¡Cuidado, esto cansa!
Casi dos años después de la puesta en marcha de las primeras huertas públicas creadas en las inmediaciones de Garbera por el Ayuntamiento de Donostia, un 10% de los usuarios abandona los cultivos
cerca de un 10% de los usuarios de las huertas habilitadas por el Ayuntamiento de Donostia para que los ciudadanos puedan cultivarlas para consumo propio abandonan la tarea. El campo no solo es cansado para los baserritarras. Algunos de los urbanitas que se animan a probar el trabajo en las huertas públicas situadas junto al camino de Marrus, en Altza, descubren que la tarea requiere su tiempo, un bien preciado que a muchos no les sobra. Algunos optan por renunciar a ellas con todas las formalidades y otros, por abandonarlas. Las revisiones que lleva a cabo el Consistorio cada cierto tiempo han sacado a la luz algunos abandonos. A pesar de ello, la mayor parte de los hortelanos aficionados disfruta de poder extraer verduras y hortalizas para su propio consumo.
El Departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento ha decidido extender las huertas ciudadanas, pero no hacerlo en la misma zona, como estaba previsto en la anterior legislatura. “Creemos que es mejor no concentrar toda la actividad en el entorno de Lau Haizeta”, señala el concejal de Medio Ambiente, Alfonso Gurpegui. “Estamos estudiando destinar el espacio previsto para la tercera fase a la actividad agrícola productiva, de la mano de los productores de Guztiona, y buscar espacios en la zona oeste de la ciudad para crear nuevas zonas accesibles de huertas de ocio”, añade. Mientras llegan las nuevas ubicaciones para esta afición, el Departamento municipal de Medio Ambiente tiene un listado de quince ceses de actividad en las huertas que comenzaron a funcionar en verano de 2014 y de once, en las abiertas la primavera pasada. Son pues 26 parcelas sin uso de un total 223 creadas en los terrenos cercanos a Garbera. Además, en estos casi dos años de funcionamiento hay nueve parcelas que tienen ya su segundo titular.
El Ayuntamiento considera que la cifra de bajas no es demasiado elevada, teniendo en cuenta que se trata de una actividad nueva y que, en muchas ocasiones, las condiciones personales de los inscritos pueden variar. “Puede suceder que uno se dé cuenta de que mantener la huerta lleva su trabajo, además del tiempo de desplazamientos; también pasa que la persona titular se encuentra con nuevas responsabilidades en la familia o el trabajo y no puede ir a la huerta”, explican fuentes del departamento.
Por otra parte, el procedimiento para renunciar a una de las parcelas que fueron otorgadas por sorteo entre el millar de aspirantes tampoco es demasiado ágil. Si una huerta está abandonada, el Consistorio tiene que notificar al usuario su intención de retirarle la concesión, con acuse de recibo, y cumplir distintos trámites que finalizan con la entrega de las llaves de la taquilla de cada huerta, un proceso que, en el mejor de los casos, puede tardar un mes. Y a veces, este mes se multiplica por cuantas renuncias recibe el ofrecimiento municipal al siguiente de la lista de espera, que no se puede saltar. De hecho, aunque todas las huertas tienen un titular con nombre y apellidos, algunas, de hecho, no se cultivan. En la actualidad, hay 18 solicitantes en la lista de espera del grupo de entre 18 y 31 años, 32 en el de más de 60 años y 579 en el de 31 a 69 años.
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