“Paren el mundo, que me bajo”. Esta frase eterna, sin fecha de caducidad, que podría aplicarse a cualquier momento de la calamitosa historia de la humanidad, la acuñó Julius Henry Marx, más conocido como Groucho Marx. Es solo una más entre las decenas de sentencias que debemos al ingenioso cómico, como: “Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros”; “Inteligencia militar es una contradicción en los términos”; o el que habría deseado que fuera su epitafio: “Disculpen que no me levante”.
Harpo y Marisol
La locuacidad de Groucho quizás determinó que uno de sus hermanos fuera, por el contrario, artísticamente mudo y se expresara haciendo sonar una bocina o tocando el arpa (de ahí viene su nombre, Harpo). Es decir, para que Groucho pudiera hablar el doble, Harpo no abría la boca. Pese a lo cual, Harpo Marx, además de escribir un libro de memorias titulado ¡Harpo habla!, concedió numerosas entrevistas, como la realizada en 1961 en el famoso programa televisivo de Ed Sullivan, en el que coincidió con la pequeña artista española Marisol, quien tras interpretar Corre, corre caballito se rió a mandíbula batiente cuando el cómico imitó para ella el movimiento de un faro con esperpénticas muecas.
Fue en el transcurso de una de las giras internacionales de la niña prodigio, que la llevaron a recorrer el mundo de una punta a otra. De Málaga a Estados Unidos, y de ahí, unos años después, a Japón, donde se convertiría en numero uno en las listas de ventas con Yorishou Tokiwa una versión nipona de Me conformo. Por entonces Pepa Flores ya tenía dieciocho años y probablemente comenzaba a anidar en su mente el rechazo al icono que la dictadura había encarnado en ella, a través del cual pretendía transmitir una serie de valores morales, como, por ejemplo, el papel sumiso de la mujer en la sociedad franquista. “Me conformo con estar a tu lado / Me conformo con hacerte feliz”, era de hecho el estribillo de aquella canción.
Como conocer a Jesucristo
Este despertar de la conciencia de Marisol se relata en un documental titulado Marisol, llámame Pepa, en el que participa la pamplonesa Amaia Romero, quien confiesa que, en buena parte, se inició en la música escuchando e imitando a Marisol, a la cual homenajeó en la gala de los Goya de 2020 con su versión de Canción de Marisol, y a quien pudo visitar posteriormente en su propia casa, en un encuentro que, dijo, “fue como ver a Jesucristo”.
Hablando de Jesucristo, Amaia participó como actriz en La Mesías, la serie de Los Javis en la que se cuenta la historia de Stella Maris, grupo de pop cristiano compuesto por varias hermanas a las cuales sus padres, guiados por la codicia y el fanatismo religioso, aíslan del mundo exterior y obligan a grabar hits de música ultracatólica. Pep, el padre, está interpretado por el músico Albert Pla, quien ya había hecho otras incursiones en el mundo del cine, por ejemplo en Airbag, donde −siguiendo con las iluminaciones− se pone en la piel de un cura cocainómano que habla por teléfono con Dios.
Rumba radical vasca
En otra escena de la película, Pla interpreta una versión de Soy rebelde, de Jeanette, que también incluyó en su memorable disco Veintegenarios en Alburquerque, un falso concierto en directo en el que en algunos de los temas acompañan al cantante catalán artistas como Manolo Kabezabolo, Joseba Tapia, un jovencísimo KASE.O (con quien Albert Pla vuelve a reencontrarse este 2025 en el tema Todo me va bien), Robe o Fermín Muguruza, quien comparte sin duda con Pla algunas curiosas afinidades electivas, como el gusto por la rumba, pues si el primero ha publicado discos como No solo de rumba vive el hombre, el de Irún dejó patidifuso a más de uno cuando reveló su devoción por Peret, devoción que por si fuera poco dejó plasmada en un disco de homenaje a El rey de la rumba −así se titulaba− donde junto con el autor de Borriquito como tú o Una lágrima cayó en la arena, interpretó Voy, voy.
Un chimpancé llamado Bonzo
La participación de Muguruza en este tributo en vida a Peret no es la única llamativa, pues junto a artistas como Los Enemigos, Estopa, Carlos Jean o Tonino Carotone, podemos encontrarnos a una estrella internacional como David Byrne. El cantante de los Talking Heads, que en El rey de la rumba puso su acento escocés a Si fulano, nos sirve de puente aéreo para trasladarnos desde Mataró, la localidad natal de Peret, hasta Manhattan, en concreto hasta la legendaria sala CBGB, en la que Talking Heads ofreció su primer concierto, teloneando ni más ni menos que a los Ramones, un grupo en el que algunos de sus miembros se pasaron quince años sin dirigirse la palabra a costa, entre otras cosas, de sus diferencias políticas, reflejadas, por ejemplo en canciones como Bonzo goes to Bitburg, compuesta por el bajista de la banda Dee Dee Ramone y por Joey Ramone, el vocalista, y que hacía alusión a la visita de Ronald Reagan a un cementerio militar alemán en el que estaban enterrados varios miembros de las SS. El apodo Bonzo, referido a Reagan, que, como es sabido, antes de dedicarse a la política fue un (pésimo) actor, tenía que ver con una película interpretada por el presidente norteamericano, Bedtime for Bonzo, en la que daba vida a un profesor de psicología que intentaba educar a un chimpancé (Bonzo), en una metonimia que quienes protestaron por la visita de Reagan utilizaron para ofenderle. La letra de la canción no hizo mucha gracia a otro miembro de los Ramones, Jhonny Ramone, de ideología conservadora y seguidor por tanto de Reagan, quien solo accedió a que fuera publicada si se le cambiaba el título, como así sucedió, quedando finalmente registrada como My brain is hanging upside down.
Las nueve vidas de Mickey Roonie
En cuanto a Ronald Reagan, entre sus contribuciones al séptimo arte y la televisión se encuentra su intervención en un programa de televisión llamado The Dick Powell Show junto a otros artistas como Carolyn Jones (la Morticia de La Familia Addams) o el pizpireto Mickey Rooney −otro, como Marisol, niño prodigio−, y a quien su aspecto físico (medía, siendo ya adulto, 1,55), no le resultó impedimento para mantener relaciones sentimentales con Ava Gardner, Marilyn Monroe, Lana Turner o Judy Garland.
Pero volviendo a Mickye Rooney, la vida del pequeño y pelirrojo actor fue, ciertamente agitada −adicciones, divorcios, deudas...− tal y como refleja una biografía titulada Las nueve vidas de Mickey Rooney, escrita por Arthur Marx, quien fue hijo de... Groucho Marx.