Una boticaria ha tirado de la manta y se ha revelado el secreto. Lógico por otra parte. Entre tres turistas de una misma familia alojadas en una modesta pensión de la Parte Vieja donostiarra, contabilizaban más de 100 picaduras, rojos redoncheles por piernas y brazos.
Hasta hace relativamente poco, convivíamos con ladillas, pulgas y otros bichitos picantes. La depilación brasileña, cuando no el rasurado, con las primeras y la lavadora, la ducha diaria y el jabón con ambas, consiguieron casi eliminarlas. El fenómeno de los piojos se mantiene misteriosamente, gracias a la prohibición del lindane por supuestos motivos medioambientales. De los chinches, nos habíamos olvidado y las generaciones más jóvenes hasta desconocen sus características. Ya se irán enterando.
Ligado antaño a prisiones y cuarteles, donde era costumbre sacar las literas de madera al patio los días de sol y a alojamientos marginales, parecía que el DDT se había encargado de su desaparición. El Dicloro Difenil Tricloroetano, el insecticida que le valió el Premio Nobel de Medicina en 1948 a su descubridor, el químico suizo Paul Hermann Muller porque acababa con los insectos transmisores, entre otras enfermedades, de la malaria, el paludismo, el tifus o la fiebre amarilla, también neutralizó a los chinches.
La Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos lo prohibió en 1972 en un proceso no exento de polémica. En 2006, la Organización Mundial de la Salud se replanteó su autorización limitada a ciertas circunstancias, en un programa para erradicar la malaria, pero la prohibición de fabricación, comercialización y utilización del DDT perdura, quizás por razones que no obedecen a la ciencia estrictamente sino a otros intereses. Y los chinches lo celebran.
Hoy son una plaga en constante expansión. Como anécdota ilustrativa, este mes de septiembre, mientras en Donostia celebramos el Festival de Cine, en Madrid se han visto obligados a cerrar la Filmoteca por la presencia masiva de chinches. Su presencia no está relacionada con la higiene personal. Han aparecido en los hoteles lujosos y en las pensiones humildes y en domicilios de todo tipo.
El chinche de cama (Cimex Lecturalius) es un insecto hematófago (se alimenta de sangre humana) y que normalmente se encuentra en las camas y mobiliario de los dormitorios. Su actividad aumenta durante la noche, momento en el que se alimentan produciendo picaduras.
Este insecto está presente en todo el mundo. No está comprobado que transmitan enfermedades. El tamaño y aspecto varía según el momento de crecimiento en el que se encuentren e incluso si acaban de alimentarse o no. Cuando salen del huevo son insectos pequeños de color semitransparente, de color marrón claro y del tamaño de la cabeza de un alfiler. De adultos son planos, con cuerpo ovalado, color rojo óxido y del tamaño de una semilla de manzana.
A veces se aprecian pequeñas manchas negruzcas de sangre, excrementos y huevos, que podrían confundirse con manchas de humedad, en las costuras y pliegues del colchón, sábanas, fundas de almohadas y muebles tapizados, en las grietas y fisuras de los muebles, en los rodapiés y grietas de paredes.
Hace un par de años, la consulta de la pediatra de un centro de salud donostiarra advirtió de su presencia; luego un profesor procedente de Reino Unido; más tarde han sido Madrid, Salou, algunas localidades del sur de Francia y, especialmente, los albergues del Camino de Santiago, los puntos en los que los afectados manifiestan haber pernoctado y sus equipajes los vehículos de transporte de la plaga.
La página web de Sanidad Municipal de Nueva York -y la de Donostia- contiene amplia información sobre las medidas a adoptar frente a esta plaga.
Su eliminación requiere el concurso de una empresa especializada; harán falta, cuando menos, dos tratamientos espaciados en diez o doce días; posiblemente sea necesario eliminar de forma coordinada con el servicio de recogida de enseres, colchones, ropa de cama y algunos muebles. No es ninguna broma. Nunca se deben utilizar aerosoles domésticos, porque conseguimos que los insectos se dispersen por la casa.
Todo aquello que se pueda lavar, incluidas las cortinas, lávelo en un programa a una temperatura mínima de 60ºC y luego con una secadora de aire caliente lo seca, durante dos horas al menos, a 45ºC. Si en su domicilio no puede alcanzar estas temperaturas, traslade todos los textiles del hogar (ropa, cortinas, colchas...) a una lavandería, en bolsas de plástico correctamente cerradas. Lo más eficaz para eliminar los chinches es el calor seco.
Para aquellas prendas y enseres (maletas, bolsos, zapatos....) que no soporten estas temperaturas, deberán introducirse en un congelador durante un mínimo de una semana. Existen empresas que ofrecen este servicio.
La infestación por chinches es, probablemente, una de las plagas más complicadas y costosas de erradicar. Por lo tanto, es muy importante estar muy bien informado y conocer cómo identificar el problema y su solución.Doctor en Veterinaria