BUENA armonía. Esas son las palabras que más repiten en sus conversaciones vecinos y exvecinos del barrio Sagastialde de Hernani que el próximo 1 de mayo cumple 55 años. "En aquella época conocíamos a todos los que vivían en el barrio. Mi madre tenía las llaves de las ocho casas que había en el portal por si a alguno de los vecinos se le olvidaba la suya, aunque muy pocas veces se cerraban las puertas. No es como ahora", recuerdan los vecinos Andrés Etxeberria y Rafa Ortega.
Para conmemorar tan importante efeméride, el próximo 5 de mayo se realizarán diferentes actos. Los organizadores del evento no son neófitos en estas cuestiones, ya que hace cinco años celebraron el medio siglo del barrio con una programación muy similar. Entonces, consiguieron reunir a 215 personas. "Este año no pensamos repetir ese número porque el aniversario no es tan redondo y algunos de los mayores a los que les hicimos un homenaje han fallecido", explica Juanjo Bueno.
Sin embargo, el alma de la organización, Carlos Sanchiz, recalca que el lunes ya había apuntadas 73 personas. Este vecino señala que la idea de organizar el cincuentenerario partió en gran medida de su amigo, "un tío estupendo" según sus palabras, Pascual Huertas. El objetivo era reunir a los antiguos vecinos del barrio y a los nuevos y la convocatoria fue un rotundo éxito.
En la actualidad, de todas las personas que vivieron desde un principio en alguna de las 122 viviendas de Sagastialde, solo quedan alrededor de 30.
Cuando se juntan los vecinos de toda la vida de Sagastialde son muchos los recuerdos y las añoranzas que empiezan a rememorar.
Por ejemplo, Anabel Ortiz señala que las casas que conforman el barrio, "el primer barrio grande de Hernani", las construyó el Sindicato Vertical de corte franquista. "Eran las casas de protección oficial de aquella época". Estos edificios se construyeron para albergar a todos los trabajadores que venían a buscar empleo a las fábricas de alrededor. La mayoría de ellos provenían de otras provincias del Estado. Todos vivían de alquiler y cuando se disolvió el Sindicato Vertical, al cabo de veinte años, se les ofreció a los inquilinos la opción de comprarlas.
Las fiestas
Alarde de ingenio
Pero si hay un recuerdo que anima las conversaciones de los vecinos, es el de las fiestas que se solían organizar en Sagastialde, prácticamente desde que se construyó el barrio.
"Solíamos aprovechar el 1 de mayo para hacer las fiestas y como eran las primeras del año que se celebraban en Hernani eran muchos los que bajaban hasta aquí", recuerdan. Entonces, "con un camión y cuatro tablas" montaban un escenario e incluso tenían una cantina "que hoy en día no hubiera pasado los controles de Sanidad", pero gracias a la cual "nadie se quedaba con sed".
Era época de bonanza económica, en la que las fábricas de los alredores empleaban a muchos de los vecinos, por lo que "se movía dinero". "Íbamos casa por casa recogiendo dinero para las fiestas, incluso empezamos a ir a otros barrios, desde Zinkoenea hasta abajo de La Florida. Con los de Etxeberria teníamos muchas broncas porque decían que les habíamos quitado las fiestas", comentan.
Sin embargo, a finales de los 70 las fiestas fueron decayendo por la falta de un relevo generacional que se encargara de preparar los actos y a principios de los 80 se dejaron de celebrar.
Por otro lado, los vecinos recuerdan cómo ha cambiado la fisonomía del barrio: "Antes todo era campo. La carretera llegaba hasta la casa roja y los niños jugaban en la calle".
"Mi madre decía que venir a Sagastialde le dio la vida, porque aquí se reunía con el resto de mujeres para lavar la ropa y luego la tendían en la calle", señala otro de los vecinos.
Así las cosas, lo habitual era que cada casa tuviera su trozo de huerta donde en la actualidad está la pista de atletismo. Era una zona pantanosa que los residentes llamaban tierra falsa.
No eran tiempos en los que las comodidades ni los servicios municipales abundaran: "No había ni luces en la calle y no había ningún comercio". El único establecimiento que se abrió fue un quiosco de ladrillo donde los niños compraban los dulces y se podían adquirir productos de primera necesidad como el pan o la leche.
Solo había dos coches y dos teléfonos en todo el barrio, la misa se oficiaba en un antiguo almacén de paja y se habilitó un camino conocido como escarbilla que se acondicionó con escoria.
Pero a pesar de todos esos inconvenientes los vecinos evocan con nostalgia el viejo Sagastialde. Por eso, contemplan con resignación las obras de urbanización que se han llevado a cabo en la parte trasera del barrio, en Sagastialde-Berri, donde está previsto que se levanten casi 300 VPO. "Es una pena, donde ahora vemos monte luego vamos a tener una pared de hormigón", se queja una de las residentes.
Pero el principal recuerdo de todos es que en Sagastialde reinaba la buena armonía. Los vecinos de siempre lamentan que con el estilo de vida actual, en el que cada familia está metida en su casa, se ha perdido parte de ese espíritu. No obstante, el 5 de mayo se brindará una nueva oportunidad para recuperarlo y para reencontrarse con viejas amistades.