Bajo esta premisa Frente a la guerra estalla un clamor de repulsa, pues nada causa tanto dolor ni destroza tantos sueños como la guerra para José Ignacio Besga.

Todos los países tienen algún museo/memorial en recuerdo de sus guerras. ¿Es la guerra una segunda piel humana, se cambia, pero siempre vuelve a salir?

Generalmente se refieren a batallas, no tanto a las guerras que asolaron su suelo. Algunas, no muchas, muestran lugares de sufrimiento en recuerdo de guerras, como campos de concentración o de refugiados. Tal vez, la segunda piel sea la violencia. De ella se deriva la guerra que, desde siempre, es recurrente.

“Nos queda la palabra”, cantaba Paco Ibáñez los versos de Blas de Otero. ¿Ya pueden o quieren oírse las palabras entre el estruendo de las bombas?

Se oyen los gemidos y los lamentos de los heridos y los destinatarios de los misiles. Pero siempre quedarán las palabras escritas para describir el horror de la guerra cuando desgarra y aniquila a los seres humanos y rompe en mil pedazos la convivencia.

La portada de 'Poética frente a la guerra'.

La portada de 'Poética frente a la guerra'. N.G.

Poética frente a la guerra es un poemario dramático que sangra por sus versos ante la ignominia e inhumanidad, ¿a quiénes se lo dedica? ¿Lo podrán entender no combatientes como mujeres y niños?

Se lo dedico a las personas que sufren guerras y a las que, en el futuro, las van a sufrir: población civil, madres, niños, personas mayores, heridos, muertos. A quienes ayudan, cooperan, colaboran ante el dolor. Y a quienes tienen una actitud ética frente a la guerra. Porque los valores éticos como la justicia, la solidaridad, el compromiso, la libertad, el respeto, la dignidad, o la responsabilidad, a que se hace referencia en el libro, estallan en mil pedazos en la guerra.

Versifica en prosa poética los horrores derivados de la guerra: hambruna, desplazamientos, refugiados … ¿escribir sobre estos horrores no produce melancolía insoportable?

Produce determinación ante la peor situación en la que pueden encontrarse las personas. La poesía no puede quedar ajena a la exigencia de la sensibilidad moral en el drama de la guerra. Porque somos, en palabras de la filósofa Adela Cortina, inevitablemente morales y, por lo tanto, ¡cómo no va a serlo la poesía! El propósito del libro es contribuir a la reflexión social sobre esta lacra de la Humanidad que es la guerra.

"El propósito del libro es contribuir a la reflexión social sobre esta lacra de la Humanidad que es la guerra"

Los que provocan/potencian y sostienen las guerras, ¿cree que serían capaces de leer su poemario?

No. Sí, quizás, les desalentaría lo que acordara algún día la ONU, más allá del reciente Pacto por el Futuro, no solo condenando toda clase guerras sino diseñando, también, una estrategia global contra la guerra.

“En la guerra se matan entre sí personas que no se conocen para satisfacer la ambición de personas que sí se conocen pero no se matan”, parafraseo a Erich Hartman. ¿No somos capaces de aprender de quienes sufrieron guerras?

Somos capaces de aprender de los que sufrieron guerras anteriores. La memoria perdura en las víctimas que sobrevivieron, también en los combatientes, y en sus familiares, en los libros de historia, en los sistemas educativos. Pero, por ahora, no es suficiente para limpiar la Memoria del pasado de la Humanidad por este planeta con cientos de millones de víctimas.

“La poesía es un arma cargada de futuro”, se esperanzaba Gabriel García Márquez. ¿Sólo soñaba emanando melancolía o ese futuro es aún una realidad posible?

Debe ser una realidad posible porque, en caso contrario, estaríamos abocados al desastre total. La pregunta es cómo diseñar la manera de eludir esa parte infernal de nuestro futuro que es la guerra.

"Impedir las guerras es una obligación moral. Un imperativo moral"

“Imaginen una guerra a la que no fuera nadie” soñó el poeta y el soldado que lo leyó se hizo insumiso y abandonó su fusil. ¿Es pensable o pura ética etérea?

Somos 8.000 millones con diferentes culturas, educación, necesidades, hambre, pobreza. Pero son los pueblos de la tierra, sus estados, sus naciones, quienes deben empeñarse en ese propósito. La responsabilidad de la especie humana ante la maldición de las guerras a las que lleva asistiendo desde el inicio de los tiempos, es absoluta. Impedir las guerras es una obligación moral. Un imperativo moral.

Las puertas del templo de Jano siguen abiertas en Sudán, Yemen, Gaza, Ucrania, El Congo… Si esas guerras terminaran, ¿no comenzarían otras donde vender las armas?

Existe una teoría que propugna un gran ejército de la ONU, de Cascos Azules, cuya misión sea intervenir contra toda guerra que exista o pueda surgir en cualquier lugar del Planeta. ¿Una utopía disuasoria?

Quienes creen que el Cielo está en la Tierra es porque ese día se durmieron en la clase de geografía. ¿Qué podemos hacer para que al menos el Infierno no esté en la Tierra?

Todo lo bueno que seamos capaces de hacer. Es fundamental que Naciones Unidas adopte una resolución conjunta y vinculante que legitime a la especie humana adoptando una posición firme y unánime, sin vetos, contra la guerra. Y solo cuando acuerden poner todos los medios para impedir que existan guerras en el planeta, podrán representar dignamente al Género Humano.