De 1951 a 1971 la población de Zumarraga pasó de 3.600 habitantes a más de 12.000. Hubo una gran demanda de viviendas y se construyeron varios barrios. Entre ellos, uno muy especial: Grupo Legazpi. Lo diseñó el prestigioso arquitecto ordiziarra Domingo Unanue, el autor del primer edificio racionalista de Gipuzkoa (el Herri Antzokia de Ordizia). Las casas del Grupo Legazpi no son de estilo racionalista, pero no se puede negar que el barrio se construyó de manera muy racional. Unanue tuvo en cuenta que iban a vivir muchos niños y proyectó cientos de metros cuadrados de espacio verde e incluso una plazoleta cubierta. En ésta, los vecinos celebraron ayer una comida de confraternización.
Acudieron 105 personas. Algunos comensales vinieron desde otras localidades como Zarautz o Vitoria y hubo quien se desplazó desde Madrid. Es el caso de María Jesús Zamora. Durante la comida recordaron los viejos tiempos y después tuvo lugar un baile.
Los vecinos estaban ayer encantados. “Hoy me ha costado mucho levantarme y tengo la voz tocada, pero mereció la pena”, comentó Alicia Castillo. Ella fue una de las impulsoras de la iniciativa. “En septiembre del año pasado nos juntamos ocho vecinos del barrio en el bar Alexander. Nos hizo gracia que de unas 20 personas que había en el bar ocho fuéramos del Grupo Legazpi y, encima, de siete familias distintas. Nos sacamos una foto y hablamos de organizar una cena”.
Finalmente, se hizo una comida. Castillo quiso dar las gracias al Ayuntamiento de Zumarraga, en nombre de todos los vecinos. “Nos dejó mesas, nos puso un punto de luz y nos permitió utilizar los baños del frontón”, comenta. Destacó el buen ambiente vivido en la fiesta. “Txema, el del bar Eire, trajo un equipo de música. Después de la comida estuvimos bailando y charlando. Todos dijeron que había que repetir”.
También tuvieron ocasión de recordar los viejos tiempos. “Yo vine a este barrio con 10 años. Recuerdo que la relación entre todos los vecinos era muy buena. Había muchos niños y todos jugábamos en la calle. La sociedad ha cambiado mucho y ahora los niños no juegan tanto en la calle y las puertas de las casas no están abiertas. Antes nos pasábamos el día en las casas de los vecinos”.
Y en los jardines y la plazoleta cubierta, por supuesto. “Jugábamos al brilé, a las canicas, al txorromorro, a la cuerda, al aro... Hacíamos toda la vida dentro de los jardines. Tanto, que había hasta pasos por dentro de ellos”.
Aunque ya no hay tantos niños y, por lo tanto, tanta alegría, Castillo ve bien el barrio. “Es un sitio muy bueno para vivir: está en el centro y es tranquilo”. Y el orgullo del barrio, los jardines, están bien cuidados. “Antes nos encargábamos los propios vecinos de los jardines y ahora lo hace el Ayuntamiento. La verdad es que el barrio está muy bien cuidado”, concluyó.