“Este oficio empezó a ser visto con naturalidad, con la apertura de los tanatorios”
La familia Oyarbide de Beasain lleva ya tres generaciones trabajando en el sector de los servicios funerarios. Iñaki Oyarbide ha hablado acerca de su oficio y los cambios que ha sufrido durante las últimas décadas
beasain - ¿Desde cuándo se dedica su familia a este oficio?
-Nuestro abuelo, Mateo Oyarbide, era carpintero y se encargaba también de hacer los ataúdes que se necesitaban en el pueblo. En aquellos tiempos, el carpintero llevaba el ataúd a la casa del fallecido y después se encargaba de trasladar el cuerpo a la iglesia y al cementerio. Al igual que otros muchos carpinteros, acabó montando una empresa de servicios fúnebres.
El oficio ha cambiado mucho desde los tiempos de su abuelo.
-El abuelo llevaba el ataúd en una carretilla y después utilizaba las andas para ir a la iglesia y al cementerio. En 1962, mi padre, Ignacio Oyarbide, compró un coche fúnebre. Fuimos de los primeros de Gipuzkoa en hacerlo. Creo que por aquel entonces solo había coches fúnebres en Donostia y en Tolosa. El abuelo solía decir que en sus tiempos era mucho más duro trabajar porque no tenía coche, pero nuestra labor se ha vuelto mucho más compleja. El sector se ha profesionalizado: flores, esquelas... De todos modos, el gran cambio llegó con los tanatorios.
¿Cuándo abrieron el tanatorio?
-Hace 12 años. Hasta entonces, al fallecido se le tenía en casa y de allí lo llevábamos a la iglesia o al cementerio. Nos llevó nuestro tiempo encontrar un local adecuado, pues un tanatorio necesita mucho espacio. En la actualidad, además de este tanatorio de Beasain, tenemos otro en Ordizia y una oficina en Lazkao. El crematorio lo tenemos en Salbatore.
¿A la gente le costó acostumbrarse al tanatorio?
-No. Recuerdo que, estando en obras, la gente venía a preguntarnos a ver si ya habíamos abierto. No es de extrañar que la gente estuviera esperando. En los caseríos tienen sitio para atender a la gente, pero en los pisos de hoy en día, ¿dónde colocas el ataúd? Son muy pocos los que atienden a la gente en sus casas. Aunque antes era esa la costumbre, se me hace muy violento ir a casa de un fallecido. Ir a un tanatorio es mucho más cómodo. Además, el cuerpo está en una cámara refrigerada.
¿Es un sector propenso a los cambios?
-El gran cambio vino con los tanatorios. Las incineraciones también son algo relativamente nuevo, pero no varían nuestro ritual de trabajo: hay que traer el cuerpo y encargarse de las esquelas, las flores y las lápidas igualmente.
¿Son muchas las familias que optan por la incineración?
-Recuerdo que al principio llevábamos los cuerpos a Zaragoza. Hace unos 30 años nos tocaba incinerar un cuerpo cada mucho tiempo. Después, se hizo más habitual y se empezaron a incinerar en Derio. Hoy en día, casi la mitad de las familias opta por la cremación. En Alemania llegan al 70-80%.
¿Las costumbres varían mucho de un lugar a otro?
-Aquí el cuerpo se entierra o incinera en 48 horas, mientras que en Francia puede pasar una semana. Puede ser porque allí hay muchos inmigrantres y las familias viven más dispersas.
Como toda empresa que se precia de estar al día, tienen su propia página web.
-En funerariaoyarbide.com recibimos más de 20.000 visitas al mes y el número de visitantes no deja de crecer. Publicamos las esquelas al instante, un día antes que los periódicos.
¿Están notando la crisis?
-La gente siempre dice que a este sector no le afectan las crisis, pero no es así. Estamos notando mucho la crisis. Además, en 2012 el IVA pasó del 8% al 21%. La gente se muere igual que antes, pero se gasta menos. Lo habitual es que la gente gaste unos 3.000 euros, pero se puede hacer por 1.800. En todo caso, nuestro objetivo principal es que los familiares tengan el menor trabajo posible: vamos al hospital o la casa a recoger el cuerpo, lo traemos al tanatorio, lo preparamos, nos encargamos del papeleo, nos reunimos con la familia y en una hora todo queda organizado. La gran mayoría sigue haciendo funerales. Se hacen pocas despedidas civiles. Otros no organizan ningún tipo de acto. En la zona de Zumarraga la mayoría de los funerales siguen siendo de cuerpo presente. Aquí, menos, y en Donostia, ninguno.
¿Cree que el suyo es un oficio duro?
-Lo duro es ver el sufrimiento de las familias. Sobre todo cuando el fallecido es un joven. La gente considera que lo duro es trabajar con los cuerpos, pero no es así. Me dicen que ellos no valdrían para esto, pero a mí me parece más duro ser enfermero. Nosotros no pasamos más de una hora con cada cuerpo.
¿Qué es lo más complicado?
-A la hora de preparar los cuerpos tenemos una gran responsabilidad, pues los familiares quieron verlos como cuando estaban vivos. En general, la gente suele quedar satisfecha.
¿Y lo más satisfactorio?
-Que es un trabajo muy agradecido. Prestamos ayuda a las familias en un momento muy duro de sus vidas y la gente es muy agradecida.
¿Es un oficio respetado?
-Creo que este oficio ya no es tabú. Está muy profesionalizado y no me da reparo decir en qué trabajo. Eso sí, cuando digo que trabajo en una funeraria, la gente acostumbra a hacerme muchas preguntas. Creo que este oficio empezó a ser visto con naturalidad, con la apertura de los tanatorios: la gente viene a nuestro lugar de trabajo y ve que no es un sitio lúgubre y que somos gente normal.
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