Pasaia - Jesús María Cormán Seco (Pasai Antxo 1966) creó en el año 2000 el personaje Jesús Mansé, para comprobar si su obra era lo suficientemente buena como para ser respetada aunque estuviera firmada por un desconocido. Superó con creces la prueba y esta exposición la firma Mansé.
¿Qué se encuentra el visitante en esta muestra?
-Es una exposición de pintura, que ello es ya una rareza en sí misma, con una manera de proceder en la que he intentado ponerme en la piel de un pintor romántico del siglo XIX, pero pintándolo en el siglo XXI. Esa era mi ambición. He elegido una parte muy concreta del litoral, el de Ulia, entre Sagüés y el Faro de la Plata, al amanecer o al atardecer, para buscar una luz muy concreta.
Comenta que son cuadros pensados ‘ex profeso’ para la Casa Víctor Hugo.
-Sí, es la primera vez que hago algo así. Generalmente yo pinto y luego hago exposiciones en diferentes sitios. En esta ocasión fui yo el que se dirigió a los que gestionan el uso de la sala y les dije que tenía una exposición pensada ex profeso para esta sala. Se ve que hay una dominante de cuadros pequeños, porque quería que fuera una exposición de cámara; más que una sala de exposiciones, que lo es, es la planta de arriba de una casa en la que la gente vivía. Yo quería hacer una exposición de carácter doméstico. Los cuadros pequeños se adecuan bastante a lo que un pintor de aquella época (el romanticismo) podía haber pintado al natural. Tenían que utilizar formatos pequeños para poder moverse con ellos por el monte.
La bruma es una de las protagonistas de sus cuadros.
-La niebla lo que tiene de especial es esa capacidad de dibujar mientras borra. Es algo que se va moviendo, como la luz, y hace que el paisaje sea cambiante y que dialogue contigo.
¿Por qué la tituló ‘Requiem’?
-Decir Réquiem, que es una palabra que viene del latín, nos lleva inmediatamente a algo antiguo y nos sitúa en un escenario musical, el que se entiende como música culta o música clásica, y sobre todo porque la traducción de Réquiem no quiere decir otra cosa que calma, reposo o descanso y mis cuadros es lo que pretenden: entablar con el espectador una relación reflexiva en base a la calma.
Pintor, poeta, letrista musical... ¿Cuándo se despertó en usted este interés por el arte?
-Cuando desperté yo, desde muy muy temprano. A los doce años ya estaba pintando al óleo y también empecé a escribir mis primeros textos con cierta ambición literaria, todo esto situándolo en el contexto de un niño de doce años. Pero yo con doce años ya sabía que quería ser artista, tuve una vocación muy temprana y no me he apartado de ella ni un poco. He seguido pintando y escribiendo de forma ininterrumpida en todo este tiempo.
¿Se ha desarrollado paralelamente como escritor y pintor?
-Sí, aunque llegó un momento en el que la pintura ganó más presencia de cara al público; aunque mi escritura acabó vinculada, por un a serie de azares, a la música. Lo que más conoce el público en general de mí son mis letras de canciones, que seguramente no saben que son mías.
Ha escrito más de cien canciones para Mikel Erentxun. ¿Cómo se forjó esta relación?
-De la forma más casual, como nacen las cosas buenas. Yo le conocía porque él era muy popular y él a mí por un amigo en común y leyó algunas cosas que había escrito. Cuando fue a sacar su primer disco en solitario, fuera de Duncan Dhu, Naufragios, en 1992, quiso probar con diferentes letristas. Me paró un día por la calle y sin pensarlo le dije que sí. Me trajo una maqueta sin letra. Esa canción era a Un minuto de ti. Fue la primera que compusimos juntos, y se ha convertido en una de las más conocidas. Después, llegaron todas las demás.