Donostia. ¿En qué barrio nació?
En Intxaurrondo Viejo. Siempre estaba jugando en Ulia, era todo monte. Iba al colegio de Jesuitas.
¿Dónde vive ahora?
En Igeldo. Me he trasladado de monte a monte. También tengo casa en Donamaría (Navarra).
Siempre ha sido comerciante, un profesión que le viene en los genes. ¿Qué recorrido personal ha tenido?
En 1914, el aitona, Tamayo Berroeta, fundó una encuadernación con sus hermanos en Gros. Luego montó una librería y vino a la calle Legazpi: empezó a trabajar con artículos de papelería y librería. En 1967 siguió mi padre y en 1979 empecé yo, tratando hacer algo más revolucionario.
Antes había muchas papelerías en Donostia ¿Y ahora?
De las de antes no queda ninguna. Estaban Nerecán, Graphos, Jim, Sánchez Román... Teníamos muy buena relación. La mayoría nos dedicábamos primero a la imprenta y la encuadernación. Luego empezaron las primeras plumas, el bolígrafo. Mi padre, por ejemplo, estaba más enfocado a los consumibles de oficina. Yo, en la crisis de los 80, di un cambio. Había mayor tasa de paro que ahora y los créditos llegaban al 17%, era un usura. Caían empresas continuamente y llegamos a estar en quiebra.
¿Qué cambios introdujo en su comercio?
Algo que nadie se atrevió entonces: incorporar el libre servicio a la papelería. En España, la mayoría de papelerías eran asistidas. Empezaban entonces las grandes superficies. Se me ocurrió aplicar el libre servicio a este sector. Tuve que viajar mucho por toda Europa y conseguía productos, diseño, fantasía y material para regalo. Iba a París, traía contrabando. Iba con la ama al masajista y, al ir con una persona mayor, era mejor para pasar de contrabando junto a la Guardia Civil.
¿Hasta dónde tuvo que viajar?
A Francia, Alemania, Suiza... A través de París, traía mucho de Japón, que eran los más avanzados y daban mucha importancia al envoltorio. He tenido una mentalidad más empresarial. Desde la gestión hasta la inversión, el marketing... que en el comercio no se hacía. Y sumar mucho, crear sinergias con todo lo que se mueve. He hecho muchísimas reformas: en 1980, en 1982, en 1984, en 1988 y en 1997 (introdujimos la primera boutique de Montblanc del país). Luego, en 2010 hicimos otro cambio, y el pasado año, otra vez. Ahora confiamos en el proyecto Créate, que son cursos de manualidades.
¿No teme la crisis?
Nunca hemos tenido miedo a las crisis. El miedo te frena. Siempre he sido muy valiente. La pena no vende. Lo que importa de las personas es la actitud que tengan porque los que van dando pena no avanzan.
Su comercio se ha destacado por impulsar numerosas actividades y concursos como los de pintura, de escritura con pluma, caligrafía... Ahora las manualidades. ¿Por qué?
Las empresas no solo tienen que ser máquinas de hacer dinero, tienen que implicarse socialmente. Tengo mis propios proyectos dentro del ámbito de la responsabilidad social. Mi gran proyecto se llama Zipristin y trata de fomentar la cultura del agua, la naturaleza... Defender el derecho público al agua, por ejemplo, es importantísimo.
¿Está en peligro entre nosotros?
Ahora están a saco con la privatización del agua. En Madrid han venido con 2.000 millones a comprar el canal de Isabel II. En Barcelona, el agua es semipública. Una vez que se privatiza es muy difícil que revierta a la sociedad. Son facturas que los ayuntamientos no van a poder pagar. Y es un derecho humano, un derecho público. Hay un movimiento, que lo tenemos acechando aquí cerca. Tenemos una obligación moral y ética con la naturaleza y nosotros mismos. Vamos a respetar lo que nos queda. A veces, tanto progreso es un retroceso. Con gastar un 1% de lo que va a costar el puerto exterior y una buena estrategia de marketing, se puede vender la naturaleza, el museo al aire libre que tenemos en la costa.
¿Está en contra del puerto exterior del Pasaia?
Sí, es una barbaridad, un coste enorme y muchos intereses creados. La zona tiene mucho valor geológico.
¿Cuáles son sus aficiones?
El monte. Soy feliz con un bocadillo de tortilla en el monte. Mis sitios preferidos son Aralar, Urbasa, el valle de Atxondo y, sobre todo, Baztan y Maldaerreka. También me gusta la natación. Voy a la playa a nadar, con neopreno en invierno y desde mayo, sin traje. He hecho la travesía de La Concha y la Zarautz-Getaria. Todos los días de la semana hago deporte. Y también me gusta mucho cantar. Canto en el coro de Igeldo. En el monte, ando solo o con mi pareja.
No aconsejan ir solo.
Pues he ido mucho solo. Y el móvil, de cada diez veces que pasa algo en nueve no hay cobertura. Además, con las nuevas tecnologías te haces tonto. Estamos perdiendo el instinto y el sentido de la orientación, así como la habilidad manual.
¿Qué valora especialmente?
Valoro mucho la amistad. Para mí los amigos son parte de la familia.
Viviendo en Igeldo, tendrá que usar mucho el coche. ¿Cómo ve el tráfico en la ciudad?
