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Un pequeño paraíso en la bahía

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Un pequeño paraíso en la bahía

Y es que Isturiz forma parte de la tercera generación que ha heredado el negocio familiar, el Aitona Julián II, un barco que guarda miles de recuerdos para el hombre del mar. “La isla es un clásico porque es un servicio turístico que lleva muchísimos años, el servicio más antiguo de toda la costa”. El navegante recuerda cómo fue su abuelo quien, tras la Guerra Civil, decidió poner en marcha el barco y hacer de él un negocio que perdura hasta hoy. Los Isturiz son, por lo tanto, los encargados de transportar a donostiarras y turistas a Santa Clara desde hace décadas, aunque con el paso de los años se ha vivido un cambio respecto a la procedencia de los usuarios, ya que cada vez son menos los donostiarras que se deciden desplazarse al islote.

“Siguen viniendo donostiarras, pero cada vez hay más gente de fuera. Hay muchísimo francés que aprovecha el paseo largo para ir a la isla”, explica el patrón. Y es que a Santa Clara se accede en barco, pero Isturiz ofrece dos alternativas para llegar: un paseo guiado por la bahía de La Concha durante 30 minutos -la preferida por los turistas-, o un viaje directo de unos cinco minutos. Todos, tanto el público de fuera como el local, sin embargo, coinciden en algo según el patrón, y es que buscan conseguir un sitio “en su lugar favorito para navegar”, en la proa.

Isturiz recuerda las tradiciones que antaño había en Santa Clara y rememora cómo el merendero estaba construido por donostiarras. “Antes cada uno montaba sus mesas con maderas, colocaban sus toldos y en medio del monte veías cómo cada uno tenía su propio chiringuito hecho a mano. Pero empezaron a surgir disputas y el Ayuntamiento lo quitó para poner las mesas actuales”, asegura el hombre del mar, que confiesa que durante todo el año está pegado al Aitona Julián II. “En invierno nos dedicamos al mantenimiento. Hay mucho trabajo detrás que no se ve. Hay que cuidar la mecánica y la pintura. Esto es un trabajo de buen tiempo, la isla está hecha para el verano, aunque también en Semana Santa se suelen hacer viajes”, destaca.

Monte y playa

Isturiz cuenta cómo cada vez son menos las familias que acuden a la isla, pero que en cambio los jóvenes la han convertido en uno de sus lugares favoritos. “La parte del monte es el txoko de los jóvenes. Están apartados y ahí es donde suben a fumar sus primeros cigarrillos sin que les vean”, añade entre risas el navegante.

Playa, monte, vistas y brisa marina, un todo en uno. Así es como describen varios usuarios habituales de Santa Clara este “pequeño paraíso”, todo un lujo para más de uno. Eso sí, dependiendo siempre de un factor que en Donostia “llega sin avisar”, el buen tiempo. “Dependemos totalmente del sol. Como se nuble ya no es lo mismo”, recalca el patrón del Aitona Julián II.

“La isla es especial, tiene un encanto que solo los donostiarras sabemos apreciar. Los que llevamos toda la vida viniendo somos los que sentimos el orgullo de que pertenezca a nuestra ciudad. Es un privilegio y muy pocos saben apreciarlo y disfrutarlo”, confiesa orgullosa Carmen Arostegi, una donostiarra que asegura pasar todos los veranos en la isla: “Ahora voy a hacer 70 años, imagínate si conozco los rincones de por aquí”.

Y es que la isla tiene zonas para todos los gustos: están “los de arriba y los de abajo”, según la donostiarra, dependiendo de las preferencias de los visitantes. “Yo soy de las de arriba. Tenemos un merendero donde podemos sentarnos a comer, zonas verdes para tomar el sol y rincones con sombra para las horas más duras”, explica Arostegi justificando su ubicación preferida. “Hay mucha gente de mi edad pero año tras año se nota que vienen más jóvenes que se juntan arriba en cuadrillas sin que nadie los moleste”, añade. Es el caso de un grupo de amigas que por primera vez pisan la pequeña ínsula donostiarra. Entre ellas, Maider Iriberri confiesa que la visita se debe a una ocasión especial: “Es el cumpleaños de una amiga y hemos venido a pasar el día. Vamos a colocar nuestras cosas arriba y más tarde bajaremos a bañarnos”, explica.

Chiringuito y baño

“Yo soy de las que vengo a pasar el día desde hace muchos años”, confiesa otra señora. “Me considero de los de abajo, simplemente porque me gusta mucho bañarme y el agua de aquí está limpísima, es maravilloso darte un chapuzón. Arriba hay duchas y también te puedes refrescar, pero no se puede comparar con el mar”, asegura. Y es que, como ella, son muchos los asiduos que pasan el día en la isla llevando su comida o disfrutando del clásico chiringuito, a cargo de Luis Garmendia y su socio.

“Antes la isla era más familiar, el merendero casero hacía que se juntara más gente. Además, hace años arriba también había otro bar”, recalca Garmendia. “Desde hace dos o tres años hay más turistas, incluso más gente de fuera que los de aquí. Al final las motoras ayudan porque desde que se puso el paseo de media hora los de fuera aprovechan y acaban su viaje aquí. Normalmente los donostiarras vienen a pasar el día, pero los turistas dan una vuelta, toman algo y se marchan”, confiesa Garmendia.

Es el caso de Jorge Pardo, un salmantino que visita por primera vez la isla. “Vengo sin bañador, veo a la gente bañándose y me dan envidia, no sabía que había playa y no vengo preparado para la ocasión”, lamenta. Junto a él, dos uruguayos aseguran conocer los rincones del islote. “Solemos venir cada varios años en verano y siempre cae un viaje a la isla. Tienes una zona de ocio y otra de intimidad, perfecto para padres e hijos. Santa Clara es un acierto seguro”, confiesan Pablo y Carolina.

Además, muchos aseguran preferir este pequeño paraíso a las tres playas. “La tranquilidad que tienes aquí no la tienes en La Concha. Yo me quedo con la isla, que aunque es pequeñita tiene mucho encanto”, confiesa otra bañista habitual de Santa Clara.

Motoras. Son tres los barcos de los que Julián Isturiz dispone para trasladar a donostiarras y turistas a la isla. Ofrece dos servicios: uno va directo desde el puerto hasta Santa Clara, y es el que más utilizan los donostiarras según el patrón; el otro hace un paseo por la bahía, de media hora de duración, con parada en el Peine del Viento.

Horario. Las motoras funcionan durante los cuatro meses de verano, además de en Semana Santa. Cada una de ellas tiene una frecuencia de media hora desde las 10.00 horas hasta las 20.00 horas.

Precio. El paseo de media hora que termina en la isla tiene un coste de seis euros, mientras que el barco que va directo cuesta cuatro.

Chiringuito. El chiringuito de la isla está abierto únicamente en temporada estival. Durante el invierno el bar se cierra y se precinta para no sufrir daños por el tiempo y las olas.