BARCELONA Ter Stegen; Dani Alves, Araujo, Piqué, Jordi Alba; Sergio Busquets, Pedri, Frenkie de Jong (Gavi, m.74); Dembélé (Nico, m.91), Ferran y Aubameyang (Memphi, m.81).

SEVILLA Bono; Navas (Montiel, m.78), Diego Carlos, Koundé, Rekik (Rafa Mir, m.82); Rakitic, Gudelj (En-Nesyri, m.78), Jordán; Lamela (Tecatito, m.67), Ocampos y Martial (Augustinsson, m.82).

Gol 1-0, m.72: Pedri.

Árbitro Sánchez Martínez (Comité Murciano). Mostró tarjeta amarilla al entrenador del Barcelona, Xavi Hernández (m.56), Sergio Busquets (m.61), Dembélé (m.82), Piqué (m.86), Tecatito (m.86), Montiel (m.86) y Ocampos (m.88).

Estadio Camp Nou. 76.112 espectadores.

- Una genialidad de Pedri en el minuto 72 de partido dio al Barcelona la victoria ante el Sevilla, al que arrebata además la segunda posición en la clasificación. No era el mejor momento para que el Sevilla rompiese una racha de casi 20 años sin ganar en el Camp Nou.

El Barça salió a por el partido desde el inicio, imprimiendo un ritmo endiablado al juego que le permitió llegar una y otra vez a las inmediaciones de Bono. Con un genial Pedri al mano de las operaciones, puso cerco a la meta rival, pero le faltaba precisión en los últimos metros. Aún así, en la recta final de la primera parte, el portero sevillista por fin aparecía para atajar un disparo envenenado de Ferran Torres tras tocar en un defensa y otro cruzado de Aubameyang que paraba en dos tiempos. La segunda mitad comenzó con el Barça dominando el partido, con Pedri gustándose entre líneas y arrancando los aplausos del Camp Nou cada vez que se inventaba una jugada que casi siempre acaba sin rematador. Pasada la hora de juego llegarían las más claras para el conjunto azulgrana, por mediación de Ferran Torres, Araujo y Piqué, en dos ocasiones y Dembélé. El Barça estaba volcado a por la victoria y el Sevilla empezó a tener más espacios para buscar a Ter Stegen. Pero entonces aparecía de nuevo Pedri, para recoger una pelota desde la frontal y volver a parar el tiempo, como en Estambul. Dos fintas, dos amagues, dos pequeños escorzos con su cuerpo menudo bastaban para hacer que dos defensas cayeran desplomados a su paso antes de cambiarse el balón de pierna y cruzarlo con un latigazo seco al palo largo.