Alejada de las zonas turísticas, lindando con Amara Zaharra, Reyes Católicos es una calle que de momento ha escapado de la gentrificación que arrasa otras partes de la ciudad, tal vez por su situación semiescondida que hace que, a pesar del atractivo de sus terrazas y su carácter peatonal, pase desapercibida para los foráneos que circulan por la calle Prim o por Urbieta. Mucha gente, incluso, desconoce su nombre y la conoce por “la calle de detrás de la catedral”, pues su inicio coincide con la trasera del Buen Pastor.

El escritor Félix Maraña nos informa en su interesante libro Donostia calle a calle de que “desde 1891 esta calle se llamó de Isabel la Católica, pero el 21 de mayo de 1962, (…) sin duda para mantener unido el matrimonio, el ayuntamiento decidió que la calle se llamara en adelante de los Reyes Católicos”.

Esta calle ha vivido diferentes momentos hosteleros. Antes de la tregua, cuando la Parte Vieja era un polvorín, hordas de jóvenes con ganas de “marcha” (pero no de “borroka”) se acuartelaron en esta calle, que adquirió merecida fama de zona de copas y desenfreno hasta el punto de ser conocida popular y maliciosamente como “Reyes Alcohólicos”. Su peatonalización en la primera década del siglo casi acaba con su tejido comercial y hostelero, pero le dotó de una apariencia más amable y de un paisaje de terrazas que le hizo ganar enteros para un público más tranquilo.

Jesús Mari Pérez Muriel (1963), Diego Zanuttini (1971) y Nagore Vallés (1991) pertenecen a tres edades y tres estilos que resumen la gran diversidad hostelera y gastronómica de esta calle. Jesús Mari ha trabajado en hostelería 45 años, siempre para otros, hasta 2014, cuando decidió hacerse con el Café Viena. Jesús es barman y su especialidad son las copas, vermouths, las cañas bien tiradas… y ha añadido a su oferta una bonita selección de picoteo. Le gusta la vida de esta zona, pero considera que desde la pandemia ha bajado la afluencia de gente y que la noche se ha perdido. “Es que a media tarde ya no hay un alma”, apostilla. 

Este veterano “barero” piensa que otras circunstancias como las obras del metro, que actúan como una barrera que desvía a la gente hacia Prim o hacia Urbieta, o la política municipal de no iluminar esta calle en Navidades poco ayudan a mejorar la situación.

Por su parte, Diego, argentino de Rosario y cocinero de profesión que aterrizó en Donostia en 2003 para trabajar con Martín Berasategui y conoció a la bonaerense Paola, su mujer y socia, en Mugaritz, inauguró en mayo de 2021 The Txotx Gourmet, un concepto de nueva sidrería que ya había ensayado en la calle Matia. Diego acusa, al igual que Jesús, la bajada de afluencia, sobre todo cuando solo contaba con su restaurante original, totalmente subterráneo. Recientemente ha podido ampliar su local haciéndose con el bar colindante, el antiguo Bombín, dotado de terraza, y ha multiplicado su volumen de negocio. “La gente quiere terraza” afirma, y asiente cuando Jesús menciona el tema de la iluminación navideña. “Tampoco vendría mal que arreglaran un poco los parterres, que están muy descuidados” añade. 

Nagore es quien menos se queja, pese a que las circunstancias de su entrada hace dos años en el negocio familiar, derivadas de la muerte de su padre, quien fuera alma mater del bar, Antxon Vallés, fueron dramáticas. Nagore toca madera y afirma que “estamos trabajando tan bien como antes, eso sí, gracias a los trabajadores del bar, que se han portado muy bien en estos duros tiempos y, sobre todo, a los clientes de toda la vida que siguen viniendo, me cuentan sus batallitas…”. 

Eso sí, a pesar de su optimismo, Nagore no tiene pelos en la lengua y se muestra crítica con ciertas actuaciones municipales, aunque no le afecten personalmente. “Tras esperar medio año para obtener el permiso para un toldo, casi nos sancionan a los pocos días por un problema de forma, y algo parecido le hicieron a Jesús con una mampara que le obligaron a quitar. Hay un bar aquí, en Larramendi, al que le han dejado casi sin una mesa fuera por una obra mal planificada, en Semana Grande han obligado a quitar la terraza a un bar junto a la catedral… A mí me estallaría la cabeza si me hicieran eso. Hay una falta total de comunicación entre el Ayuntamiento y los hosteleros, y no estaría mal que se buscaran cauces de diálogo, por el bien de todos”.