Tolosa - ¿Qué podemos ver en la exposición del Palacio Aranburu?

-En diciembre se cumplió el centenario del nacimiento de mi madre y es bonito que los tolosarras la conozcan a través de esta exposición. La gente mayor sí la recordará, porque escribió durante quince años la crítica literaria en La Voz de España, pero la gente joven no. La exposición retrata su vida en Tolosa, Madrid y México, y se pueden consultar artículos que publicó, fotografías, crónicas de guerra...

¿Bebió en casa de la ideología anarquista?

-De joven era anarquista, como su padre y sus hermanos. En su casa había mucha política y se leía mucho. Después fue cambiando hacia el republicanismo.

¿Cómo se decidió a dejar Tolosa e irse a Madrid con tan solo 18 años?

-Ella desde pequeñita tenía claro que quería ser escritora y con 17 años ya publicaba novelas cortas. Con 18 años se fue a Madrid y trabajó para Estampa, pero volvió a Tolosa porque el ambiente se estaba poniendo muy negro. Estalló la Guerra Civil y se fue con su entonces novio, mi padre, que era comandante del Batallón Disciplinario de Euskadi, a Portugalete. También fueron mis abuelos y mi tía. Se casaron en 1937 y allí cubrió para el periódico CNT Norte los frentes de Gipuzkoa, Bizkaia, Santander y Asturias. Las crónicas están recogidas en un libro que se puede ver en la exposición.

¿Vivió alguna situación dura o de riesgo?

-Tuvo la oportunidad de entrevistar en la celda al único piloto alemán derribado en tierras vascas, pero la verdad es que no era de contar batallitas. Yo he ido conociendo a mi madre por lo que he ido encontrando después.

Y llegó el exilio en México...

-Se fue con 25 años, casada y con una hija, Marina. Allí nacimos las otras dos, Esther y yo. Se dedicó a la actividad cultural desde el primer día que llegó y, en ese sentido, creo que fue mimada, porque nunca tuvo que pedir trabajo, siempre venían a buscarla. Fue profesora y directora de la revista Universidad de Sonora, e impartió clases de Historia del Arte e Historia del Teatro.

¿Fue duro el exilio?

-A veces se piensa en un exilio dorado, pero no es así. Sobre todo para las mujeres no fue fácil y muchas se dedicaron a poner pensiones, vender calcetines, tejer para almacenes... Mi madre nunca quiso irse, ni de Francia ni de España. Sin embargo, llegó a México y no le faltó trabajo. Cuando llegó a México DF sabían que llegaba una escritora y cuando llegó a la estación de tren ya le ofrecieron trabajo. Trabajó mucho como periodista, pero su verdadera vocación era ser novelista.

¿Por qué decidió volver?

-Tuvo un accidente grave y estuvo a punto de morir, y se planteó muchas cosas. A pesar de que en México se integró mucho y era muy amiga de los mexicanos, ella siempre quiso volver, porque tenía mucha nostalgia. Desde que solicitó volver hasta que se lo permitieron pasaron dos años, y llegó a Tolosa seis meses antes de que muriera su padre.

¿Cómo recuerda a su madre?

-Era valiente y muy trabajadora. Creo que no pasó un solo día de su vida sin trabajar; siempre la recuerdo sentada delante de la máquina de escribir. En muchos sitios era la única mujer y nunca tuvo problemas con los hombres. Y no era feminista, porque se hacía valer por lo que era, no por su condición de mujer.

Ahora es usted la que custodia toda su producción escrita...

-Vivo con el fantasma de mi madre. Siempre la acompañé a todos los sitios y mis hermanas decidieron que yo me hiciera cargo de toda su producción. Siempre tengo a alguien en casa consultando papeles, investigando... La gente cree que es algo bonito, pero no lo es, para mí es triste, porque la añoro mucho.

¿Cree que no ha sido suficientemente reconocida la figura de su madre?

-Ha recibido premios importantes, como el Premio Águilas y muchos otros, pero el tiempo pasa... Quizá en Tolosa sí se le debería reconocer más. Lo que sí creo es que puede ser un ejemplo a seguir para las chicas jóvenes, que crean en ellas y luchen si quieren conseguir algo.