En el verano de 2018, se encontró con una insólita estampa en la estación de tren de Irun: un grupo de personas de origen africano estaban cobijadas en una tejavana instalada para motos. “Nos acercamos y nos interesamos por su situación. Nos contaron que llevaban varios días ahí”, explica Ion Aranguren (Donostia, 67 años). Ese fue el germen de Irungo Harrera Sarea, la red que se encarga de atender, asesorar e informar a los migrantes en tránsito, en su mayoría de origen subsahariano, que cubren este tramo en su periplo hacia Francia. Por aquel entonces, apunta Aranguren, las instituciones vascas no disponían de los recursos y las infraestructuras necesarios para atender a estas personas que tienen como objetivo cruzar la muga y alcanzar otros destinos de Europa. “Al principio llegaban aproximadamente unas 80 o 100 personas al día para cubrir una etapa de su proceso migratorio, entre Irun y Baiona”. El endurecimiento de los controles por parte de la policía francesa, tanto en los puentes de Santiago como en Behobia, se intensificó con la pandemia. Los migrantes han tratado de localizar cualquier rendija para burlar la vigilancia y llegar a Iparralde. Y se han jugado literalmente la vida. Solo en 2021 cinco personas fallecieron ahogadas en las aguas del río Bidasoa que separan Irun de Hendaia. Todos los días de 10 a 12 de la mañana, Ion Aranguren y otros voluntarios de esta red de apoyo montan una mesa informativa en la plaza San Juan de Irun, al lado del ayuntamiento. El mismo día de la entrevista, a mediados de octubre, atendieron a unas 20 personas. Por la noche, los miembros de Irungo Harrera Sarea acuden a la estación de autobuses de la ciudad fronteriza y dirigen a los migrantes al centro de acogida de la calle Hilanderas.
Entre 2018 y 2023 la entrada de los migrantes en tránsito provocó nueve muertos en orillas del Bidasoa. ¿La situación se ha aliviado o el escenario sigue siendo igual de dantesco?
-Afortunadamente, en los últimos meses no hemos tenido noticia de que haya habido gente intentado cruzar el río. Es cierto que ha aflojado un poco el control en la muga y en el puente de Santiago, por ejemplo, no hay una presencia policial las 24 horas. Lo que sí que hay son cámaras de vigilancia. En Behobia, en cambio, sigue habiendo controles policiales racistas. Porque eso es lo que son: paran a la gente por su aspecto, a los árabes y personas negras. Es un control selectivo. En Hendaia hay patrullas de policía que se dedican a buscar a los migrantes en un macabro juego del gato y el ratón.
"En la muga sigue habiendo controles policiales racistas”
¿Ven alguna salida?
-Los procesos migratorios no tienen pinta de que vayan a pararse y los controles policiales racistas son habituales. A los blancos no nos paran. Lo único para lo que valen estos controles son para incrementar el sufrimiento de las personas en tránsito porque todo el mundo sabe, desde Macron hasta el ciudadano de a pie, que van a terminar cruzando la frontera y llegarán a su destino. Lo hacen por postureo. Para enviar un mensaje de firmeza de cara a la opinión pública francesa.
¿El río Bidasoa es una frontera mortal?
-No es culpa del río, que siempre ha estado ahí. Son las políticas migratorias las que matan y han obligado a que muchas personas se hayan visto abocadas a utilizar el río como medio para pasar al otro lado.
¿La alerta antiterrorista que decretó Francia hace unos años fue el detonante para militarizar el paso de la muga?
-Esta situación se venía dando desde algunos años atrás, pero fue a partir de 2018 cuando aumentaron los controles racistas y la presencia policial. La vigilancia que ha impuesto el Estado francés no es por la alerta antiterrorista en sí, sino por razones de seguridad nacional que les permite realizar controles fronterizos bajo la premisa de capturar terroristas y con el amparo de la Unión Europea.
¿Cómo logra contravenir el Estado francés las normas comunitarias que permiten la libre circulación de personas en el espacio Schengen?
