Cuenta Mikel Maiza, miembro desde su fundación de la asociación Erniozaleak, que antaño solía haber autobuses desde su pueblo, Asteasu, llenos hasta los topes para subir a Ernio los domingos de septiembre y que había quien solía empezar a subir a las seis de la mañana con la trikitixa después de haber dormido fuera de casa. Son historias que ha oído desde siempre en su casa, a sus abuelos, y que tanto le han hecho querer este monte tan especial para muchos guipuzcoanos.

Es septiembre y mañana es domingo. Aunque la cita más multitudinaria siempre es la del último domingo del mes, mañana también subirán al Ernio centenares de personas manteniendo viva la tradición de coronar esta cima de 1.075 metros los cuatro domingos de septiembre. Las romerías que se celebran en las laderas de la montaña, especialmente la de las campas de Zelatun, envuelven de ambiente festivo esta cita que cierra el verano y que muchos no dejan pasar, sean o no montañeros.

El día de Ernio, sin embargo, es el 29 de agosto, día de San Juan Txiki, y los mayores recuerdan que antiguamente si, por ejemplo, el 30 de agosto tocaba domingo, ese era el primer domingo que se subía. “Con el tiempo han ido cambiando las costumbres y hoy en día se sube los cuatro domingos de septiembre; los dos primeros suele juntarse menos gente porque coincide con las regatas de la Concha, pero los dos últimos suele haber muchísima gente”, explica Mikel Maiza. En su casa ha oído también que antiguamente cada pueblo que rodea el Ernio tenía su domingo para subir; Albiztur el tercero, Asteasu el segundo o Larraul el cuarto. “Antes tampoco había tantas ocasiones para fiestas y se aprovechaban estas romerías para ver a la gente de otros pueblos”, añade el asteasuarra.

La panorámica desde la cima de Ernio es impresionante. En opinión de Maiza, el hecho de que esté rodeado de pueblos pequeños y que esté en el centro de Gipuzkoa hace que sea tan especial para tantas personas. “Todos tenemos un monte más querido, normalmente suele ser el de tu pueblo, pero a Ernio se puede subir desde muchos pueblos y eso hace que sea especial para mucha gente”, argumenta. Ernio se rige sobre ocho pueblos; Albiztur, Alkiza, Asteasu, Aia, Bidania-Goiatz, Errezil, Hernialde y Larraul.

La ruta de ascenso más popular es la que parte desde Iturriotz. Allí pervive la venta más antigua de Gipuzkoa. Hay constancia de que san Ignacio de Loyola pasó al menos una noche en ella en su viaje de vuelta de París a Azpeitia.

Como su nombre bien indica, Erniozaleak Kultur Elkartea está formado por guipuzcoanos que sienten devoción por esta montaña. La asociación se creó el año 1996 en vistas a que el siguiente año se iba a celebrar el 50º aniversario desde que colocaron la gran cruz en la cima. “Había que hacer algo y en un primer momento se juntaron gente de Aia y Errezil, pero seguidamente nos unimos también los de Asteasu y otros pueblos, en total alrededor de 25 personas”, explica Mikel Maiza.

Entonces se creó un grupo que se mantiene hasta el día de hoy. En 1997, cuando se reparó la cruz se aprovechó para pintarla y colocar un pararrayos. También se reparó el mapa que hay en una piedra cercana. Asimismo, en auzolan se reformó la borda que está al lado de la cruz que tiene los aros “sanadores”. “Planteamos la iniciativa también como un homenaje a las personas que levantaron la cruz. Contactamos con ellas preguntando a la gente y mirando archivos y fue un día muy especial”, recuerda Maiza.

Después del formidable ambiente que se creó aquel día, no quisieron dejar apagar la llama de los erniozales y han seguido organizando actividades, como la Erniopeko Marcha que se celebra cada dos años, han publicado un libro sobre Ernio, un mapa cartográfico y han señalizado los caminos de esta cima que tantos y tantos buenos momentos les ha regalado.