Los zumarragarras (y los urretxuarras con buen gusto) celebraron ayer el día de Santa Isabel en las campas de La Antigua. Casi todo el mundo estaba invitado a la fiesta. Solo había un non grato, pero se coló cual gorrón en una boda: el mal tiempo. Llevaba varios años intentando colarse y ayer lo consiguió. Afortunadamente, no logró aguar la fiesta. Los zumarragarras utilizaron todas las armas que tenían en sus manos para hacer frente al indeseable, que tuvo que volver por donde vino con el rabo entre las piernas.

La lluvia es el enemigo número uno de los eventos que se celebran al aire libre y en la romería de Santa Isabel también puede llegar a condicionar la fiesta. Para empezar, los ezpata dantzaris suben andando a La Antigua y pueden quedarse fríos en el camino. Afortunadamente, a primera hora de la mañana no llovió demasiado y los dantzaris llegaron prácticamente secos a La Antigua.

Después, llegó el momento cumbre de la jornada: bailaron la ezpata dan-tza ante la virgen. Andoni Oruesagasti se estrenó como capitán, con solo 16 años. "Estaba bastante nervioso, pero una vez he empezado a bailar, me he tranquilizado", comentó.

Oruesagasti entró en el grupo Irrintzi con solo 4 años y ayer vio cumplido el sueño de todo dantzari de Zumarraga. "Me ha hecho mucha ilusión bailar la ezpata dantza. Y a los aitas también, por supuesto".

Como el resto de los vecinos, temía la presencia de la lluvia. Sobre todo, a la hora de bailar el aurresku de honor. No en vano, se hace fuera de la ermita. Pero los meteorólogos habían avisado de que el indeseable se iba a colar en la fiesta y el Ayuntamiento tomó medidas: cubrió el tablado de madera con un plástico, que se retiró justo antes de que los dantzaris comenzaran a bailar. La lluvia, no contenta con acudir sin haber sido invitada, estaba empeñada en dejarse notar y enseguida mojó el tablado. Algún dantzari sufrió un resbalón, pero la cosa no pasó a mayores.

Al resto de los congregados tampoco consiguió fastidiarles el día. Los vecinos se pertrecharon con chubasqueros, gorros y paraguas y disfrutaron de la fiesta como si nada. Es más, las cuadrillas pudieron comer en la campa. Para ello, convirtieron sus mesas en un búnker. Las cubrieron y rodearon de toldos y comieron secos y calentitos.

Es el caso de la familia Sudupe, que puso su mesa a salvo de huracanes, tifones y demás fenómenos meteorológicos. Esta familia lleva cerca de 40 años comiendo en La Antigua y no se asusta por cuatro gotas de nada.

El día de Santa Isabel se come en La Antigua y punto. "El año en el que vinieron los filipinos hermanados con Zumarraga no dejó de llover en todo el día, pero nosotros comimos aquí. Solo hemos faltado un año: el año en el que murió la ama. Ella también comía arriba, en la presidencia, feliz, pero aquella vez no pudo subir y comimos abajo con ella", comentaron Juan y María Ángeles Sudupe.

La lluvia tampoco asustó a los que vinieron de fuera. Por ejemplo al director del Aquarium Vicente Zaragüeta y al presentador de televisión Julian Iantzi. Zaragüeta se encontraba en su salsa, como pez en el agua. Y Iantzi, un tío acostumbrado a lidiar con Korta, Juanito y Maritxalar en el Aconcagua, no se va a apurar porque llueve un poco... Vamos, que todos le hicieron el vacío al indeseable y no consiguió aguar la fiesta.