donostia - El Ayuntamiento de Donostia adquirirá un local y una pequeña parte de otro espacio en Intxaurrondo para unirlo al hogar del jubilado del barrio y así hacer desaparecer las barreras arquitectónicas, tal y como llevan reclamando desde hace muchos años los usuarios del establecimiento.

Tras la presentación del Plan de Inversiones aprobado por el nuevo gobierno municipal, que incluye la mejora de este centro de mayores, la concejala de Acción Social, Ai-tziber San Román, explicó a este diario que la adecuación del establecimiento de Intxaurrondo era una de sus prioridades, junto con el hogar del jubilado Jatorra del Centro, ya que ambos tienen importantes problemas de accesibilidad.

El asunto ya se analizó en la pasada legislatura, aunque no se llegó a tomar una decisión definitiva. Tras varias propuestas se descartó, en principio, la idea de habilitar un caserío cercano para utilizarlo como punto de encuentro de los jubilados de Intxaurrondo. En cambio, el nuevo gobierno PNV-PSE ha apostado por la compra del local contiguo a Aitonen Etxea, para la que se destinarán 300.000 euros, más 150.000 euros que se utilizarán para las obras de adecuación.

Este nuevo espacio no tiene problemas de accesibilidad, ya que la entrada está junto a la calle, por lo que los usuarios no tendrán que subir escaleras para entrar. Así, uniendo este nuevo establecimiento con el local que utilizan las mujeres (uno de los dos que forman el hogar del jubilado, separados por un portal), se conseguiría una accesibilidad al alcance de todos los usuarios.

Cada uno de los dos espacios actuales del centro tiene 70 metros cuadrados y ambos necesitan una reforma para habilitarlos a las personas mayores que acudan en silla de ruedas y con muletas. Por ello, la principal reivindicación de los usuarios del centro y sus representantes ha sido la mejora de la accesibilidad. Las cuatro entradas existentes tienen escalones, por lo que las personas con grandes dificultades de movilidad se sienten “desplazadas desde hace muchos años”, ya que llevan mucho tiempo pidiendo los cambios que próximamente se llevarán a cabo.

“centro abandonado” El presidente de Aitonen Etxea, Txetxu Fernández, conoció la pasada semana en el Ayuntamiento la noticia de que por fin se respondería a sus propuestas. Pero, hasta entonces, la impotencia protagonizaba sus días. De hecho, trabajadores y usuarios coinciden en que las condiciones del centro y sus “necesarias” reformas han sido un tema “totalmente abandonado” durante años por los responsables municipales. “Las pésimas condiciones del centro hacen que se necesite urgentemente un arreglo, pero siempre nos han dado largas”, destaca.

“El viernes 17 nos dijeron que llevarían a cabo una de las soluciones que propusimos, la de habilitar el local de al lado y juntarlo con el nuestro, y la noticia ha sido bienvenida. Esto es por lo que llevábamos tanto tiempo luchando”, asegura Fernández.

Las obras que harán posible la unión de los centros comenzarán, según les comunicaron, antes de que finalice el año, aunque la desconfianza aún no ha desaparecido del todo entre los responsables. “Han dicho que las obras arrancan antes de que termine 2015, pero entre que aprueban el proyecto y teniendo en cuenta que en agosto todo el mundo coge vacaciones, hasta octubre o noviembre veo que no se va a hacer nada”, dice Fernández, que lamenta que “el tema irá para largo”.

Hasta que comiencen con los cambios, la situación de los jubilados que acuden al centro es limitada. El establecimiento está ubicado en dos espacios separados por un portal, en los números 54 y 56 de la calle Intxaurrondo, en unos locales que hace años acogían las escuelas municipales. “Estamos como en el antiguo colegio donde se separaba a las chicas y los chicos; los ancianos también están separados”, recalca Fernández. “Los hombres están en el bar y las mujeres en el otro espacio haciendo actividades o charlando; por eso queremos unir las dos partes y que se relacionen”, añade el presidente.

“Las personas que vienen son mayores y muchas no tienen la agilidad o la fortaleza suficiente para andar subiendo escaleras. A eso súmale que tengan que venir con muletas; se les hace dificilísimo”, lamenta, aunque asegura que los que peor lo tienen para entrar son los que van en silla de ruedas. “Es imposible; una vez subimos por las escaleras a un señor en silla de ruedas porque si no, no hay manera. Al llegar arriba nos encontramos con que la silla ni siquiera entraba por la puerta porque es demasiado estrecha”, recuerda el encargado.

Por su parte, varios jubilados que visitan el hogar coinciden en que “las condiciones resultan discriminatorias”. Maritxu Agirre lamenta no poder pasar las tardes con sus amigas porque las escaleras le impiden subir en su silla: “Cuando hace buen tiempo puedo acercarme y estar fuera o pueden sacarme a pasear por el barrio. Lo malo llega en invierno o los días de lluvia, es una impotencia tremenda. No es que se necesite ampliar el centro y hacerlo todo en uno, que también, sino que es imprescindible que se haga algo de una vez”, añade esta vecina de Intxaurrondo.