Hay casas de ladrillo, madera, piedra... Por haber, hasta hay una a la que llaman la casa de goma. Se encuentra en Urretxu. Evidentemente, no está hecha de este material. Pero algo tiene para que haya acabado siendo conocida por ese nombre.
La casa de goma es uno de los edificios de viviendas más antiguos de la localidad de Urola Garaia. Se cree que ya estaba en pie en el siglo XVIII. Le llamaban Posta Etxea, pues acogía el denominado Servicio de Correos y Venta de Sala. Era el lugar donde paraban las diligencias.
En el siglo XX sufrió una gran transformación exterior e interior. Se amplió el edificio, construyéndose más viviendas. A mediados del siglo pasado, el desarrollo industrial atrajo a cientos de inmigrantes y no había viviendas para todos. En Posta Etxea entraron muchas familias: eso y las ampliaciones hicieron que pasase a ser conocida entre los vecinos como la casa de goma.
Una de las personas que mejor conoce este emblemático edificio de Urretxu es la zumarragarra Nerea Arbulu, pues su padre tuvo un taller en él. “Abrió un taller de calderería con unos compañeros. En su día, en ese local hubo una pajería”, recuerda Arbulu. Las pajerías eran el equivalente a las gasolineras de hoy en día: el lugar donde repostaban los animales que se utilizaban para el transporte.
Arbulu ha sido testigo de algunos de los cambios que ha sufrido el edificio. “La casa ha ido ampliándose. En la parte que da al parque había una terraza de agua, de las que se utilizan en los talleres. En la parte que da hacia el polideportivo, había balcones. Se ve que el edificio ha ido ampliándose. Hay viviendas hasta en lo que originariamente eran desvanes”, comenta.
Más plantas y más pisos La casa de goma se estiró hasta hacer en ella 20 pisos. Originariamente el edificio tenía planta baja y dos alturas y después se hizo el levante. Posteriormente, se construyó el sobrevolado que da al parque. En la primera planta hay seis viviendas, en la segunda cinco, en la tercera otras cinco y en la cuarta cuatro.
Los vecinos más veteranos son Basi Rodríguez y Agustín Maniega. Rodríguez lleva 50 años en la casa de goma y Maniega 36. Rodríguez nació en Zamora. Su padre vino a trabajar y unos años después vino ella. “Mi padre se quedó viudo y trajo a todos sus hijos menos a mí. Yo vine con 22 años. Vivimos en el caserío Elosieta, de alquiler. Mi marido compró un piso en esta casa y cuando nos casamos vinimos aquí. El piso que compró mi marido estaba en la primera planta y daba a la terraza. Después compramos este otro piso, en la segunda planta, porque el otro se nos quedó pequeño. A mi padre le dio una parálisis y vino con nosotros”, recuerda la urretxuarra de origen zamorano.
Antiguo, pero sin achaques A pesar de que el edificio es muy antiguo y ha adquirido su aspecto actual a base de añadidos, no presenta achaques. Los mayores problemas los ha tenido con las arquetas.
La obra más importante que han hecho estas últimas décadas es la renovación de la escalera, que es de madera. “La anterior era muy vieja y había que limpiarla con cepillo. Por lo demás, la casa no ha dado muchos problemas”, comenta Rodríguez.
Recuerda que hasta hace relativamente poco se conservaron las argollas que en su día se utilizaban para sujetar los caballos. “Se quitaron cuando se arregló la fachada de la casa. No entiendo por qué se quitaron, pues eran dejaban constancia de la antigüedad de la casa. Tengo entendido que en esta casa hubo una posada, pero yo no la conocí. Cuando yo llegué había un taller, pero lo cerraron al poco tiempo”.
En el centro de Urretxu Rodríguez está encantada con su vivienda. “Son buenas casas, pero la mía se me hace grande. Antes había 21 viviendas, pero un vecino unió dos. Algunas son grandes, como la mía, y otras pequeñas. Debajo de la mía hay dos. Hay alguna que solo tiene dos habitaciones. Hay de todo. Los vecinos estamos muy contentos con la casa, pues no da problemas y vivimos en el centro. Mi hija vive en el barrio San Martín y tiene problemas de humedad. Aquí no tenemos problemas de esos. Lo único que echamos en falta es el ascensor”.
Maniega, por su parte, vino a Urretxu con 18 años, hace 60. “Trabajé en la empresa Esteban Orbegozo. Antes de venir a esta casa, viví de alquiler en varios caseríos y en la casa de la plazoleta del Golden. Esta vivienda era de mi hermano. Se marchó de vuelta a Palencia y me la vendió. No me arrepiento de la compra. Aquí vivimos muy bien. Eso sí, de los vecinos del principio quedamos muy pocos. Nosotros dos, Josefa y Amadora”. Las casas pueden ser de goma, pero la vida no.