urretxu. ¿Recuerdo su primer contacto con un balón?
El 26 de mayo voy a cumplir 56 años y recuerdo que con solo siete-ocho años salíamos corriendo de misa para ir al campo Elizalde de Urretxu a jugar a fútbol. Otros jugaban a pelota y todos coincidíamos en las peleas entre los de la calle de arriba y la de abajo, pero a mí lo que más me gustaba era el fútbol. Mi madre me reñía porque ensuciaba las zapatillas.
¿Cómo desarrolló su afición?
Íbamos a Elizalde, también conocido como el campito, siempre que podíamos. A mí me gustaba mucho Iribar y, aunque era pequeño, me ponía de portero. Jugué en un equipo promovido por la sociedad gastronómica Urretxua y la sociedad deportiva Goierri. También en el Urola y, durante el Servicio Militar, en el Casetas de Zaragoza. Aunque muchos no me creen, Arconada y yo coincidimos en las pruebas para entrar en la Real.
¿Cuándo comenzó a arbitrar?
De chaval había arbitrado partidos en Elizalde y en el campo del colegio La Salle-Legazpi, pero fue después de casarme cuando me dediqué a ello en serio. Fernando Bert me pidió que me federara y con unos 24 años me presenté en el Comité Guipuzcoano de Árbitros.
¿Cuál fue su trayectoria en el mundo del arbitraje?
El primer partido de Regional lo arbitré en noviembre de 1980: el Soraluze se impuso por dos a uno al Zumaiako y cobré 4.270 pesetas. En 1984 ascendí a Preferente. El primer partido fue en Legazpi: el Ilintxa le ganó por dos a cero al Lagun Onak. El primer partido de Tercera fue en Azkotia: el Anaitasuna superó por tres goles a uno al Aurrera de Ondarroa y cobré 10.800 pesetas. Tengo guardado todos los datos de aquellos años. Mi último partido como árbitro fue en Logroño, en 1991. Era un encuentro de la fase de ascenso a Segunda B y para ese tipo de partidos solían designar a los colegiados que tenían previsto ascender de categoría. Pero para ello había también que superar las pruebas físicas que se llevaban a cabo en Madrid y yo no pude ir debido al fallecimiento de mi padre. Tanto yo como el Comité llamamos a Madrid solicitando un aplazamiento, pero no me lo concedieron. Fue Elizegi Uranga, el actual delegado de la Real, el que ascendió de mi parte. Me llevé un gran disgusto y estuve a punto de abandonar el arbitraje, pero el urnietarra Gorrotxategi me propuso ser juez de línea. Le costó mucho convencerme. Fue en la época en la que los colegiados comenzaron a arbitrar siempre con los mismos linieres.
Tuvo ocasión de correr por la banda en campos con solera.
Fui linier en Primera y en Segunda División. Trabajé sobre todo con Antoñana Moraza y Begiristain Izeta. Si no trabajé más en Primera fue porque Urio Velázquez no me eligió a mí a pesar de que yo era el más veterano. En aquella época nos retirábamos con 45 años y lo dejé en el año 2000.
¿El trabajo del árbitro es tan duro como parece?
A mí me gusta mucho, pero que quede claro que no me hace gracia que me insulten. Me gustan todos los equipos y no tengo nada en contra de nadie. Eso sí, soy del Athletic. También quiero que gane la Real, excepto cuando se enfrenta al Athletic.
No ha respondido a la pregunta, ¿es duro arbitrar?
Gracias a este trabajo he hecho muchos amigos, he conocido la cultura y la gastronomía de muchos lugares... Todavía me llaman de muchos sitios para arbitrar amistosos: los torneos en memoria de Txugi y Musti, el campeonato que organiza el gaztetxe de Urretxu...
En esos partidos no, pero en los de Primera y Segunda le habrá tocado sufrir.
Por supuesto. En cierta ocasión, en Vallecas, tuvimos que dejar el coche en comisaría e ir al campo en furgón policial. Después volvimos a por el coche en furgón. En aquel partido expulsé a un policía. Le dije a Antoñana que nos estaba insultando y el agente que estaba al mando le envió al furgón. En los campos he escuchado infinidad de cosas contra los vascos y me han escupido a menudo, pero si hubiera tenido miedo me hubiera quedado en casa.
¿Que facultades necesitan los árbitros y los linieres?
Tienen que ser totalmente imparciales. Me tocó expulsar a mi cuñado y a su mejor amigo y solicité que no me designaran más partidos del Urola. El colegiado solo debe tener en mente el reglamento cuando salta al campo. Mi esposa solo me vio arbitrar en dos ocasiones y me dijo que parecía otra persona. Era así.
¿Es difícil ser árbitro?
Es más difícil aún ser linier. Hay que completar carreras de 60 metros y vigilar al último defensa, el balón y el delantero. Pero solo tenemos dos ojos. Cuando un jugador que está a 35 metros de la portería chuta a puerta, es imposible saber si después de pegar en el larguero el balón ha entrado o no, pues en ese momento estamos vigilando al último defensa.
¿No convendría ofrecer a los colegiados ayuda tecnológica?
El fútbol perdería encanto. Habría que parar el partido en demasiadas ocasiones y al final los árbitros estaríamos de sobra. ¿A quién se le iba a insultar? ¿Al que está con la maquinita? El fútbol tiene un encanto extra gracias al trabajo de los árbitros.
¿Cuál es el partido del que guarda mejor recuerdo?
El que jugaron la Real y el Real Madrid en memoria del capellán de los madrileños. Fue en 1991 en Arrasate. El capellán era de An-tzuola y había casado a Chendo y Butragueño, entre otros. Arbitrar un partido entre equipos de Primera, aunque fuera un amistoso, fue increíble. Todo esto tengo que agradecérselo a mi mujer, pues arbitré partidos todos los fines de semana durante 21 años y los siete años que estuve en la élite pasaba los fines de semana fuera de casa.