Zumarraga - ¿Qué estudió?
-Estudié Filosofía y Ciencias de la Educación. El segundo año tuve que elegir entre Filosofía Pura, Psicología y Pedagogía y elegí Filosofía Pura.
Trabaja de profesor.
-La filosofía, al principio, agrupaba todas las ramas del saber. Poco a poco, se fueron independizando de la filosofía. Pero la filosofía está muy unida a la educación. Está unida a reflexionar acerca de cualquier tema. Además, tras estudiar Filosofía, tienes dos opciones: ser un filósofo famoso y publicar libros o ser profesor. Yo tenía bastante claro que quería ser profesor. Mi duda radicaba en trabajar con niños pequeños o no. Preferí trabajar con adolescentes. He solido hacer sesiones de filosofía con niños de 6 a 12 años, pero se me hace más fácil trabajar con los de 14-18 años.
¿Los niños son capaces de reflexionar sobre temas profundos?
-Están preparados, pero hay que amoldar las sesiones a su capacidad de comprensión. Es asombroso lo preparados que están para reflexionar. Responden siempre, pero desde otra posición. Si les encaminas, pueden hablar de la muerte, la soledad, el sentido de la vida... Además, no tienen los miedos que tienen los adolescentes: “¿Será correcto lo que voy a decir?”, “¿Qué pensarán los demás acerca de lo que voy a decir?”... Los niños son más espontáneos que los adolescentes.
Por lo tanto, todas las edades son buenas para filosofar.
-Así es. Ese es precisamente el objetivo de la filosofía práctica, que tan de moda está estos últimos años: mostrar que la filosofía radica también en reflexionar, no solo en aprender las reflexiones de los grandes filósofos.
El ser humano está hecho para pensar.
-Pensar es para nosotros lo mismo que para los pájaros volar. No se puede imaginar un pájaro que no quiera volar. Del mismo modo, los seres humanos necesitamos pensar. Y la filosofía nos enseña a pensar de manera ordenada y sistemática. Pensar de cualquier manera no es filosofía.
¿Pensar demasiado no es peligroso?
-Pensar demasiado no es malo, pero hay que seguir un buen método. Sino, los pensamientos pueden llegar sin orden ni concierto y eso no es bueno. Las reflexiones no pueden andar como la ropa en una lavadora. La filosofía nos da herramientas para encaminar las ideas. Si te quedas a gusto con el proceso, aunque no llegues a ningún lado, ya es algo. Sócrates jamás alcanzaba la verdad. Lo importante era el proceso: ordenar las ideas, formularlas mediante la lógica y exponerlas correctamente mediante el lenguaje. Si además de todo ello, encuentras la verdad... ¡felicidades!
Ha mencionado que los alumnos de Filosofía tienen dos salidas: convertirse en filósofos de prestigio o ser profesores. En la actualidad, ¿hay filósofos conocidos?
-En los siglos XIX y XX dejaron de considerar que el mundo y la existencia eran algo ordenado. Se puso en tela de juicio esa idea, la religión comenzó a perder fuerza... Aparecieron Marx, Nietzsche, Freud, Darwin... Todas las certezas de hasta entonces se pusieron en entredicho y surgieron distintas corrientes filosóficas. Con la desaparición de las certezas objetivas, apareció la subjetividad: cada uno tiene su verdad. Aparecieron el estructuralismo, el personalismo.... muchos -ismos. Surgen la filosofía social, la del lenguaje, la de la mente... Los filósofos se especializan y dejan de destacar tanto. En las épocas de Aristóteles, Platón, Descartes... había menos filósofos y las interpretaciones del mundo también eran menos.
¿La filosofía ocupa el lugar que le corresponde en la sociedad de hoy en día?
-La filosofía está resurgiendo: la filosofía para los niños, los cafés filosóficos, la asesoría filosófica... La tecnología y las redes sociales hacen que vivamos muy deprisa y nos hemos dado cuenta de que necesitamos reflexionar. De hecho, la filosofía es reflexionar acerca de lo que hacemos. Cuando pones todo en duda, comienzas a filosofar. Es paradójico: mientras en la sociedad la filosofía está resurgiendo, en el sistema educativo está retrocediendo.
Su txoko guipuzcoano favorito. Los acantilados de Sakoneta, entre Zumaia y Deba.
Un paisaje idílico. Cualquiera que combine la naturaleza, la soledad y la historia.
Una fiesta. Una con poca gente y buen vino.
Un monte. En Oñamendi, un montículo situado junto a Oleta, me suelo sentar muy a gusto.
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ipuzkoando