Hondarribia- Cuenta Alberto Sáiz que nació “en Peralta, de donde es la familia”, pero “fue un 12 de septiembre, o sea que mi padre estaba aquí, en Hondarribia, trabajando en fiestas”. Fue incluso antes, “después de la guerra”, cuando Ángel Sáiz, muy conocido en Hondarribia como El Bigotes, padre de Alberto, María Ángeles y Merche Sáiz, empezó a venir con sus carruseles a Hondarribia. Hoy, la saga continúa no solo con sus tres hijos, sino incluso con los nietos, aunque Alberto Sáiz señala que “el oficio de feriante está cada vez más complicado”.

¿Cómo surgió el nombre de los carruseles y atracciones Ondarribi, que todavía perdura?

-Mi padre ya llevaba años viniendo aquí, aunque sus ferias no llevaban ese nombre. Se instalaban junto al cine Mirentxu y el colegio de los Hermanos de La Salle. Debió ser como en 1966 cuando compró sus primeros autos de choque. Un día aquí, tomándose algo en el bar Txirla, que estaba donde hoy está la sociedad Azeri, con el entonces alcalde Pedro Aguinagalde y con el panadero Josetxo Garmendia, le propusieron medio en broma medio en serio que pusiera el nombre de Ondarribi a sus autos de choque. Y desde entonces hasta hoy.

¿Qué es Hondarribia para usted y sus dos hermanas?

-Hondarribia es como nuestra segunda casa. Aquí prácticamente nos hemos criado y tenemos nuestros mejores recuerdos de la infancia y la juventud. Mis padres venían para todo el verano, desde junio o julio hasta finales de septiembre. Incluso fuimos a la escuela en distintas épocas de nuestra infancia, cuando empezaba el curso y todavía andábamos por aquí. Yo fui al colegio de los Hermanos y mis hermanas a Hijas de la Cruz. Todavía conservamos amistades de entonces.

¿Cómo ha visto evolucionar a Hondarribia en todos estos años?

-La ciudad ha cambiado mucho, desde luego. Está muy bonita y todo eso, pero yo sigo añorando aquella Hondarribia de entonces, más entrañable. De todas formas, me encanta venir aquí, no solo a trabajar, como ahora en fiestas, sino el resto del año, sobre todo en invierno. Mi mujer y yo vivimos en Oiartzun, instalamos un carrusel buena parte del año en la plaza San Juan de Irun y venimos aquí todo lo que podemos, a pasear y a tomarnos algo.

¿Por qué ya no vienen a Hondarribia para tanto tiempo como antes? ¿Se puede vivir de las ferias?

-Los tiempos han cambiado mucho. Antes, para un chaval, poder montarse en un carrusel o unos autos de choque era algo especial, porque la gente no los tenía tan al alcance, ni se desplazaba a otros pueblos o ciudades, como se puede hacer ahora. Además, los niños tienen más opciones de ocio y diversión. Aquí mismo, en Hondarribia, sin ir más lejos. ¿Si se puede vivir de esto? La verdad es que cada vez cuesta más, y toca moverse a muchos sitios o tener atracciones modernas y novedosas, que son muy caras. En tiempos de mis padres, íbamos por toda España. Ahora, nos movemos más en Gipuzkoa, a Irun, a Donostia, a Tolosa y otros pueblos, porque mis hijos se han asentado y hacen vida aquí.

¿Y cómo es eso de criar hijos teniendo que ir de pueblo en pueblo con las ferias? ¿Sigue la saga de los Sáiz-Ondarribi?

-Es algo distinto, pero uno se acostumbra y se puede hacer. Mi mujer es de Vitoria y no era feriante cuando la conocí. Lo que sí hicimos en su día fue dejar de movernos lejos, y andar por la zona de Euskadi. Así, ella estaba en Vitoria con los niños y nos veíamos los fines de semana. Hasta que ya luego nos fuimos a vivir a Oiartzun y cogimos una nave en Irun. En cuanto a la familia, después de mi padre y de mis hermanas y yo, ya hay una tercera generación en marcha. Mi sobrina tiene una churrería, otra hija mía tiene dos, mi hijo también trabaja dentro de Afade, la Asociación de Feriantes Autónomos de Euskadi... No sé si llegará a haber una cuarta generación, porque vivir de esto se hace cada vez más complicado.

¿Cómo les va este año en fiestas de Hondarribia?

-No se trabaja mal, pero más que nada es por las tardes. El día 8 es el más flojo, con la gente centrada en el Alarde no viene casi nadie. Nos pasaba incluso cuando nos instalábamos en la Benta. A ver si remontamos de aquí al domingo.