"Sabía que el caserío nos daría de comer y me conformaba con poder pagar la hipoteca"
Hace algunos años, cuando nadie sospechaba que se avecinaba una crisis, el zumarragarra Asier Osinalde dejó su puesto en una fábrica para trabajar en el caserío de su esposa. Le tomaron por loco, pues parecía que un puesto de trabajo fijo en una empresa era un tesoro
gabiria. ¿Qué relación tenía con el mundo rural antes de empezar a trabajar haciendo quesos en el caserío Baztarrika de Gabiria?
Mis padres son de caserío. Mi madre es de Iburreta Azpikoa, un caserío de Zumarraga que ya desapareció. Allí siempre me tocaba hacer algo: en verano, por ejemplo, tenía que ayudar a recoger la hierba. Por otro lado, mi padre tenía una huerta y dos chabolas en Urretxu. Contaba con unos 20 pollos, una docena de gallinas, seis ovejas y un cerdo. Mi hermano y yo nos encargábamos de los animales. Recuerdo que un día de Santo Tomás tuve que volver a casa para ordeñar las ovejas. Tenía unos 16 años y la verdad es que en la Parte Vieja se estaba muy bien?
¿Qué hubiese respondido entonces si le hubiesen dicho que acabaría trabajando en un caserío?
No me lo creería. Menos aún viendo el número de ovejas que tenemos aquí.
¿Cómo dio el paso de la fábrica al caserío?
Mi suegro trabajaba en un taller, mi suegra estaba cansada del trabajo del caserío y decidió reducir el número de ovejas. Mis cuñados no tenían intención de quedarse en el caserío y le propuse a mi mujer hacerlo nosotros. Al principio me dijo que no, que tendría que compatibilizar los dos trabajos. Yo le respondí que había que elegir entre uno u otro. No quería salir del relevo de noche, llegar a casa y ponerme a ordeñar ovejas. O acabar de recoger hierba a las nueve de la noche e ir corriendo a la fábrica.
¿No tenía miedo?
Sabía que pasaríamos apuros económicos. En la fábrica tenía un buen sueldo, tenía que pagar la casa y mi mujer estaba embarazada, pero sabía que el caserío nos daría de comer y me conformaba con sacar el dinero suficiente para pagar la hipoteca de nuestra casa. Además, en el taller no estaba a gusto. Tenía un buen trabajo, pero no compartía la política que llevaba la empresa. Se ha visto que tenía razón: la empresa se ha quedado desfasada y mucha gente se ha ido a la calle. Muchos iban a la fábrica, pero no trabajaban.
Ha dicho que tuvo que convencer a los de casa, ¿tuvo el apoyo de alguien?
Todos me dijeron que estaba loco. Me preguntaban a ver si sabía lo que iba a hacer. Lo único que me ha dolido ha sido el tener que dejar la música. En lo demás, me he arreglado muy bien.
Pero al principio sería duro.
Sí. Pasamos apuros económicos. Estábamos acostumbrados a un tren de vida y no queríamos perderlo, pero era imposible. Estuvimos en números rojos, pero conseguimos salir adelante. Ahora tenemos otro modo de vida y otra forma de pensar. Reducimos los gastos y punto. Nunca pasaremos hambre y siempre tendremos algo de dinero en el bolsillo, aunque sea poco.
¿Se arregló bien en el trabajo?
Los comienzos fueron duros: me cansaba mucho, el primer año perdí quince kilos? Aquí el trabajo empieza cuando sale el sol y finaliza cuando se pone. Además, todos los días hay algo que hacer. De todos modos, hay días tranquilos. Intento tomarme las cosas con calma, pero en determinadas épocas hay que trabajar duro: por ejemplo, cuando toca recoger la hierba.
¿Por qué merece, entonces, trabajar en el caserío?
Por la tranquilidad. Aquí cada uno soluciona sus problemas. En el taller hay que solucionar los problemas de otros. Aquí no podemos andar mirando a los demás. Toda la obra del caserío la hemos hecho nosotros. Se aprende mucho.
Pocos jóvenes toman su decisión.
Yo me animé a dar este paso porque todo estaba ya montado. Si no, no hubiera empezado en esto. ¡Ni pensar! Existen subvenciones, pero? Hay gente que tiene proyectos en mente, pero cuando solicitan ayudas les atan de pies y manos: quieren hacer algo modesto y les empujan a poner en marcha algo mayor. A nosotros nos ha pasado eso con el txoko que tenemos para enseñar el proceso de elaboración del queso.
Cuando comenzó a trabajar de pastor le tacharon de loco. ¿Qué le dicen ahora?
Que hago buen queso. Es lo mejor que me pueden decir: al fin y al cabo, vivimos de los quesos y si los hago malos no los voy a vender. Por otro lado, mucha gente viene a comprar al caserío. Eso me produce una gran alegría. Hacen 50 kilómetros para comprar tres quesos y eso es de agradecer. También enviamos nuestros quesos a Madrid, Barcelona, Segovia? Ver que están dispuestos a pagar los portes es satisfactorio.
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