron anteriormente Felipe III y su hija Ana de Austria o la reina Isabel II. Todos al amparo del monte Irimo, por supuesto.