tOLOSA - Dicen que la fe mueve montañas. Moverlas es ciertamente complicado, pero en muchos casos consigue que las personas se muevan por creencias y convicciones.

El Ernio es uno de los montes míticos de Gipuzkoa, conocido también popularmente como “el monte de las mil cruces”, ya que en su cumbre había multitud de cruces en recuerdo de promesas y peticiones que ha ido realizando la gente con el paso de los años. Decimos “había” porque en 2014 los ayuntamiento de la zona decidieron retirar muchas de las cruces, símbolos y placas de recuerdo a los difuntos que han ido proliferando en los últimos años, ante el riesgo de que la cima se acabe convirtiendo en una zona masificada, en un cementerio a 1.075 metros de altitud. Aunque la primera cruz data del año 1911, en la última década la proliferación fue exponencial a la vez que las familias comenzaron a esparcir las cenizas de sus difuntos en los montes.

Son muchos los que también tienen fe ciega en los aros y cintas del Ernio. Antes de coronar la cima, son muchos los montañeros que no continúan su camino sin realizar la ceremonia de pasarse los aros circulares o cuadrados de hierro que se apoyan en una gran cruz de piedra. De ellos se dice que tienen propiedades curativas. La tradición cuenta que tienen el poder de sanar aquellos miembros del cuerpo que pasen por uno de ellos y, con esa esperanza, la gente se los pasa por el cuerpo pensando en tener una buena salud en general o mejorar de los problemas articulares y reumáticos.

Es también tradición subir con cintas de colores rojas, verdes y blancas (antaño, azules, rosas y amarillas), que las venden allí mismo a todo el que las quiera, y los creyentes rezan y encienden luces, las argizaiolas en recuerdo a sus difuntos. Allí quedan encendidas hasta consumirse. - M.S.S.