El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta progresivamente la memoria, el pensamiento y la capacidad para realizar tareas cotidianas.
Aunque su origen puede contemplar factores genéticos, ambientales y de estilo de vida, cada vez más investigaciones apuntan a que ciertos hábitos pueden ayudar a retrasar su aparición o a mantener la salud cerebral durante más tiempo. Entre estos hábitos, la alimentación juega un papel fundamental.
Según Konexión Alzheimer, un proyecto impulsado por Kern Pharma, alimentarse de forma correcta, equilibrada y saludable es una de las acciones más efectivas para preservar la función cognitiva.
Estudios recientes han mostrado que dietas como la mediterránea están asociadas a un menor deterioro cerebral en comparación con otros patrones alimentarios. Esto se debe a que el cerebro, como cualquier otro órgano del cuerpo, necesita energía y nutrientes para funcionar de manera óptima, y la calidad de esos nutrientes influye directamente en su salud a largo plazo.
La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, aceite de oliva, pescado y frutos secos, aporta compuestos antioxidantes y antiinflamatorios que protegen las neuronas. Entre los alimentos más beneficiosos para el cerebro destacan:
- Pescados grasos (como salmón, sardina y caballa), ricos en ácidos grasos omega-3, que favorecen la comunicación entre neuronas y reducen la inflamación.
- Nueces, fuente de grasas saludables, vitamina E y antioxidantes, que protegen frente al estrés oxidativo.
- Cacao puro, que contiene flavonoides que mejoran la circulación cerebral y la memoria.
- Verduras de hoja verde (espinaca, kale, acelga), cargadas de vitaminas del grupo B y minerales esenciales para la función cognitiva.
- Bayas (arándanos, fresas, moras), con alto contenido en antioxidantes que ayudan a prevenir el daño celular.
- Aceite de oliva virgen extra, que aporta grasas monoinsaturadas y polifenoles con propiedades neuroprotectoras.
Alimentos que aceleran el deterioro
En contraposición, existen alimentos que, consumidos de forma habitual, pueden acelerar el deterioro cognitivo o aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas.
Entre ellos se incluyen los ultraprocesados, alimentos fritos, bebidas azucaradas y, en general, todos aquellos productos ricos en grasas trans, azúcares añadidos y aditivos artificiales. Estos alimentos favorecen procesos inflamatorios y el estrés oxidativo, factores que dañan las neuronas.
La clave: la constancia
Esto no significa que sea necesario renunciar por completo a pequeños placeres puntuales. Tal y como señala Konexión Alzheimer, es posible permitirse un capricho ocasional, siempre que el patrón alimentario predominante sea saludable y variado.
En conclusión, aunque no existe una dieta milagrosa que garantice evitar el Alzheimer, la evidencia científica respalda que una alimentación saludable, como la mediterránea, puede contribuir significativamente a mantener una buena salud cerebral y retrasar el deterioro cognitivo. Alimentar bien el cerebro es, en definitiva, una inversión a largo plazo en calidad de vida y bienestar.