beasain. En la exposición del bar Aterpe de Beasain se pueden ver caricaturas de Luis Eduardo Aute, Ernesto Sábato, Enrique Morente, Atahualpa Yupanqui, Madonna, Miles Davis, Bob Marley, Keith Richards y Marilyn Monroe. También hay un dibujo del propietario del bar, Txomin Ferreira, y otro de unos baserritarrras.

¿Cómo se aficionó al dibujo y a la pintura?

Dibujo desde que tengo uso de razón. Nací con el lápiz debajo del brazo. Recuerdo que un tío mío también dibujaba y recuerdo que tenía un cuadro con los personajes de Disney. Mi madre también dibujaba bastante bien y era la que me ayudaba a hacer los dibujos para el colegio.

¿Con quién aprendió?

Con un vasco que se llama Carlos Garaycochea. Con él aprendí a hacer caricaturas y humor gráfico. Estuve también en otras escuelas, pero los años que pasé con Garaycochea fueron los mejores. Es un tipo muy famoso en Argentina. Es humorista, tiene una escuela de dibujo y escribe libretos de obras de teatro. Ahora va a sacar un libro sobre los vascos.

¿Qué labor ha desempeñado hasta ahora?

Me he dedicado sobre todo a las caricaturas, pero ahora me estoy volcando en trabajos más artísticos. Pero lo mío siempre ha sido el humor gráfico y la caricatura y en Buenos Aires trabajaba en ello para periódicos y revistas. También hago caricaturas por encargo.

¿Cuándo vino a Euskadi?

Vinimos en 2001, a causa de la crisis: el famoso Corralito. Mi padre es gallego y yo tenía también nacionalidad española. Vine con mi pareja y los dos chavales. Entonces tenían tres y cuatro años. Primero estuvimos en Aragón, pues allí había una oferta de trabajo. Tenemos familia en Lazkao, un día vinieron a visitarnos y nos dijeron que en Euskadi encontraríamos mejores condiciones. En la actualidad trabajo para bebidas Ugalde.

¿Qué les pareció Euskadi?

Nos integramos sin problemas. Mi asignatura pendiente es el euskera, pero con la edad se va volviendo uno un poco vago. La verdad es que ya soy capaz de hablar un poco y enterarme de qué están hablando los demás. Hay gente que se toma mal que no sepa euskera, pero es por falta de tiempo y vagancia: no por hacerle un feo al euskera.

¿Ha habido algo que les haya llamado la atención especialmente?

El argentino es más afectivo que el vasco. Aquí cuesta más ganarse la confianza de la gente, pero una vez que te ganas la confianza de un vasco enseguida te une al grupo.

¿Qué es lo que más le gusta de Euskadi?

Lo que más me gusta es que se puede hacer de todo: subir al monte, ir a la playa... Aquí tenemos la playa a media hora y allí la más cercana estaba a más de 300 kilómetros. Con el monte pasa lo mismo. Todo es llanura. Tienes que salir de Buenos Aires para ver algo de desnivel. Y para ver montañas hay que ir hasta la cordillera, a miles de kilómetros.

¿Qué es lo que menos le gusta?

El tema político. Hay un silencio. La gente se corta en ese tema y eso me choca. En Argentina tendremos lo que tenemos, pero allí hablas de política con cualquiera. Es verdad que aquí hay un problema muy grave, pero al que viene de fuera le choca que la gente se corte y haya enemistades.

¿Qué tal vive un bonaerense en Ataun?

Pasamos de vivir en una gran capital a vivir en un pueblo pequeño y ese cambio no terminamos de asumirlo. Ataun es muy triste en invierno. Se hace larguísimo. No se puede disfrutar del pueblo y hay que salir para poder disfrutar de otras cosas. En verano, en cambio, en Ataun se pueden hacer muchísimas cosas: subir a Lizarrusti, pasear por el caminito que hay al lado del río... Cuando siento mono de ciudad me voy a Donostia, Gasteiz, Iruñea... La verdad es que a veces extraño la locura de Buenos Aires.

¿Qué opinión tiene de los ataundarras?

En una gran ciudad no te saludas con nadie. En Buenos Aires vivíamos en una vivienda unifamiliar, por lo que solo me saludaba con el de la casa de al lado. El habitante de una ciudad va a lo que va y punto. No te enteras de la vida de nadie. Aquí, en cambio, todos te saludan y quieren saber en qué andas, por qué has venido... Al principio me chocaba y me parecía que se estaban entrometiendo en mi vida. En los pueblos del interior de Argentina seguro que sucede lo mismo.

¿Piensan quedarse de por vida?

De momento no nos planteamos volver a Argentina. Llevamos ya diez años aquí y ya no somos ni de un lugar ni del otro. Es la faena del exiliado. Además, los chavales tienen amigos aquí. Lo que más echo en falta de Argentina es la familia.