los piratas, finalmente, abordaron la ciudad. A pesar de las olas y del aviso por tormenta, que puso en peligro la celebración del acto, las balsas y colchonetas de los participantes llegaron a la playa de La Concha. Cerca de 1.400 asistentes y 200 balsas cruzaron la bahía con dificultad. A quien no se le hundió la barca, tuvo que surfear las olas y los que iban a nado lucharon contra una mar revuelta por el mal tiempo.
Antes del cohete que marca el inicio del reto, que cumplió ayer 16 años, los pórticos del puerto se convirtieron en los vestuarios donde calzarse todo tipo de flotadores, manguitos y disfraces para la ocasión y el lugar donde pintarse cicatrices a modo de pirata.
Ohiana Alder y su cuadrilla, que nacieron el mismo año que el Abordaia, se mostraron “muy contentas de, por fin, poder participar”. Su balsa, Artly, estaba compuesta por palés y bolsas. Como no tenían remos, consiguieron palos de bambú y se armaron unos con unos recogedores. No tenían lema pero, al ser preguntadas, manifestaron que llevaban por bandera un delantal morado, “de las mujeres, en contra de los ataques sexistas”.
Las cuadrillas se agrupaban en la cuesta del puerto a la espera de poder entrar al agua. El tiempo no era el idóneo para el abordaje: había oleaje y viento pero, a diferencia del año pasado, aunque el mensaje era de precaución, los piratas iban a poder salir a la mar.
Por culpa del temporal Saioa Artega y sus amigos dejaron su balsa en casa, pensando que el abordaje se quedaría en el puerto. Después de cinco años participando, “por fin” confiaban en la cámara de rueda de tractor que habían conseguido para llegar a la playa, que era “hinchar y listo”, pero, finalmente, se decidieron por una colchoneta, unos manguitos y “¡a nadar!”. Coincidió toda la cuadrilla en que “el ambiente, con todo el mundo disfrazado” y la música hacen que el de ayer sea el mejor de la Aste Nagusia donostiarra para estos amigos.
Tanto es así que no solo llegaron vecinos de Donostia dispuestos a abordar la playa con sus equipamientos piratas. Un grupo de remo de Tolosaldea se lanzó a la mar al grito de ¡txapin!, el lema que les ayuda en sus regatas. Uxue Zubiarrain explicó que su balsa se componía de “celo aislante, bridas, palés y colchonetas” con la que confiaban llegar a la playa, aunque consideró el “riesgo de ahogarse”, comentó entre risas.
De que eso no ocurriera se ocuparon los servicios de bomberos marítimos que cuidaban de la fiesta desde el agua, así como desde la organización que pidió ser cuidadosos, “no hacer aguadillas y ayudar en caso de ser necesario” a cualquier pirata en apuros.
Como era de esperar, algunos participantes llevaron el flotador de moda del año: el unicornio gigante de colores. Un grupo llegado desde Barcelona confiaba “estar a la altura” para abordar la playa como un donostiarra más con su flotador y “la balsa Puigdeboat”, preparada dos o tres horas antes.
Después de la espera, los piratas se lanzaron al abordaje, surfearon las olas que desafiaban a todo aquel que se decidía por alcanzar la playa y se hicieron con Donostia para que la fiesta no parase.