Síguenos en redes sociales:

Donostia, 1915

Hacía poco más de 100 años del incendio que arrasó la ciudad y faltaban otros 100 para convertirse en lo que es hoy. Donostia recibió 1915 llena de contrastes, sumida en la Belle Époque y en plena Gran Guerra

Donostia, 1915

Una gran fiesta en el hotel María Cristina dio la bienvenida al año 1915. “Todo el San Sebastián que luce y brilla” y muchos extranjeros asentados en la ciudad se reunieron en la gala del casi recién inaugurado hotel (abrió sus puertas en 1912). Europa estaba en guerra, pero el año que entraba prometía para Donostia, que vivía su Belle Époque.

Las crónicas y los historiadores cuentan que los de la Gran Guerra fueron años prósperos para la ciudad: dada la neutralidad del Estado español y su proximidad con Francia, se convirtió en refugio de muchos europeos acomodados que huían del conflicto. También fue lugar de paso para artistas, políticos y espías como Mata Hari, León Trotsky, Maurice Ravel o el polaco Alfred Rubinstein, que actuó en el Gran Casino.

Según recuerda el cronista Javier Sada en su obra San Sebastián en la Primera Guerra Mundial, diarios franceses acusaban a Donostia de ser un nido del espionaje germánico, aunque la ciudad era más bien partidaria de los aliados y francófila. Pero lo cierto es que el Café de la Marina, de la calle Garibai, y el Gran Casino eran escenario de confabulaciones políticas y lugar de encuentro de agentes franceses, belgas, alemanes, italianos...

Para entonces la nueva Donostia iba tomando forma. Tras el derribo de las murallas y la creación del ensanche del Centro, apenas un par de años antes se habían inaugurado otras infraestructuras que dieron forma a la ciudad actual, como el teatro Victoria Eugenia, el balneario de La Perla, el funicular y el parque de ocio en Igeldo, el palacio de Bellas Artes o la línea del Topo. Hace 100 años estaban construyendo también el palacio de Justicia, el cerro de San Bartolomé y la estación de Amara, por ejemplo. Los reyes españoles Alfonso XIII, Victoria Eugenia y María Cristina visitaban la ciudad con asiduidad, incluso para hacerse reconocimientos médicos, y en verano Donostia era sede de reuniones políticas y ruedas de prensa de ministros y autoridades españolas.

Mientras las clases altas veraneaban en Donostia parece que había “cierto pacto” para evitar reuniones políticas y, en ese contexto, en 1915 se prohibió un mitin de Pablo Iglesias previsto en el frontón de Atotxa, que reivindicó el lugar de la clase trabajadora.

Y es que también aquí, al otro lado de esa gente acomodada, estaba la otra Donostia, la de los trabajadores, que no vivían su mejor momento, a pesar de la imagen de prosperidad de la ciudad. A principios de ese 1915 se obligó a regresar a sus lugares de origen a los obreros no empadronados en la ciudad, con el objetivo de reducir el número de parados. Muchos emigraron a Francia y acabaron luchando en la guerra.

Donostia contaba entonces con unos 50.000 habitantes. A los de casa lo que les preocupaba era cierta falta de abastecimiento de comida, según recoge Sada en su obra haciendo alusión a publicaciones de la época. La guerra y las exportaciones a Europa hicieron subir los precios, también los de los productos de primera necesidad.

A la calle

De todos modos, volvieron a salir a la calle en octubre, cuando se conoció la muerte del joven compositor José María Usandizaga. Miles de personas le acompañaron en su último adiós en Santa María y en las calles de la ciudad.

Al margen de los problemas cotidianos, los donostiarras también celebraron hace 100 años sus fiestas tradicionales. Euskal Billera, Donosti Zarra, Unión Artesana y otras tamborradas pusieron los redobles el día de San Sebastián. Al final del año, para dar inicio a la Navidad, la feria de Santo Tomás llenó la plaza de la Constitución y también tuvo lugar la imprescindible actuación de teatro en euskera en el Teatro Principal, de la mano de la recién creada Academia Municipal de Declamación, que sirvió para enseñar a hablar la lengua vasca a sus alumnos y, principalmente, para fomentar las actuaciones escénicas en euskera. Otro de los actos entonces habituales en las fechas navideñas era la fiesta del árbol: más de 2.500 niños participaron en ella en la ladera de Arroka.

Igual que lo será este, también 1915 fue año de elecciones. En primavera se eligieron los diputados provinciales y en noviembre hubo elecciones municipales, aunque solo para renovar la mitad de la Corporación; continuó como alcalde el conservador maurista Carlos Uhagón.

Gestionó durante dos años una ciudad que logró mejoras importantes en higiene pública, enseñanza y urbanismo y que seguía aumentando sus infraestructuras turísticas y deportivas. En 1915 se aprobó, por ejemplo, la construcción del ensanche de la Zurriola, aunque el encauzamiento del Urumea llevaba años de retraso. También en 1915 se estrenó la iglesia de los Carmelitas y se convocó el concurso para construir el Gran Kursaal, que ganaría el parisino Auguste Bluysen y se inauguró seis años después. A excepción de este último edificio, el resto siguen dando forma a Donostia 100 años después.