-Renuevan cada seis meses la situación de seguridad nacional enviando una solicitud a la Unión Europea. Así llevan al menos seis años. El control fronterizo no se hace en Bélgica ni en Alemania, pero sí en Italia y aquí. Por eso decimos que son absolutamente racistas y que no tienen nada que ver con preservar la seguridad nacional. Además, en los atentados terroristas islamistas se ha demostrado que, sino todas, casi todas las personas implicadas eran ciudadanos europeos; franceses y belgas. El componente racista es evidente y cualquier disculpa es buena (como el covid o cualquier evento deportivo) para ello y seguir manteniendo esta excepcionalidad.
¿Cuáles son las recomendaciones o instrucciones que les dan a las personas migrantes para seguir con su camino a otros lugares?
-Les damos dos tipos de información. Un primer bloque en el que les contamos qué les espera en Europa y cómo pueden llegar a conseguir papeles para continuar con sus vidas. El proceso burocrático es muy parecido en cualquier país europeo, y hay cuatro maneras de hacerlo. También les explicamos cuáles son las formas que tienen para llegar en autobús a Baiona y no jugarse la vida. En estos años hemos visto cómo una persona llegó a suicidarse; otras cinco se ahogaron en el río y tres fueron arrolladas por el tren. No deben arriesgar sus vidas.
¿Cómo saben que los miembros de Irungo Harrera Sarea están en la plaza San Juan de Irun?
-Entre ellos funciona muy bien el boca a boca. Además, nosotros ya llevamos seis años en activo. Saben que para llegar a Baiona, donde hay un albergue, pueden pasar hasta tres noches en el centro temporal de atención humanitaria gestionado por la Cruz Roja, en la calle Hilanderas de Irun.
En el pasado mes de marzo desde la red de acogida denunciaron la identificación de voluntarios por parte de la policía nacional. ¿Han tenido más problemas con las autoridades policiales?
-En general, en este lado del Estado español los distintos cuerpos policiales no se meten con nosotros. En Hendaia y Urruña, en cambio, sí que criminalizan a las organizaciones que ayudan a las personas migrantes. Después de lo que pasó con la Korrika [donde una treintena de migrantes africanos cruzaron la muga como participantes] han empapelado a siete personas del colectivo de Iparralde Etorkinekin, que están pendientes de un juicio que se celebrará en enero.
¿De qué los acusan?
-Según el código penal francés, se los acusa de organización de malhechores y de ayudar con sus acciones a la inmigración irregular.
¿Hasta cuándo piensan estar en la plaza San Juan?
-Mientras siga habiendo controles racistas y no cambien las leyes. Estamos en un área de libre circulación en el que las personas tienen todo el derecho a viajar libremente. Una persona extranjera que vive en estado irregular no es un delincuente; como mucho habrá cometido una falta administrativa equivalente a una multa.
“No son bichos raros, son personas”
En los últimos años, ha sido muy habitual encontrarse a migrantes africanos transitando por las calles de Irun. En su mayoría, según la red de acogida, provienen de países subsaharianos como Guinea, Costa de Marfil y Mali. Recientemente, también han detectado un incremento de ciudadanos procedentes de Mauritania. A este bloque, el más numeroso, se le añaden otros ciudadanos provenientes del Magreb, principalmente Marruecos y Argelia. “Son personas en vulnerabilidad que en la mayoría de los casos tienen otra manera de ver el mundo”, explica Ion Aranguren. Vienen rumbo a Europa, del que “lo desconocen todo”.
“Les tenemos que explicar cuáles son las reglas en esta parte del mundo, cómo funcionan aquí las cosas. Aunque nos entendamos y podamos hablar el mismo idioma, hay grandes diferencias culturales y nuestras cabezas no funcionan de la misma manera”, añade. En el alojamiento temporal de la calle Hilanderas han pernoctado miles de estas personas africanas durante los últimos cinco años. ¿Qué cree que puede hacer el ciudadano de a pie para ayudar y echar una mano a los migrantes en tránsito? “Muy sencillo”, responde el miembro de Irungo Harrera Sarea. “No mirarlos como a bichos raros, tratarlos como personas. Eso ya cuenta. Es importante no guetizar a esta comunidad y echar lazos y crear puentes con ellos”.