Los urretxuarras han celebrado estos días las fiestas de Santa Anastasia. José Javier Larrañaga, Jostenka, y Juan Manuel Kerejeta, Atxunberri, son el Celedón y la Marijaia de Urretxu. Participan en diversos actos festivos con la banda de txistularis y, cuando no están tocando, disfrutan del resto de las actividades. Siempre juntos, trabajando por la banda de txistularis y por el pueblo. Son tan buenos amigos, que tienen costumbre de desayunar juntos el fin de semana y suelen compartir un croissant.

Kerejeta y Larrañaga llevan juntos más años que los mismísimos Pantxoa eta Peio. Los de Iparralde son algo mayores y nacieron en distintos pueblos, mientras que Kerejeta y Larrañaga nacieron a pocos metros el uno del otro.

Jostenka es del 49 y Atxunberri del 50. Se conocen desde niños, pues sus padres procedían de Azpeitia y eran de la misma cuadrilla. “Los Segurola, Larrañaga, Kerejeta, Aldalur... vinieron de allí y eran como hermanos”.

El padre de Kerejeta trabajó en la empresa Esteban Orbegozo y el de Larrañaga en Patricio Echeverría. Antes de casarse, solían volver juntos a Azpeitia: iban hasta Pagotxeta y allí cada uno cogía el camino que llevaba a su caserío.

Cuando se casaron, iban de egunpasa con sus esposas y sus hijos. Las dos familias iban juntas: los domingos a lo que ahora es el restaurante Etxeberri (entonces era una sidrería) y una vez al año a Lierni. Iban hasta Ormaiztegi en tren y de allí subían a pie.

Sus padres eran grandes amigos y ellos también se volvieron inseparables. “De niños nos pasábamos el día jugando en la calle, con el resto de chicos y chicas”.

La música les unió más aún. Kerejeta aprendió a tocar el tambor en el pasillo de la casa de Ramón Esnaola. “Necesitaba tamborreros y me pidió que fuera a su casa. Mientras él comía, yo tocaba el tambor en el pasillo. De vez en cuando me decía, hay que hacerlo así”, recuerda.

Larrañaga, por su parte, aprendió a tocar el txistu con Santi Gutiérrez. Recuerda perfectamente cuándo se estrenó en una kalejira: el día de Navidad de 1963. Desde entonces, ha tocado infinidad de veces en las calles de Urretxu. Y también fuera del pueblo.

Muchos amigos En aquellos tiempos no había muchas oportunidades de salir de Urretxu y la banda de txistularis les permitió hacerlo. “La banda de Urretxu la formábamos unos 25 músicos. No había ninguna otra banda tan grande y nos llamaban de muchos sitios. En 1968 fuimos a fiestas de Baiona y pasamos varios días allí. Nos hicieron un pasaporte colectivo. No lo olvidaremos jamás. En octubre vamos a ir a Schwarzenbruck (pueblo alemán que está hermanado con Urretxu). Hemos hecho muchos amigos gracias al txistu”.

Solo tienen buenas palabras el uno para el otro. Además, tienen muchos puntos en común. Por ejemplo, los dos son muy puntuales. “Los dos aparecemos siempre 10 minutos antes de lo estipulado. El tercero (José Mari Lasa) era peor en eso...”.

Desde que Lasa falleció, tienen más trabajo en la banda de txistularis. Afortunadamente, cuentan con el apoyo de los jóvenes. Pero están preocupados porque tienen pocos niños.

Solo hay tres y uno de ellos es el nieto de Kerejeta. “Me hace mucha ilusión tocar con él. Además, viene a gusto a los ensayos. ¿Cómo le voy a dejar solo?”. Tiene una buena excusa para seguir tocando.

Larrañaga, en cambio, va a dejar la banda. “No tenía intención de tocar este año porque tengo las piernas fastidiadas, pero ha surgido lo de Alemania y... Eso sí, seguiré tocando con el grupo de veteranos”. Y compartiendo un croissant con su inseparable amigo, claro.