el verano ha llegado, el tiempo acompaña y los donostiarras aprovechan las vacaciones para refrescarse en la playa, aunque los que optan por la Zurriola se encuentran este año, como el pasado, con sus aguas divididas en tres zonas diferentes.

Varios banderines azules y rojos colocados en la orilla delimitan las zonas para escuelas de surf, bañistas y surfistas. La más próxima al Kur-saal está destinada a las escuelas y sus respectivos alumnos (tienen unos 100 o 150 metros), otros 300 metros en la zona más cercana a Sagüés son para los surfistas más experimentados y la parte central está a disposición de los bañistas. Pero este reparto no ha sido bienvenido por todos y está dando mucho que hablar entre los usuarios habituales de la Zurriola.

El reparto tiene su explicación. En los últimos años se ha ido percibiendo un incremento de surfistas y alumnos en las escuelas de surf, lo que provocaba encontronazos y situaciones de peligro entre bañistas y surfistas. Por ello, con el fin de evitar conflictos, el Consistorio tomó el año pasado la decisión de separarlos en distintas zonas de la playa. Además, un cambio en la Ley de Costas establece que surfistas y bañistas no pueden compartir el mismo espacio, lo que ha obligado a modificar la ordenanza de playas para incluir el reparto del agua.

“Ha habido que invertir”

No obstante, algunas escuelas aseguran verse perjudicadas por los cambios, como es el caso del club Bluemotion Surf&Bodyboard Academy. “Aún nos estamos adaptando y hemos tenido que hacer una gran inversión”, recalca un monitor de la escuela, Alain Lacambra.

La ordenanza contempla que únicamente quince personas por escuela pueden estar recibiendo clase en la zona de aprendizaje al mismo tiempo (en la parte más próxima al Kursaal), un condicionante importante para las escuelas. Los alumnos, por su parte, tienen que llevar trajes de distintos colores que los identifiquen, lo que corre a cuenta de las academias. Además, la reserva de este espacio para las clases tiene un horario determinado: de lunes a viernes de 10.00 a 15.00 horas y los fines de semana, hasta las 12.00 horas. El resto del tiempo, ese espacio es para los bañistas.

“Hemos tenido que comprar neoprenos para que los alumnos estén identificados y, además, como hay un número limitado de personas que pueden entrar en el agua a la vez, nos hemos encontrado con que algunos se han tenido que quedar fuera porque las horas que les venían bien ya estaban llenas”, lamenta Lacambra. “La mayoría pide las clases a primera y última hora de la mañana y de la tarde”, añade. Así, en Bluemotion Surf&Bodyboard Academy han tenido que rechazar solicitudes y, al mismo tiempo, tienen horas vacías.

Los banderines, no obstante, no siempre son fijos, ya que son los socorristas los encargados de adaptarlos dependiendo de la meteorología y de las condiciones del mar. Por ello, en caso de que hiciera mucho calor, la zona de aprendizaje se abriría a los bañistas, pasando los alumnos a la parte cercana a Sagüés, donde surfean los que van por libre. “Si vamos a la zona de Sagüés, los alumnos no pueden llevar tablas duras”, afirma Lacambra, quien asegura que hasta ahora ha habido sol, pero aún no se ha tomado esa medida.

Ocurriría lo contrario en caso de que hiciera mal tiempo y la bandera roja ondeara en la playa. En ese caso habría más espacio para los surfistas, que podrían practicar el deporte a sus anchas, ya que los bañistas tendrían prohibido darse un chapuzón. Esa situación tampoco se ha dado de momento.

Eso sí, si los deportistas surfearan fuera del horario de los servicios de salvamento, tendrían que hacerlo bajo su total responsabilidad, como ocurre en invierno.

“Como sardinas en lata”

Los surfistas más experimentados situados en el otro extremo de la playa (en la zona de Sagüés) también ven inconvenientes en la ordenanza.

“Es cierto que este método nos favorece en parte a los surfistas, ya que no tenemos que estar pendientes de si nos chocamos con la gente o no”, asegura Asier Martínez. “Pero de esta manera estamos todos en un espacio bastante reducido y no es nada fácil surfear con tanta gente tan cerca de ti y haciendo lo mismo que tú. Me parece ridículo lo que se está haciendo con la playa o el hecho de que nos puedan multar si la corriente nos empuja a la parte que no nos corresponde”, añade.

Esto se debe a que la ordenanza de playas contempla sanciones leves de hasta 200 euros para los bañistas que se cuelen en la zona de práctica de surf y mantiene como infracción grave la presencia de tablas en áreas reservadas para bañistas, así como la realización de actividades lectivas sin autorización, con multas de hasta 500 euros. “Si un bañista se mete donde surfeamos nosotros es una falta leve, pero si lo hacemos los surfistas y nos metemos en su zona pasa a ser grave. Nos perjudica directamente a nosotros y no entiendo por qué”, lamenta Martínez.

Hay quienes han tomado otra actitud y han decidido dejar de ir a la playa de Gros en temporada estival. Es el caso de Cristina Rodríguez, quien asegura que la Zurriola en verano “siempre es un caos”. “Por eso mismo he dejado de ir. Es un agobio intentar surfear porque estás tú con otros 100 alrededor”. Además, tanto los más inexpertos como los profesionales están juntos en el agua, lo que ya ha provocado algún que otro encontronazo. “Al estar todos juntos me golpearon unos novatos y me hicieron un agujero en la tabla”, recuerda Rodríguez, que insiste en no volver a surfear en la Zurriola “mientras en el agua sigan como sardinas en lata”.

No a todos les ha parecido una mala idea. La surfista Bet Ancizar agradece esta separación, ya que, según afirma, “de esta manera pueden evitarse muchos accidentes”. Además, recalca que la delimitación de las zonas le parece un buen planteamiento y que si estuvieran todos juntos, “sería un peligro”.

“He pasado miedo”

Los bañistas, por su parte, tienen para ellos la zona central de la Zurriola. Muchos coinciden en que la separación evita riesgos, como es el caso de la paseante Eider Arrieta, quien insiste en que “esta fórmula está bien pensada”. “Otros años siempre he pasado miedo bañándome con gente haciendo surf cerca de mí, aunque ahora, a pesar de que tienen su zona, hay muchos que se acercan demasiado sin darse cuenta”, destaca.

Otro de los habituales usuarios de la playa de Gros, Jokin Irastorza, comparte la opinión anterior y añade que los banderines son un condicionante a la hora de colocarse en la playa. “Si quiero poner la toalla cerca de Sagüés porque me viene mejor porque vivo cerca, tengo que darme un gran paseo para bañarme”, manifiesta. Aunque agradece la separación: “Así me puedo refrescar tranquilamente con los niños sin estar pendiente de si una tabla se les cae encima”.

La Cruz Roja es la responsable de la vigilancia y salvamento en la playa y sus socorristas son quienes se encargan de colocar los banderines que delimitan las zonas. Sus coordinadores aseguran que con esta medida se intenta garantizar la seguridad de los bañistas y que en días de mucho calor se dejará la zona de las escuelas para que puedan refrescarse.