Max Verstappen siempre ha sido extraordinariamente agresivo. Lo fue en Toro Rosso y lo ha sido en Red Bull mientras el monoplaza le ha concedido una superioridad mecánica. Pero ahora que el coche no es voyante y que la competencia acecha como no la hecho desde que entrara en vigor el último cambio de reglamentación en 2022, Max está mostrando una nueva versión de su pilotaje. Es más prudente, conservador, consciente de que sumar puntos debe ser una prioridad antes que las victorias, las poles o las vueltas rápidas. De algún modo, no es momento de perseguir récords, sino de asentar la candidatura a su cuarto título de la Fórmula 1.
Esa moderación y la mayor igualdad en la lucha por los triunfos le invitó a ser prudente en el Gran Premio de Canadá. Y tras rodar en segunda posición dejando correr vueltas, siendo paciente a la zaga de George Russell, la caótica cita y el acierto estratégico le brindó la ocasión de sumar una nueva victoria, sexta de la temporada y la número 60 de su palmarés.
La carrera se lanzó con una salida en parado pero declarada sobre mojado, con todos los monoplazas calzando neumáticos de lluvia intermedia excepto los Haas, que apostaron por montar extremos, lo que les permitió ganar hasta diez posiciones en los primeros giros, mientras Russell retenía la condición otorgada por la pole, con Verstappen descolgado a 2,5 segundos cuando habían transcurrido cinco vueltas. Había mucho respeto.
“Vemos algo extraño en el motor”, reportaron a Charles Leclerc. A perro flaco, todo eran pulgas en Ferrari, que el sábado no logró acceder a la Q3 con ninguno de sus dos pilotos por primera vez en tres años. El escenario, en cualquier caso, era dantesco para todos, con los cochos dando trallazos en cada ángulo por unas condiciones sumamente delicadas que impedían salirse del carril de las rodaduras para buscar adelantamientos. Las protecciones acabarían totalmente arañadas y el Muro de los Campeones, ese punto de las lamentaciones para las leyendas, sacando chispas.
Pista cambiante
A medida que se fue secando la pista, los pilotos buscaron el asfalto mojado para refrigerar los neumáticos y prolongar sus vidas ante el anuncio de la previsión de una nueva ventana de lluvia en 20 minutos. Los garajes echaban humo para tratar de acertar con la estrategia. Russell se protegía de Verstappen, que en la vuelta 12 se echó encima, a distancia de DRS. El británico redujo el ritmo para estirar el rendimiento de las gomas, pero eso invitaba a Lando Norris, tercero, a la fiesta por la victoria.
Norris, un sputnik, dio caza a Verstappen y le superó en la vuelta 20. Solo una después, el McLaren alcanzó la cabeza y acto seguido, Russell se pasó de frenada y Verstappen recuperó la segunda plaza en detrimento de Russell. Norris ponía pies en polvorosa. En apenas cinco giros se escapaba a 12 segundos de Mad Max. El triunfo parecía viajar en el McLaren.
Para sumar incertidumbre, en la vuelta 25 un accidente de Logan Sargeant provocó la entrada del coche de seguridad. Salvo Norris, todos los pilotos de cabeza aprovecharon para cambiar de neumáticos. Al rodar Norris tras el lento safety car en cabeza y cambiar de calzos una vuelta después, descendió a la tercera posición. Verstappen paso a liderar la prueba secundado por Russell. Fernando Alonso, que llevaba toda la carrera defendiéndose de Lewis Hamilton en la batalla por la quinta plaza, cedió la plaza en el pasillo de boxes. Ferrari lanzó un órdago al montar lisos a Leclerc, que perdía más diez de segundos por vuelta y tuvo que volver a visitar el garaje para instalar gomas de lluvia.
El parte acertó y la lluvia regresó. Pero apenas volvió a remojar la pista. Mientras tanto, Verstappen abrió en las siguientes diez vueltas una diferencia de tres segundos sobre Russell, quien a su vez mantenía a raya a Norris. En la vuelta 40 de las 70 previstas, la organización ya anunciaba que un sector del circuito Gilles Villenuve estaba en condiciones para rodar con neumáticos lisos. Entonces la incógnita pasó a ser: ¿Quién sería el valiente que daría el primer paso?
Abandono de Leclerc
En la vuelta 43 Leclerc abandonó. Tras el mejor momento de su carrera en la F-1 al ganar en Mónaco, sufría un duro revés que le aleja de la lucha por el título. Poco más tarde, Carlos Sainz también se retiraba de forma prematura. Desastre en Ferrari. En ese momento, Hamilton, que rodaba quinto, vistió slicks para buscar la victoria. Esto generó un efecto dominó. Todos los pilotos de cabeza pararon un giro después, excepto Norris, que permaneció en pista. El de McLaren propuso un overcut a Verstappen y Russell y coincidió con Max tras abandonar la salida del box, emparejados, pero Norris patinó con gomas frías al pilotar por la zona húmeda y cedió la cabeza. Pero poco después Verstappen reportó problemas de suspensión al pisar los pianos. La emoción estaba servida en cada instante.
De hecho, en la vuelta 54, un accidente de Albon invitó de nuevo al safety car. Se anularon las diferencias y regresó el caos. Los Mercedes, que aprovecharon para alojar nuevos calzos, revolucionaron el tramo final en una enconada batalla con los McLaren. Verstappen obtenía margen con las refriegas y se encaminaba en solitario hacia la victoria. Hamilton escaló a la tercera plaza y Russell, a la cuarta, ambos entre los McLaren de Norris, segundo, y Piastri, quinto. Detrás clasificó Fernando Alonso, sexto. Pero cuando todo parecía visto para sentencia, Russell comenzó a amenazar el podio de Hamilton e incluso lo alcanzó a dos giros del final. Apasionante evento en Canadá.
“Ha sido una carrera alocada. No ha sido fácil, pero lo hemos hecho, hemos tomado las decisiones correctas, nos hemos mantenido calmados. ¡Disfrutad!”, expresó eufórico Verstappen, que recurrió a una nueva versión para, sin el monoplaza más rápido –era el McLaren de Norris, condenado por la imprecisión en la estrategia–, dar un golpe de autoridad que por otro lado no silencia el debate sobre el dominio de Red Bull, cada vez más acosado por la competencia pero salvado por la destreza de un Verstappen que sabe reinventarse.