Con motivo de la Semana Santa la iglesia de San Vicente de la Parte Vieja de Donostia colocará alrededor de su altar casi todas las esculturas religiosas que alberga. Anteriormente estas estatuas recorrían las calles en las procesiones que se celebraban conjuntamente entre las dos iglesias de la Parte Vieja, pero desde hace años esta costumbre desapareció.

“Yo no quiero hacer procesiones y no quiero hacerlas por tres razones”. Así de contundente se muestra el párroco de San Vicente, Félix Garitano, al hablar sobre la Semana Santa. El primer motivo, según el párroco, es teológico y pastoral, ya que para él una cosa es celebrar el misterio y otra muy diferente es verlo. “Yo lo que quiero es celebrarlo, no quiero espectadores, quiero gente que lo viva”, asegura. El desinterés de la sociedad en esta celebración es una de las cuestiones que le preocupa. “Que la gente se quede mirando el espectáculo es lo que yo no quiero, quiero una celebración viva”, afirma. “En segundo lugar, no hacemos procesión porque yo soy muy respetuoso con la gente”, añade. Garitano asegura que la sociedad vasca ha vivido un cambio y que, por ello, hay que distinguir el plano religioso del civil. “Quiero respetar un pueblo vasco que da la impresión de que pasa de lo religioso, por lo que no quiero invadirles”. La última y “peor” razón para el párroco es la falta de espacio en las calles. “Son cuatro calles estrechas y si las bloqueamos no dejamos pasar a la gente”, por lo que la falta de espacio pasa a ser una cuestión condicionante. No obstante, asegura que de celebrar alguna procesión habría que organizarla en la plaza San Telmo, aunque “con toda la parafernalia podríamos molestar igual”.

El Cristo Yacente, el Ecce-Homo, La Dolorosa y El Descendimiento son las obras sacras que la iglesia de San Vicente acoge durante todo el año, aunque las expone estos días alrededor del altar. Así, aunque no se saquen a la calle la gente puede admirarlas desde hoy. Para el párroco, es El Cristo Muerto, creado por Bengoechea en el siglo XVI, una de las mejores esculturas que posee la parroquia. Esta obra se encuentra en una capilla de la iglesia y no se saca por miedo a que se rompa, ya que la madera sobre la que está sujeta se encuentra en mal estado. “El Cristo es tan real y está tan bien hecho que cuando antaño lo sacábamos el Viernes Santo, me subía a una escalera y lo abrazaba; era una sensación increíble”, asegura Garitano. “Se ve hasta cómo el brazo izquierdo tiene los músculos en tensión. Anatómicamente es perfecto”, añade.

El Ecce-Homo realizado por Felipe de Arizmendi en el siglo XVIII es otra de las obras más preciadas de San Vicente que durante estos días se pueden contemplar en la parte delantera del templo. “Posiblemente en la parroquia había más cosas de Arizmendi, pero los franceses se llevaron todo lo que pudieron”, relata Garitano. El Cristo Yacente, por su parte, no será trasladado al altar, ya que su localización actual está muy cerca y por su peso prefieren no moverlo, aunque sí destaparán la cristalera que lo protege. Aunque esta estatua no ha sido creada por un autor de renombre, y, además es de escayola, el párroco asegura que tiene mucho valor simbólico. “Los borrachos solían venir y lo acariciaban”, asegura, y añade que “una cosa es el valor económico que pueda tener y otra es el significado”.

El caso de La Dolorosa es diferente, ya que se ha cambiado la base sobre la que se situaba y ahora es más fácil moverla. El trabajo que ello suponía y algún episodio desagradable (detectaron a un hombre en actitud obscena) hicieron cambiar las cosas. Ahora está rodeada de barrotes.