"En un tiempo, en el Hotel Alameda teníamos clientes fijos en verano e incluso les tomaba yo misma la tensión"
Maritxu Larra (Zestoa, 1941) es toda una luchadora. Sus más de 50 años de profesión así lo demuestran. Llegó a Zarautz joven y apostó por la hostelería. Comenzó junto a su marido a trabajar en el bar Isabel y después, en el Hotel Alameda. Se siente "muy agradecida" al pueblo
zarautz. Ha sido la homenajeada del recientemente celebrado Sagardo Eguna de Zarautz. ¿Cómo vivió ese día?
No pasé muchos nervios, porque estoy acostumbrada a tratar con la gente. Aunque es verdad que no me lo esperaba. Además, acudieron todos mis hijos y estuve muy arropada. En el momento del homenaje llovía, pero luego el tiempo dio una tregua y fueron muchos los que se acercaron a la Musika plaza. Mi hijo Igor, sin preguntar previamente me dijo unos días antes: "Este día te toca esto". ¡Y a lo hecho pecho! (risas). Siempre hace ilusión. Aunque no me veía con méritos para un homenaje, ha sido agradable.
En el acto se mostró muy agradecida con el pueblo...
Sí, porque me han acogido muy bien siempre. Con 24 años empecé a trabajar en el mundo de la hostelería por mi cuenta, en el bar Isabel, junto a mi marido, el pelotari Javier Azpitarte. Trabajamos todo lo que quisimos y muchos vecinos se acuerdan de ese establecimiento. El pueblo nos aceptó muy bien. Muchas veces había que reservar sitio con quince días de antelación. Aprendimos a trabajar duro. Luego dijeron que iban a derribarlo y a construir casas y decidimos alquilar el Hotel Alameda, en el año 1970. Entonces lo frecuentaba la aristocracia. Y aquí seguimos, después de tantos años luchando... era joven y creía que no había nada que no pudiera vencer y mi esposo siempre me decía, "¿Tú crees que podemos? Pues adelante".
¿Había trabajado antes en la hostelería?
De joven trabajé en el balneario de Zestoa. Hice tres años allí, hasta que me casé con 22 años y vine a Zarautz. En el balneario había un comedor que se dedicaba solo a la aristocracia. En los años 50, debíamos hacer la reverencia y se cantaban sus nombres al entrar al comedor. También fui camarera en el bar Otamendi de Zarautz, donde conocí a mi futuro marido. En realidad, tenía el título de Corte y Confección con 20 años, pero la gente para pagar no tenía ninguna prisa... Estaba cansada de eso y supimos que los propietarios del bar Isabel querían alquilar el local y fuimos. Le dimos una vuelta total en ocho días, nos pusimos a trabajar y caímos en gracia.
Después llegó el Hotel Alameda...
Sí y tras años en alquiler, en el año 1986 compramos el antiguo edificio. Pero no había baños en las habitaciones y en 1990 nos dimos cuenta de que había otras necesidades que cubrir. Era renovarse o morir y nos lanzamos a renovar. De este modo, se derribó el edificio y se construyó el nuevo. Lo inauguramos el 10 de abril de 1992.
Tendrá miles de anécdotas...
Si hubiese escrito todas las historias que hemos vivido... el tipo de cliente también ha cambiado mucho a lo largo de los años. Antes eran fijos en verano y los conocíamos por sus nombres, porque llevaban quince años veraneando en nuestro hotel. Cada habitación ya estaba asignada a una familia en concreto. ¡Incluso les tomaba la tensión a algunos y les ponía yo misma las inyecciones! Trabajaba en recepción y cocina, no tenía mucho tiempo, pero me esperaban. Era una profesión muy dura, pero al ser joven, puedes hacer cualquier cosa. Ahora ya no hay un trato tan cercano con el cliente. Aunque algunos hijos de esos veraneantes fijos que ya murieron han venido alguna vez. Ha cambiado tanto la cosa... antes abríamos a las 7.30 horas. Pero no me ha costado nada madrugar. Me tomaba un buen cancarro de café para ponerme en marcha y listo.
¿Han tenido alojado a algún famoso?
Rocío Jurado vino con Orteca Cano un día, porque él había toreado en Francia. Era verano y solo quedaba la peor habitación de hotel, sin ventana al exterior. Llegó escoltada por la Ertzaintza. Fue un poco surrealista todo, no querían que se les viera... ¡Semejantes personajes en un hotel de dos estrellas! (risas). Siempre he sido un poco guasona...
Ha conocido más épocas de crisis. ¿Cómo vive la actual?
Hemos conocido muchas crisis y tremendas, pero diferentes. Esta es desconocida. Antes decíamos que había crisis, pero no de tantos años... pero ya pasará. Nuestro cliente es un 80% nacional y el consumo interno no había caído de manera tan brutal como ahora. Se ha notado mucho en Zarautz, porque tiramos de gente de Madrid, Catalunya...
Ahora que está jubilada, ¿también acude todos los días al hotel?
¡Claro! ¡Faltaría! (risas). No fallo ni un día. Tengo mi casa en la torre de al lado, porque quiero estar cerca del hotel. He trabajado durísimo, pero ahora solo vigilo y riño (risas).
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