el reportaje El preso que se fugó de Arrao publicado en el periódico mensual Hirian en junio encendió la curiosidad de los vecinos del barrio Arroa-Behea de Zestoa. “Nos llamó la atención porque hablaba de nuestro barrio, de cómo estuvo preso en un edificio aún en pie en la carretera general y que visitó después de tantos años para este reportaje”, recordó en la charla celebrada el miércoles, el miembro de la asociación de vecinos de Arroa-Behea Joseba Ossa.

Marcelo Usabiaga (Ordizia, 1916) tiene 98 años y una memoria envidiable. Acudió al homenaje que le brindaron los vecinos del barrio de Zestoa acompañado de su mujer y su hijo Miguel, autor del libro que relata su vida La joven guardia. Marcelo Usabiaga, una vida de compromiso y lucha. Además, el periodista Aitor Azurki, quien firmó el reportaje de Hirian, fue el moderador de la sesión que atrajo a numerosos vecinos al centro Ederki.

Usabiaga no cesó de recordar anécdotas y explicó que llegó a Arroa-Behea en 1943, con una pena de 30 años en el destacamento penal guipuzcoano ubicado en el barrio y en el que permanecieron un centenar de presos republicanos. En la cita especial del miércoles incluso volvió a coincidir con algunas personas que conoció en aquella época, como una mujer que le recordaba con cariño:“Solía venir a saludarme y como no tenía dinero para comprar una postal, en una ocasión, me regaló una realizada a mano con cartón donde ponía Zorionak y había hecho unos dibujos. Era todo un artista”. Lo hacía cuando debía hacer viajes a la farmacia de Zumaia para coger medicamentos para los presos. Sí que fue un artista, y en muchos sentidos. Este ex combatiente comunista ahondó en la memoria histórica de un barrio que no dejó de atenderle, disfrutando durante más de dos horas de sus vivencias.

No faltó el humor en su relato e hizo reír a los presentes. “Cuando llegué a Arroa nos llevaron a la iglesia y como novato, me puse delante. Nos querían obligar a besar a la Virgen y yo me di la vuelta y salí. El resto de presos salió detrás mío. Fue un escándalo y me amenazaron con que me iban a mandar a la cárcel de Ondarreta otra vez... afortunadamente, el cura pidió excusas y comprendió que no me podía obligar a eso. Me hice amigo de él y hasta me dio 20 duros cuando estaba organizando la fuga”, detalló.

La vida diaria de los presos consistía en comenzar a trabajar a las 8.30 horas, cada uno en su pelotón, y construyendo un tendido aéreo eléctrico para traer la piedra de Itziar a la fábrica de cemento. Usabiaga era profesor mercantil y por ello logró el puesto de oficinista. Le pagaban 50 céntimos por su labor y tenía libertad de movimiento. Se encargaba, asimismo, de calcular las calorías que comían los reos. También le tocó vivir tragedias, como el suicidio del compañero gallego Pepe Vilella:“Yo mismo le di la carta que indicaba su libertad y acto seguido se mató”.

txaPela y makila El luchador antifranquista estuvo un año y tres meses en Arroa, hasta que después de enterarse de que la mitad del cemento lo mandaban a Burdeos para los nacis, el y sus compañeros comenzaron con los sabotajes, su nombre llegó a los oídos de la dirección y temió por su vida. “Me fugué con otros cuatro a Francia y estuve haciendo de mugalari hasta que en 1945 fui arrestado por la Guardia Civil y pasé otros 21 años preso”, concluyó. Tras la charla recibió una txapela y una makila y el edil del Consistorio de Zestoa, Joxe Mendizabal (PNV) propuso poner una placa en el barrio en memoria de aquellos reclusos. l