Ha mejorado muchísimo con la crisis, que también trae cosas buenas. No hay atascos ni problemas para aparcar. En el tema de movilidad, se ha conseguido un equilibrio importante. Estamos en una ciudad muy avanzada, la veo muy bien.
¿Cómo ve la ciudad a nivel cultural?
Hay mucho que hacer. He colaborado bastante con 2016 y creo que tenemos una gran oportunidad de salir de nuestra postal. Tenemos un ejemplo cerca: en Bilbao. La clase política tiene que hacer un gran esfuerzo de unión para sacar adelante la capitalidad, como se hizo con la candidatura. Había una inercia muy buena; el equipo de Marisol Garmendia lo hizo muy bien. Pero ahora veo un cierto frenazo, estoy preocupado. Me gustaría que todos los partidos hicieran un esfuerzo porque es una oportunidad muy importante para San Sebastián. Por cierto, hay un proyecto que se llama Jaizkibel Amaharri, para crear un geoparque entre Zumaia y Baiona, que es una auténtica oportunidad para vender San Sebastián, poner en valor la naturaleza que tenemos, tan desconocida y tan salvaje. Hay que salvar Jaizkibel como sea.
¿Qué opina del boom de la gastronomía?
Estoy un poco harto de fútbol y gastronomía. Hay otras cosas. Me gusta mucho comer y tengo amigos cocineros, pero hay que fomentar también otras cosas. Lo más importante es ayudar a que la gente a que saque lo mejor de si misma.
¿Le gusta viajar?
Soy de los que viajo por trabajo y disfruto mucho de Pirineos, Picos de Europa y Navarra.
¿No pasea por Donostia?
También. Me encanta Urgull, lo conozco hasta el último rincón. Voy mucho. Ulia también. Igeldo, Orio...
¿Ha estrenado el parque de Ame-tzagaina?
No. Tengo que ir. Ando mucho al año, más de 2.000 kilómetros. He hecho la vuelta a Gipuzkoa. El Norte de Burgos lo conozco muy bien. Cerca tenemos de todo. Me meto por todas las esquinas, busco caminos antiguos... Más que grandes viajes me gusta mi entorno. Soy un apasionado de Navarra.
El comercio en Donostia está de capa caída. ¿Hay solución?
En estos momentos el consumo está muerto. Hay muy poca mentalidad empresarial. Mi obsesión es dar servicio público. Un comercio que no te dé una sonrisa no vale. No es suficiente con tener un buen producto, buena decoración y gestión, hay que ir a la excelencia. Una de las claves, que me enseñaron mi abuelo y mi padre, es que hay que tener espíritu de servicio. En mi tienda no existe el no. Hay que tener un gran surtido y, en la actualidad, una buena especialización. También hay que asociarse. Aunque somos pequeños, juntos podemos ser fuertes. Hay que hacer un marketing estratégico conjunto y en ello se está avanzando.
¿Da miedo el desembarco de Mercadona?
La gran superficie ha hecho mucho daño al pequeño comercio. Dicen que crean empleo pero no se habla de lo que se destruye. Y los centros se están desertizando. El comercio da vida, crea riqueza, porque compra los productos a los productores de aquí, da trabajo al de aquí. Estoy en contra de la globalización. Tenemos que mantener cada uno su identidad. La diferenciación es una riqueza cultural. Nuestros propios diseños, marcas... Con la globalización parecemos todos clones cuando lo mas bonito es la diferencia. Todos los centros comerciales son iguales. Me estuve peleando para hacer algo diferenciado en la Bretxa. Y ha sido una chapuza desde el principio. Los puestos están arrinconados, abajo. Tenían que haber estado a ras de calle, con algo especializado, un templo de la gastronomía, lo mejor de España tenía que estar aquí. La clave está en la diferenciación, en el valor añadido. De Arcco también me fui, por lo mismo, y el tiempo me está dando la razón.
¿Le gustan los nuevos barrios que han ido surgiendo?
Son muy agradables. Riberas ha quedado muy bien, también Benta Berri, e Intxaurrondo Berri.
¿Principal problema de hoy en la ciudad?
El donostiarrismo, mirarse al ombligo. Pero el gran problema han sido la vivienda para los jóvenes. El precio de los pisos ha bajado un 30% pero la generación joven ha tenido que marchar a otros sitios. Astigarraga ha quedado muy bien, Urbieta, Hernani, Lasarte... Pero en Donostia hay cantidad de viviendas vacías y la población está quedando muy envejecida.
¿Qué necesita Donostia?
Mejorar la comunicación con los pueblos de alrededor.
¿Qué opina del Metro?
A mí me parece positivo, porque puede vertebrar todo Donostialdea, desde Hendaia a Zumaia. Tengo una visión de Donostia más amplia, quizás porque mi familia procede de Ordizia. Mi abuelo era de Ordizia uno de los fundadores de ANV. En Donostia somos cuatro gatos. Yo ando mucho por la provincia. Tengo el corazón guipuzcoano, no solo donostiarra. Tengo una mirada más amplia y confraternizo mucho con los pueblos de Gipuzkoa.
¿Qué es lo mejor de los últimos años?
Además de conseguir la capitalidad de 2016, me gustaría no olvidarme de la tregua de ETA, que ha sido una gran alegría. Espero que haya mano izquierda por parte de todos. Que todos cedan para acabar con el sufrimiento de todas las partes. Tengo gran confianza en este pueblo, en Gipuzkoa y en Euskal Herria. Saldremos de esta crisis y reforzados.