Cuando tenía siete u ocho años, Jesús San Martín -Chuchi para sus amigos- ya se hacía sus propios juguetes. Aún hoy, en la comida anual con sus compañeros de colegio, le recuerdan el futbolín que él mismo construyó y con el que tantas horas disfrutaron. A sus 72 años, este vizcaino afincado en Donostia desde hace más de cuatro décadas ha convertido su casa de Intxaurrondo en un auténtico museo naval. Allí lucen espectaculares maquetas de barcos históricos como el Titanic, la draga Jaizkibel, el Bou Bizkaia o el acorazado alemán Bismarck, entre otros. Los construye con sus propias manos, muchos de ellos sin planos, en el taller que tiene en su domicilio. Su familia, con su esposa Mari Carmen al frente, compone su principal club de fans. Pasear por los pasillos de su casa es un lujo para la vista.

La visita de NOTICIAS DE GIPUZKOA a esta casa-museo comienza con una muestra de réplicas de cañones que fueron empleados en guerras históricas, miniaturas de motocicletas y vehículos de época que han sido montados por Jesús con esmero y muchas horas de dedicación en su domicilio de Donostia. Un coche Rolls Royce amarillo de más de 3.000 piezas llama la atención en una de sus vitrinas, junto a un Mustang Fastback como el que condujo cuando trabajó en El Salvador a finales de los 60 y al que tiene especial cariño;

Aunque está jubilado desde los 65 -hace siete años-, Jesús sigue disfrutando de la que fue su profesión: modelista. Unos planos enrollados encima del sofá del salón le delatan, aunque él asegura que su pasión por el modelismo ya no es más que un "hobby". Construye barcos principalmente, pero también maquetas de tren.

Los libros y las piezas de colección apenas dejan hueco para nada más, ya que su obra no para de crecer. "A mi mujer la vuelvo loca", reconoce. En casa cada vez queda menos sitio para dar cabida a sus trabajos.

Llegado el momento, un día dejó claras sus intenciones. No iba a parar de crear y eso le llevó a sustituir el txoko que tenía para reunirse con sus amigos en lo que ahora es su taller. "Al final descubrí que en el txoko siempre trabajan los mismos, los de casa", admite.

En ese mismo lugar en el que antes comía con los más cercanos, está trabajando ahora más que nunca. Lo hace seis o siete días a la semana y durante unas "cinco horas diarias".

Tiene 18 máquinas con las que modela los metales y la madera para sus prototipos. Ha construido allí 26 barcos: el último de ellos un atunero congelador botado por el astillero Zamakona, con el nombre Izar, que navega en las aguas del Índico. Lo hizo de su propia mano, sin piezas prefabricadas de montaje. El próximo será otro buque que está a punto de botar el astillero vasco.

Un oficio poco conocido

Como no se le daban bien los estudios, su padre mandó a Jesús con 14 años a la Escuela profesional de La Naval de Sestao y trabajó en el astillero vizcaino en su juventud, para luego pasar al sector de la máquina herramienta. Siempre como modelista, una profesión desconocida, según admite: "El modelista es el que saca del plano a la realidad y crea un modelo que luego se envía a la fundición para hacer una pieza igual".

Tras un periodo de cuatro años en Centroamérica, donde trabajó para dos empresas, decidió volver a su tierra, Euskal Herria, donde montó su propia empresa en Gipuzkoa.

Recuerda, con orgullo, que su compañía realizó el molde para la primera turbina de una central nuclear, una pieza que fundió Luzuriaga -actualmente Fagor Ederlan- para el grupo suizo Brown Boveri, una corporación multinacional que emplea a más de 124.000 personas en la actualidad.

En la primera visita de este gran cliente a Euskadi, Jesús les llevó a ver el derbi entre el Athletic y la Real Sociedad, que ganó el equipo txuri-urdin por 1-2 con dos goles de Fernando Ansola, familiar suyo. Fue el 27 de enero de 1974. San Martín se confiesa entonces: "Yo soy del Athletic, me crié en el barrio de Las Carreras de Abanto-Zierbena".

En su dilatada experiencia profesional, Jesús recibió también el premio al mejor modelista de España. "En la época de Franco se hacían campeonatos de profesiones. A mí me entregó el premio Francisco Franco personalmente en el palacio de El Pardo... Y yo era nacionalista. Luego quedé segundo en el Campeonato de Europa, que se celebró en Módena, en Italia, en 1960".

El control numérico cambió esta profesión de forma radical y las máquinas realizan ahora la mayoría de los moldes, salvo los de gran tamaño, con una precisión milimétrica, explica Jesús San Martín.

"Me gusta aprender"

Antes de visitar el salón estrella de la casa, donde guarda las réplicas de los barcos que ha fabricado a lo largo de su vida, muestra una maqueta de tren con zona portuaria, minas, salto de agua, central eléctrica, cantera, ciudad, estación, refinería... Un micromundo que ocupa un cuarto entero y por el que circulan varios trenes. Los pone en marcha y su rostro emana satisfacción: "Es un trabajo de años que nunca se termina".

La exposición de los barcos es el final de la visita. El auténtico museo naval de Intxaurrondo, con réplicas de 26 barcos y sus respectivas historias que Jesús conoce a la perfección. Asegura que los libros y las revistas especializadas son su inspiración y le han enseñado mucha historia. "Me gusta aprender de todo", admite.

En el medio de la sala luce el barco más grande, con una eslora de 2,25 metros. Es el acorazado Bismarck, el barco de guerra alemán más grande de cuantos se había construido hasta 1940. Se hizo famoso por hundir durante la II Guerra Mundial al Hood, el orgullo de la Royal Navy británica, lo que finalmente derivó en una persecución que terminó con su hundimiento.

También guarda una réplica del Bou Bizkaia, uno de los cuatro pesqueros de vapor que el bando republicano vasco convirtió en buques de guerra para enfrentarse a Francisco Franco en la Guerra Civil. "Eran barcos de pesca a los que les pusieron dos cañones y dos ametralladoras", dice.

Jesús San Martín guarda en su casa los buques que ha modelado o montado a lo largo de su carrera. También es un gran aficionado del mundo del ferrocarril. Tiene en casa 220 trenes que pueden circular por la enorme maqueta que montó en un cuarto.

Los reportajes televisivos de fondo submarino de Jacques Cousteau convirtieron a este buque construido en EEUU en un referente de la investigación oceanográfica durante los años 60 y 70. Se hundió en un accidente en 1996.

Fu el más grande y lujoso barco construido hasta 1912, en el momento de su botadura. Se hundió en la noche del 14 al 15 de abril de ese mismo año en el océano Atlántico, frente a las costas de Terranova, tras chocar contra un iceberg. Fallecieron 1.512 de sus más de 2.200 tripulantes. Sus cuatro chimeneas son características.

Se mantiene en sus condiciones originales como museo en Portsmouth (Inglaterra). Junto a él, San Martín tiene una réplica del Vasa, un barco sueco que naufragó nada más ser botado en Estocolmo en 1628 y fue reflotado en 1961.