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“Es desvestir a un santo”

Frente a la polémica generada en el Ayuntamiento sobre el traslado de la ‘Paloma de la Paz’ a Sagüés, anunciado por el gobierno local, los vecinos de los barrios de Amara y Gros consultados por este diario se muestran entre resignados y conformes con el cambio de ubicación de la escultura.

“Es desvestir a un santo”

el día que la Paloma de la Paz alce el vuelo desde la plaza de Aita Donostia, donde ha permanecido los últimos 21 años, se está acercando. La decisión del gobierno municipal de Donostia de promover el traslado de la escultura a Sagüés, anunciada la pasada semana, generó gran polémica entre los partidos de la oposición, que no comprenden ni las razones, ni las prisas para semejante acción y niegan que hubiera un acuerdo entre los grupos, como aseguró el alcalde en una nota. Pero este recelo se suaviza en la calle. Los barrios de Amara y Gros, afectados por el traslado de la Paloma de la Paz desde la plaza Aita Donostia al entorno de la playa de la Zurriola, parecen aceptar la decisión con resignación y se preocupan más bien por el coste del traslado. También quieren saber qué se colocará en la plaza de Amara para sustituir la obra escultórica.

La Paloma de la Paz de Néstor Basterretxea fue inaugurada en 1988 en la esquina del solar del Kursaal. Cinco años después, de forma consensuada con su autor, fue trasladada de forma provisional a la rotonda de Anoeta por la construcción del espigón y el nuevo edificio Palacio de Congresos. Pero, después de 21 años en el mismo lugar, la escultura se ha convertido en un punto de encuentro y un símbolo de esta zona tan transitada de Amara. Maialen Pérez, una joven vecina de Hospitales, pasa cada día por delante del gran pájaro blanco. Admite que le da pena su traslado. “Desde que tengo memoria está aquí, entonces sí que la voy a echar de menos”, cuenta. Sin embargo, comprende que se respete la voluntad de su autor de volver a llevarla junto al mar. “Pero sí que es verdad que los vecinos de Amara la tenemos interiorizada como parte del paisaje y parte de la arquitectura del barrio”, añade.

Pero no a todos los vecinos les remueve de esta manera. Muchos se conforman con que se llene la rotonda con otra obra o, incluso, “con unas flores”. Ane Aramburu pasea por delante de Karmelo Ikastetxea. “A mí me da lo mismo, no me parece que sea tema de controversia con los problemas que tenemos ya”, apunta. Está segura de que “habrá otras cosas bonitas” para poner. Dos vecinas de la calle Balleneros también están conformes con la decisión, porque “si el autor quería que estuviera en la orilla del mar, ahí es donde tiene que estar”. No obstante, admiten que se han enterado por la prensa de esta decisión, porque mientras Basterretxea vivía “nunca oyeron eso”. “A mí me parece que es una maniobra política y que supone un gasto tremendo”, afirma una de ellas. “Además luego hay que traer otra cosa”, añade la segunda.

De la misma opinión es Koldo Arrondo, que no vive en Amara, pero lleva 26 años trabajando en la zona y suele tomar café frente a la escultura. “Nos va a costar dinero moverla, pero como se llegó a ese acuerdo con Basterretxea pues habrá que respetarlo”, opina. Se acuerda de cuando la trajeron. “Al final te acostumbras a ella, pero realmente qué más da si la Paloma está aquí o está allí”, comenta. Su compañera, Olga Rodríguez, piensa que “está bonita ahí”, aunque no le importa que la muevan. Coincide con Arrondo en que “va a costar dinero moverla y pintarla”.

¿Qué pondrán en amara? Algunos vecinos, como Javier Echabe, tienen en cuenta la esencia artística de la cuestión. “A lo mejor en el marco original puede dar más funcionalidad y expresar mejor lo que el autor pretendía”, defiende y, como casi todos los habitantes de Amara, se preocupa por la misma incógnita: ¿Qué pondrán en la rotonda? Echabe espera que por lo menos “pongan unas flores o algo para que quede más vestido”.

Por otra parte, los habitantes de Gros parecen más conformes con recuperar la Paloma de la Paz pero tienen otras preocupaciones como, por ejemplo, dónde exactamente será colocada. Encarni Rojo vive en este barrio, pero trabaja en Amara. Le da pena que la cambien de lugar a pesar de que sea a su barrio, ya que cada día podía verla yendo al trabajo. Sin embargo, acepta que la lleven a su lugar de origen y cree que no es más que “otro debate”.

Luis Labairu también vive en Gros y trabaja en el Hospital Donostia, así que cada día se encuentra con la Paloma de la Paz. Ahora, monta a su hija en el tobogán del parque infantil de Sagüés. “Me parece que en Amara queda muy bien”, admite. Además, en Sagüés “entre los perros y los niños está dividido el espacio y no sé cómo quedaría aquí”, recalca. Le parece una “apuesta arriesgada” y una “tontería” cambiarla, porque dice que llevarla a Sagüés no es respetar la voluntad de su autor, quien la fabricó para que estuviera en el Kursaal. “Tampoco me parece que se respete trayéndola aquí. Además, te tiene que gustar cómo queda aquí, y lo que vayan a poner en Amara también. Es arriesgar, desvestir a un santo para vestir a otro y no me parece”, sentencia.

Compensación José Luis Remírez pasea varios días a la semana por esta zona. Se le ocurre que Basterretxea podía haber hecho una réplica de su obra para que “nadie se molestara”. No obstante, está encantado con la decisión porque “para los que nos gusta pasear, ya que no se hizo el final del paseo con la pasarela proyectada hasta Mompás, como compensación y como deseo del autor, está muy bien que la traigan”, explica. Le parece muy buena idea unir a “dos escultores muy importantes del País Vasco” para que culminen con sus obras dos paseos de Donostia: el Peine del Viento en Ondarreta y la Paloma de la Paz en la Zurriola.