Cuando a Txema Esteban, el marido de Mª Asun Fernández (64 años, Pamplona), los médicos le diagnosticaron un mesotelioma maligno, la pareja se marchó de la consulta sin haber entendido nada o casi nada de lo que les estaban contando. Mª Asun dio media vuelta y volvió a hablar con aquel doctor que se andaba por las ramas.
Le resolvieron el jeroglífico sin ningún tipo de filtro: “Me dijo que mi marido se iba a morir”, recuerda. En octubre de 2016, unos meses después de la fatal noticia, Txema, Mª Asun y otras 8 personas más crearon la asociación navarra de amianto nuevo amanecer respirando (Ananar). “Es duro aceptar que algo no tiene cura, pero mi marido era muy echado para adelante, como yo, y decidimos lanzarnos”, cuenta.
El nombre tiene su miga y fue cosa de Txema, ya que “decía que cada día que ves amanecer, sigues vivo”. Tenían tres objetivos en mente: la investigación de la afección, el apoyo a las víctimas de amianto y a sus familias y el asesoramiento judicial en caso de tener que reclamar responsabilidades.
La asociación también ha decidido incluir un objetivo más: informar y concienciar a la ciudadanía de los peligros que tiene para la salud la exposición al amianto (también conocido como asbesto), que está por todas partes y se ha usado masivamente en la construcción hasta su prohibición en 2002. “Tenemos que ser conscientes de que estamos ante un peligro medioambiental y de salud pública de primer orden. Esta fibra es 500 veces más delgada que un pelo humano”, advierte Mª Asun.
Según la OMS, la exposición al amianto puede causar cáncer de pulmón, laringe y ovario, así como mesotelioma. “También se ha demostrado que provoca enfermedades respiratorias crónicas como la asbestosis (una forma de fibrosis pulmonar) y otros efectos nocivos para los pulmones”. El organismo de las Naciones Unidas ya estimó en 2016 que el contacto continuado con estas fibras “causa más de 200.000 defunciones al año en todo el mundo, lo que representa más del 70% de las defunciones por cánceres relacionados con el trabajo”. Los cálculos de Ananar en Navarra en el ámbito laboral son muy parecidos y elevan la cifra al 78%.
Pueden pasar décadas hasta que aparecen los primeros síntomas en una persona. Txema había trabajado en su juventud en la empresa Superser, en Cordovilla, referente en la fabricación de electrodomésticos en el Estado, donde, según afirma Mª Asun, y “se demostró ante los tribunales”, estuvo en contacto con el amianto. La esperanza de vida de un cáncer de este tipo es muy corta: Txema falleció a finales de 2017, 18 meses después del diagnóstico. “Nos agarramos a un clavo ardiendo y lo alargamos todo lo que pudimos”, recuerda su mujer, que, además de cofundadora, es la presidenta y portavoz de Ananar.
El amianto se puede reconocer fácilmente por la forma ondulada de este mineral fibroso gris que corona muchos edificios. El material tóxico se ha usado en infinidad de elementos de construcción durante la segunda mitad del siglo XX debido, principalmente, a su resistencia y bajo precio. Mª Asun se muestra muy crítica con su expansión imparable durante décadas. “Era bueno bonito y barato. No se podía destruir con nada y hacía muy bien su papel. Las empresas de construcción se llenaron los bolsillos con el amianto”.
Se les olvidó contar un valioso detalle. “Lo que no nos dijeron fueron las secuelas que íbamos a tener. Porque se introdujo en todas las parcelas de nuestras vidas: en el trabajo, las casas, el transporte… Todo lo que había que aislar llevaba amianto. Durante los primeros 35 años de vida de este mineral, mientras se mantenga integro, no hay peligro. El problema es que a partir de entonces se descompone y empieza a fragmentarse”, explica.
Los colores de la fachada de la sede Pamplona (mitad naranja, que emula el cielo al amanecer; mitad gris, típico del amianto) son un pequeño homenaje a Txema. No todos conocen este detalle: hay quien continúa entrando a la entidad y le comenta a Mª Asun que aún falta una mano de pintura. Como si se les hubiera olvidado o no les llegara el presupuesto.
El enemigo está en todas partes
Para la representante de Ananar lo más urgente ahora es concienciar, informar, sensibilizar: “Necesitamos una campaña de concienciación para que todo el mundo sepa lo que tenemos entre manos”, afirma. Según los datos de la asociación, en el Estado hay unas 3 millones de toneladas de amianto en tejados, cubiertas, bajantes, depósitos y otras construcciones. Solo en la Comunidad Foral, se han contabilizado más de 85.000 estructuras con amianto.
Mª Asun subraya la importancia de conocer con exactitud donde está este material. “Yo sé que el segundo ensanche de Pamplona está lleno de amianto. Una infraestructura con más de 35 años tiene amianto. Estamos trabajando y durmiendo con el enemigo”, denuncia. En el ámbito industrial se ha usado amianto “en el 60% de las empresas de Navarra”. En la actualidad, a la sede llegan víctimas que en los años 70 estuvieron expuestas al mineral.
2032, el ‘deadline’ imposible
El amianto lleva años dando vueltas en el debate de sociedades científicas, asociaciones de víctimas y ciudadanos. Cada vez son más las voces que se suman a tomar medidas inmediatas para liberar de nuestro entorno un material que provoca enfermedades graves y con una relación directa con el cáncer.
Vivir entre cientos de miles de toneladas de amianto y comprobar su efecto nocivo ha motivado que la propia Unión Europea haya movido ficha, con un plan que prevé eliminarlo por completo de nuestros edificios para 2032. ¿Para entonces estaremos desamiantados? “No, no y no”, responde rotunda Mª Asun. “Al paso que vamos harían falta 100 años para poder retirar todo el amianto. Yo no creo que lo vea. Pero lo primero es saber dónde está y hacer un censo. No podemos ir al tuntún con esto porque hay partes que se ven y otras que no. Es complicado y caro, pero lo tienen que hacer”, remata.