Contar la historia de Boinas Elósegui es contar la historia de la txapela tolosarra, pero también supone desgranar los retales de vida de Antonio Elósegui, un empresario modélico, adelantado a su tiempo, comprometido políticamente, que realizó numerosas acciones altruistas a favor de Tolosa. Fue él quien condujo a la fábrica textil tolosarra a su cénit y consiguió que Tolosa se convirtiera en la gran embajadora de la boina en todo el mundo, título que se resiste a perder.

Los tolosarras Joseba Urretabizkaia y Paco Lizarralde se propusieron hace algo más de un año publicar el libro que recoge los 160 años de existencia de Boinas Elósegui, publicación que fue presentada ayer en el salón de plenos del Ayuntamiento con la presencia, entre otros, del diputado de Cultura, Turismo, Juventud y Deporte, Denis Itxaso; la alcaldesa, Olatz Peon; y representantes de la fábrica. También desde ayer se puede visitar en el Palacio Aranburu una exposición con varios paneles a través de los cuales se puede recorrer la historia de la firma tolosarra, fotografías antiguas, maquinaria, boinas y piezas únicas.

Cuenta Paco Lizarralde, que se ha encargado de los textos, que tanto él como Joseba Urretabizkaia al frente de la parte gráfica habían visto la necesidad de rendir un homenaje a esta histórica fábrica y, por ende, a su promotor, Antonio Elósegui. El libro, con tapas duras y ejemplares numerados, dedica sus páginas a explicar la creación de la fábrica en 1858, la evolución del proceso productivo, las singularidades de la boina vasca o el catálogo de modelos, pero se detiene, especialmente, en ensalzar la figura de Antonio Elósegui. “Fue considerado empresario ejemplar, pero también fue alcalde de Tolosa y nos parecía importante dar relevancia a su figura y la aportación que realizó al pueblo de Tolosa. Si Boinas Elósegui es hoy por hoy lo que es, no cabe duda de que es por su fundador”, explica Paco Lizarralde.

Industrial ejemplar

El espíritu inquieto le acompañó a Antonio Elósegui desde bien joven. A pesar de pertenecer a una familia acomodada de Tolosa, con 17 le pidió autorización a su madre para viajar a México. Volvió cargado de proyectos y ganas de emprender. “Se le ocurrió crear una fábrica de calcetines, pero cuentan que los primeros le salieron con una forma muy extraña, que parecían txapelas. Por eso le puso a la fábrica el nombre La Casualidad. En aquella época, además, coincidió que el sombrero estaba siendo sustituido por la boina, porque era más económica y más cómoda”, detalla Lizarralde.

La producción inicial era de una boina por operaria y día, pero Antonio Elósegui no se conformaba y recorrió toda Europa con el fin de mejorar el proceso productivo. “Con el salto de la empresa al mercado internacional se incrementó mucho la demanda, por lo que la fábrica llegó a tener 280 operarios, que llegan a producir más de 3.000 boinas diarias”, explica Paco Lizarralde.

De esta forma, Antonio Elosegui consiguió amasar una gran fortuna, pero no escatimó en el bienestar de sus trabajadores. “Creo una gau-eskola para los obreros donde se rezaba el rosario; de cada cien peseta de beneficio guardaba cinco euros para los obreros; a cada obrero les quitaba 25 céntimos para otra caja de la cual se echaba mano cuando alguno estaba enfermo y, además, él se encargaba de pagar el médico y las medicinas. Esto era algo insólito en aquella época”, reconoce Lizarralde. En la audiencia especial que le concedió León XIII, fue presentado como industrial modelo.

El industrial tolosarra recibió varios galardones en Baiona (1864), París (1889), París (Medalla de Oro, 1900) y Zaragoza (Medalla de Oro, 1908). Rehusó los cargos y títulos que le ofreció Carlos de Borbón, a cuya causa estaba entregado. Tuvo ideas políticas de significación tradicionalista y al ser una persona adelantada a su tiempo, le ofrecieron varios cargos carlistas e, incluso ser diputado en cortes, pero los rechazó. Solamente aceptó el de diputado foral y el de ser alcalde de Tolosa, entre el 1 de enero de 1867 y el 30 de septiembre de 1868, lo cual se sirvió para conocer las necesidades de su pueblo, que trató de subsanar.

De modo que dedicó su vida, además de a los negocios, a realizar cesiones a favor del pueblo de Tolosa llevando a cabo numerosas acciones benéficas: construyó el edificio de las Siervas de Jesús, colaboró con la Casa de Misericordia, reedificó el santuario de Izaskun, y donó a la parroquia de Santa María las tallas de la Dolorosa y el Cristo Yacente, entre otras muchas.

Adelantado también a la corriente cooperativista actual, trató de montar con los baserritarras de su finca de Bedaio una granja colectiva. A raíz de su acción agrícola y a las obras de explotación y plantaciones que realizó, logró el mayor manzanal del País Vasco tras la importación de 5.000 árboles de Normandía.

No cabe duda de que la vida y obra de Antonio Elósegui da para más de un libro. Su empeño y el de sus sucesores han hecho que Boinas Elósegui cumpla este año 160 de existencia. “Es un trozo de historia de Tolosa, que merece la pena conocer”, concluye Paco Lizarralde. El libro podrá adquirirse en las librerías Aranburu y Babel.