John Davison Rockefeller dedicó gran parte de su fortuna a fundaciones y programas benéficos y realizó cuantiosas donaciones. A menor escala, en Tolosa también hubo quien emuló al magnate petrolero estadounidense: Antonio Elósegui, considerado en su tiempo industrial ejemplar. Fundador de La Casualidad y Boinas Elósegui, realizó cesiones a favor del pueblo de Tolosa y llevó a cabo numerosas acciones benéficas: construyó el edificio de las Siervas de Jesús, colaboró con la Casa de Misericordia, reedificó el santuario de Izaskun, y donó a la parroquia de Santa María las tallas de la Dolorosa y el Cristo Yacente.

El Correo de Guipúzcoa lo calificó en un número que dedicó íntegramente al empresario tolosarra como “buen católico, consecuente carlista, caballero sin tacha, industrial insigne y protector de los pobres”.

Antonio Elósegui recibió varios galardones por su fábrica, creada en 1958: Baiona (1864), París (1889), París (Medalla de Oro, 1900) y Zaragoza (Medalla de Oro, 1908). Hombre modesto donde los hubiera, rehusó los cargos y títulos que le ofreció Carlos de Borbón, a cuya causa estaba entregado. Fue propuesto, por la unanimidad de todos los partidos políticos, como diputado a Cortes, pero también lo rechazó. Solo aceptó el de diputado foral y alcalde de Tolosa, que lo fue entre el 1 de enero de 1867 y el 30 de septiembre de 1868.

Asimismo, realizó ciertas gestiones en beneficio de sus obreros, por lo que, en la audiencia especial que le concedió León XIII, fue presentado como industrial modelo.

Una granja colectiva

Adelantado a la corriente cooperativista actual, trató de montar con los baserritarras de su finca de Bedaio una granja colectiva. A raíz de su acción agrícola y a las obras de explotación y plantaciones que realizó, logró el mayor manzanal del País Vasco tras la importación de 5.000 árboles de Normandía. En su terreno existían, además, otros muchos robles, pinos, avellanos, eucaliptos, cuyo número, en 1905, pasaban de 80.000. Y en su manzanal de Izastegi tenía 30.000 ejemplares de “manzanas-cuchillo”.

Asimismo, cedió gratuitamente a Tolosa la explotación y beneficios del manantial Ondarraga, descubierto por él mismo en 1889, así como la fuerza industrial y eléctrica, potenciables, derivadas del mismo. Así lo ratifica el acta del Ayuntamiento de 15 de marzo de 1900: “Que tanto algunas sociedades como ingenieros habían ofrecido capitales importantes al señor Elósegi para explotar el negocio de suministrar luz a la villa y dar fuerza a las fábricas y talleres, pero que el citado señor prefirió cederlo al municipio que lucrarse aceptando los beneficios que se le prometían y querían dar”.

Su acción desinteresada no conocía límites. Antonio Elósegui también cedió los terrenos para la construcción del edificio de las Siervas de Jesús, al que dotó de agua y luz, y fue bienhechor de la Casa de Misericordia, a la que donó la traída, instalación y servicio de aguas; del santuario de Izaskun, que reedificó, y de la parroquia de Santa María, donando las tallas de la Dolorosa y el Cristo Yacente.

Tras su viaje a Jerusalén, en 1892, donó una verja, con destino al recinto de la Anunciación de la Virgen, en Nazareth, realizada por la sociedad Santa Ana de Bolueta, de Bilbao, primera fundición moderna de hierro y con cuyos fundadores, los Mazas, estaba emparentado.

A finales del siglo XIX se construyó en el paseo San Francisco de Tolosa su fastuosa residencia, levantada según planos de su familiar y arquitecto Vicente de Ansola y con jardines diseñados por el prestigioso paisajista francés Pierre Ducasse. El inmueble Mariatxo-Enea, con un precioso parque y toda clase de arbustos, plantas y árboles por la afición de su dueño a la botánica, fue calificado como uno de los edificios particulares de Gipuzkoa más representativos de su época.