Abrieron sus puertas con pleitos judiciales y los cierran también tras un largo conflicto. El 1 de enero de 2000 se estrenaron los cines del complejo de la Bretxa, tras haber tenido que defenderse ante los tribunales de la demanda de la Sade por cuestiones relacionadas con la protección del edificio histórico. Esta noche apagarán sus proyectores, tras ocho meses de incertidumbre, que comenzaron cuando la empresa Ocine, con sede en Tarragona, anunció un Expediente de Regulación de Empleo.

Los trabajadores de estas salas cinematográficas, “las más céntricas de Donostia”, y especializadas en películas infantiles, juveniles y comerciales, no tienen ganas de pasar al paro, pero sí de terminar con una historia que les ha llenado de nervios y preocupación en los últimos meses. La necesidad de pasar página ha hecho mella en los empleados, que estos días terminan de negociar las indemnizaciones, con amargura pero también con buenos recuerdos y altas dosis de compañerismo.

Joserra Vitorica, Alain Fernandino, Leire Zubizarreta, Raquel Hernández, Aritz Galiano, Elisabeth Espinazo y Javier González son algunos de los trece últimos trabajadores de los cine de la Bretxa, que estos días se preparan para afrontar una nueva vida. Ellos son algunos de las más de 200 personas que han tenido algún tipo de contrato en estas salas, en las que se han exhibido más de 3.000 películas y se han vendido tres millones de entradas.

Sin embargo, las cifras no han sido suficientes para conservar unas salas cinematográficas en Pleno centro de Donostia, en un complejo propiedad del Ayuntamiento y cedido a una concesionaria. Para los trabajadores, el cierre de estos cines ha estado motivado por múltiples factores, que han contribuido a que su rentabilidad económica se sitúe en la cuerda floja.

Motivos

Crisis, pirateo y canon

La crisis económica, el pirateo de películas por Internet, la mejora de las nuevas tecnologías y el IVA que afecta al cine son algunos de los problemas que han dificultado la explotación de estas salas, a las que se ha unido el deseo del Gobierno municipal de Bildu de eliminar la zona comercial del edificio de Pescadería. La actitud del Ayuntamiento, que no ha querido rebajar los cánones a la concesionaria, también ha ayudado a hacer inviables las salas, según recalcan.

Por otra parte, más de uno de los trabajadores de La Bretxa lamenta el trato que, a su juicio, han tenido las instituciones con su empresa. “Ni una sola vez en todos estos años hemos podido tener una película del Zinemaldia”, critican algunos trabajadores, que destacan las buenas instalaciones de las salas, con amplias butacas y espaciosos pasillos que, sin embargo, nunca han podido disfrutar del trocito de pastel de prestigio que ha podido degustar en exclusiva la empresa Sade, que vuelve a ser la única propietaria de cines en la capital guipuzcoana con el cierre de La Bretxa.

Por ahora, pues, desaparecen los cines, pero se desconoce qué pasará con el espacio que ocupan. El Ayuntamiento ya alcanzó un acuerdo con Osakidetza, aún no firmado, para que parte del edificio de Pescadería sea ocupado por el nuevo ambulatorio para la Parte Vieja y el centro de la ciudad. Sin embargo, esta instalación está prevista en el ala que da a la calle Aldamar, por lo que el espacio de los cines no queda afectado por esta transformación. La pasada semana, el Ejecutivo local de Bildu, que no seguirá al frente del Consistorio, presentó su propuesta para crear en el hueco que dejarán los cines una cancha de baloncesto y otros espacios deportivos y culturales para los vecinos de la Parte Vieja. Sin embargo, esta iniciativa tiene un futuro incierto tras el cambio electoral experimentado.

Por otra parte, el edificio de la antigua Pescadería de La Bretxa sigue contando con tres locales de hostelería. El Kebab, ubicado en la misma planta que los cines, ya ha negociado con la concesionaria una indemnización para abandonar el local, al igual que el bar Caribe Company. Entre ambos recibirán 180.000 euros. El bar Korner, por su parte, tiene contrato hasta el 30 de junio y el establecimiento Don Vito cuenta con más de dos años de contrato en vigor por delante y carece, por ahora, de intenciones de dejar el local.